En el paseo de esta mañana por la ribera del Bernesga junto a mi amigo Nicasio repasamos de nuevo la actualidad. Abordamos esa guerra en el corazón de Europa que sigue cobrándose vidas, esperanzas e ilusiones. Solo en el lado ucraniano se han contabilizado más de 6.000 muertos civiles, de entre ellos unos 500 niños. ¡Otra auténtica tragedia! Que ahora no salga tanto en los diarios no significa que no esté sucediendo.
Luego nos quejamos a la par de lo tecnológicas que resultan nuestras vidas. Él estuvo varias horas, con descarga de app incluida, para cumplimentar una instancia online; yo, cada vez que firmo una receta electrónica, debo pasar tres filtros con sus contraseñas respectivas. Ambos aludimos a esa frase del genio llamado Einstein: Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra Humanidad. El mundo tendrá solo una generación de idiotas. ¿Habrá llegado ese día?
Y comentamos aquel incidente ocurrido en el Colegio Mayor Elías Ahuja, a sabiendas de que fue precisamente el centro que tomé como residencia eventual cuando viajé a Madrid para realizar mi especialidad. Desde luego, ambos coincidimos en que se trata de un acto deplorable y del que deben derivarse consecuencias. En ningún caso pueden justificarse tales insultos o esa falta de respeto. En lo que divergimos fue en sus generalizaciones -todos hijos de papá-, comparaciones -estos peor que los otros- o proyecciones -con estudiantes así, mal futuro nos espera-. Al menos yo procuro guardármelas para mí, máxime cuando la realidad que conocí durante aquella estancia no tiene nada que ver con esta otra realidad. Además, he acabado descubriendo que desde que no generalizo, comparo o proyecto, me equivoco bastante menos, soy coherente con lo que transmito a nuestros hijos... y lo más importante, a la larga acabo siendo más feliz.
Por último, Nicasio me felicito por ese próximo libro mío que precisamente hoy entra en imprenta. Como lector fiel de nuestros cuentos, está deseando leerlo. Sabedor de que su título y su temática siguen siendo un secreto, nos pidió otra pista añadida, que gustoso le ofrecí: de las Yarish aprendí que los sueños solo se alcanzan si se persiguen.
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