A pesar de que el tiempo o la distancia parezcan atenuarla, y de que sus noticias apenas abran ningún telediario, no nos desmarcamos de la guerra que desde hace 113 días se vive en Ucrania. Allí la sangría continúa con un saldo de muertos en el bando invadido de entre 100 y 200 soldados diarios. ¡Qué barbaridad! A excepción de su potencial atómico, el ejército invasor está utilizando todo el arsenal con el que cuenta, incluyendo bombardeos indiscriminados y -supuestamente- armas no permitidas como las granadas de racimo. Y eso, que sigue sucediendo ahora mismo en nuestro continente, no debemos olvidarlo.
Sin embargo, la mayoría tan solo lo recordamos de pasada cuando descubrimos lo mucho que ha subido la bolsa de nuestra compra. Si la gasolina está cara, es por la Guerra de Ucrania... Si el precio de los cereales anda por las nubes, es por la Guerra de Ucrania... Si el incremento interanual de precios en España alcanzó en el mes de mayo un 60,7% -el mayor registro en las tres últimas décadas- es por la Guerra de Ucrania... Hasta el kilo de piña cuesta hoy el doble que a principios de año, como si allá en la cuenca del Donets se cultivara este producto tropical. ¡Tal vez las desgracias resulten aliadas para algunos que esconden tras ellas demasiadas incapacidades!
Sea como fuere, seguiremos clamando por la PAZ; sin reservas, sin venganzas ni inflaciones. Y si, como dijo la Madre Teresa de Calcuta, esa paz comienza con una sonrisa, ahí ponemos -igual que cada mañana- mil y una de las nuestras por si pudieran servir a tal causa.
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