Dado que era el regalo de cumpleaños de nuestra pequeña Amalia, en la última visita que hicimos a Madrid almorzamos en el restaurante MasterChef. Estuvimos en su zona privada degustando los platos de ese día. ¡A cuál más rimbombante, a cuál más exquisito! De hecho lo pasamos bien, y sobre todo los niños disfrutaron un montón.
Sin embargo, lo que más llamó mi atención fue la simpatía del personaje del concurso culinario que ese domingo animaba a los comensales: Adrián, finalista de su décima edición. Con una sinceridad pasmosa compartió ante nosotros cómo aquel certamen le ha cambiado la vida, los problemas que tuvo en el pasado, sus ilusiones de cara al futuro... Y en todo momento, sin perder un ápice de su sonrisa.
Amalia se hizo cientos de fotos para el recuerdo -con él, con su prima, con toda la familia-, trayéndose consigo cierto consejo que le soplara otro cocinero: no dejes para mañana lo que puedas comer hoy.
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