Ayer me preguntaba mi amigo Nicasio si finalmente acudiría como escritor a la actual edición de la Feria del Libro de Madrid. Le reconocí que he asistido en dos ocasiones, que es una vivencia inolvidable y que incluso este año mantuve conversaciones con cierto librero para poder firmar ejemplares en su caseta. Sin embargo, sus condiciones nunca me convencieron. Sugirió un mínimo de ventas que -si bien no creo que hubiera problemas para alcanzarlo- acaba condicionando mi relación con quien va de propio a verme. ¡No lo disfruto igual! Aunque nadie hable de ello, a veces es el peaje que debemos pagar en tales eventos algunos de los autores menos conocidos. Entre eso y que sigo sumido en pleno proceso de rehabilitación por mi lesión cervical, mejor dejarlo para otro año. Esa fue la cruz de la semana.
Las caras cayeron en tromba esta misma mañana: Ana -enfermera de corazón- me sorprendió poniendo la portada de mis Catorce lunas menguantes (MAR Editor) en su estado del wasap, Soraya -también sanitaria vocacional- recordó que me siguen esperando en su centro para que les haga una sesión de cuentacuentos, Jacobo -animador cultural como pocos- nos pidió cinco ejemplares de esas Nanas para un Principito (MAR Editor) para algún club de lectura... Y durante su clase de Lengua en el colegio, nuestro hijo Manuel presentó a sus compañeros el libro leído a lo largo de este curso que más le había gustado: Cartas para un país sin magia (Ediciones Irreverentes), escrito por mí. Lo hizo con pasión, describiendo sus personajes, sonriendo con su trama, y defendiendo la calidad de mis letras ante otras autoras tan estupendas como mi paisana Ana Alcolea o la mismísima J. K. Rowling.
Confieso que este último gesto nos hizo mucha ilusión: Manuel hijo hablando de las obras de Manuel padre. Será porque al margen de ferias, listas de ventas o reconocimientos, yo escribo por detalles como esos... Será porque así, en mi universo literario, las caras son de largo superiores a las cruces.
1 comentario:
Cara y cruz. Amor y dolor. Son la misma moneda que debemos compaginar a lo largo de la vida . Tú, Manuel, eres de los afortunados. Tus hijos siguen tu estela y tu estrella.
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