Hay veces en las que estás en un sitio, pero quisieras estar en otro. Ocasiones en las que, aun haciendo lo correcto, desearías hacer otra cosa. Momentos que te pillan aquí, cuando tu mente se encuentra allá.
La tarde de ayer jueves, a eso de las siete y media, viví uno de esos eclipses emocionales que me llevan a admirar tanto el don de la ubicuidad. Y es que a esa hora, con puntualidad rosarina, un gran artista y extraordinaria persona como Marcelo Tettamanti presentaba su última obra literaria: Querencia recíproca (Marciano Sonoro Ediciones). Lo hacía en el Auditorio Ángel Barja, del Conservatorio Profesional de Música, en León, acompañado de seguro por muchísimos amigos. A fin de cuentas, con tales versos y tal talante, habrá recogido lo mucho que sembró.
Tristemente, no pude estar con él... pero sabe de sobras que lo estoy.
Y es que Marcelo Tettamanti es un ser humano en toda la extensión de la palabra, que derrocha energía positiva, que transmite calma, armonía, que aporta siempre la voz -o el silencio- que precisas.
¡Qué bueno compartir esta amistad, nuestra pasión por los cuentos, esa afición por el fútbol argentino! Nunca olvidaré su cercanía en aquel primer Cuento Cuentos Contigo, sus cien fotos, sus miles de sonrisas... Ni que, sabiendo que soy seguidor del equipo Gimnasia y Esgrima, de la hermosa Mar del Plata, me regalase su camiseta, con lo difícil que resulta por haber sido el último club al que entrenó Maradona.
No hace mucho nos vimos por la calle y me sobrevino una querencia. Otra más... Probablemente recíproca, como la que en breve será objeto de mi lectura.
Y es que, querido Marcelo, ¡qué bueno que viniste! Enhorabuena por SER, gracias por ESTAR.
Recuerdo cierta ocasión en que algún paisano suyo nos aseguró que Dios está en todas partes, pero atiende en Buenos Aires. Quizá, siguiendo su estela, Marcelo suele estar en muchos acontecimientos culturales... Y para nuestra suerte, atiende en León.
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