Hace tiempo aprendí que la Vida posee muchas dimensiones, a las que en un ejercicio de simplicidad mayúscula podríamos sintetizar en dos: una en longitud, a lo largo, cuantitativa, que se mide por años contados... otra en amplitud, a lo ancho y profundo, cualitativa, determinada por cada una de nuestras vivencias.
Esa misma Vida me enseñó muy pronto, con aquel adiós prematuro de mis padres, que la primera es importante, pero la segunda resulta fundamental. De ahí ese empeño mío en procurar que crezca en anchura, sumando momentos, detalles, abrazos, relatos, palabras, proyectos compartidos... Y hacerlo de manera generosa, positiva, sin reproches, con mil sonrisas.
En esta noche, a escasos minutos de cerrar otro cumpleaños, confieso que en su celebración me he sentido feliz: por esa comida sorpresa junto a familia y amigos, por tantos presentes tangibles e intangibles, por cada mensaje recibido -de tan lejos como nuestra prima desde Italia, de tan cerca como el vecino de enfrente-, por tantísimas muestras de afecto a través del teléfono, del wasap, de las redes sociales, en persona.
Alguien escribió que no puedes hacer mucho acerca de la longitud de tu vida, pero sí sobre su anchura... Por eso y por todo, quisiera daros las GRACIAS, a sabiendas de que hoy habéis ampliado la mía en varios metros a cada lado.
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