Compartiendo tertulia con unos amigos, este fin de semana he sabido que su hija, alumna de Grado Profesional en cierto Conservatorio, ha dejado su formación musical -y por tanto, de tocar el Violonchelo- por no ser compatible con la exigencia de sus estudios de Bachillerato. Ciertamente ha sido una decisión difícil, ya que este instrumento era su pasión... Y una pena, pues conocemos sus muchas virtudes y que -a pesar de esa intención de retomarlo en el futuro- será improbable que vuelva.
En verdad que ignoro el remedio para casos como este, si bien alguien apuntó la necesidad de que hubiese más Centros Integrados de Enseñanzas Artísticas, que posibiliten cursar ambos estudios de manera regularizada.
Tomé buena nota de ello, pues en casa también estamos en riesgo de que nos pueda pasar.
Mi hijo atesora dos ilusiones: jugar al Balonmano y hacer sonar su Trombón. Sin embargo, ambas actividades practicadas a su nivel -Liga Infantil del Campeonato de Castilla y León versus Grado Profesional en el Conservatorio de Música de León- resultan muy demandantes, máxime cuando debemos compatibilizarlas con su curso de Secundaria.Por poner como ejemplo la última semana, tras tres días de ensayo presencial intercalados con otros tres de entrenamiento junto a su equipo, el sábado pasamos la mañana en la Escuela Municipal de Música de La Virgen del Camino participando en una clase magistral de Trombón. Desde luego, doy fe de que la lección recibida resultó excelente y de que todos los músicos lo hicieron de diez... Y el domingo, estuvo ¡ocho horas fuera de casa, levantándonos a las siete! para desplazarse y jugar su partido programado contra un club de otra provincia. Aunque su entrenador no le concedió muchos minutos, al menos marcó dos goles que le acariciaron la moral. No hubo más premio.
Y es que formar a nuestros hijos en actividades deportivas o musicales -aun siendo tan importantes como gratificantes- conlleva un esfuerzo ingente para toda la familia. De verdad que lo fácil sería no hacer nada... Sin tanto cuadrar horarios, esperar en las gradas, poner despertadores en festivo, cambiarnos de ropa a la carrera o estudiar en el autobús los apuntes de esos tres exámenes que tendrá durante esta semana.
Por eso, entiendo la decisión de la hija de esos amigos. Educar en tales disciplinas conlleva a menudo un precio muy alto. Y sin apenas ayudas, sin apenas comprensión. A falta de Centros Integrados, en su instituto tampoco le apoyaron demasiado... Porque al final, a esos niveles, tan solo las notas parecen importar.
En cuanto mi hija pequeña se sume a esta rueda con su Gimnasia rítmica y su Piano, ¡no sé cómo lo vamos a hacer!... Aunque me da que, tristemente para todos, también deberemos dejar algo.
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