A priori, podría parecer un fin de semana de derrotas. Ayer sábado, mi hijo me barrió de la pista de Tenis, después de ganar nuestro partido en dos sets, por 6-4 y 6-3. Su mejor revés se impuso sin demasiados problemas a mi mejor saque. Sirva en defensa mía que sigo reservándome en algunos movimientos por prescripción facultativa y que enfrente tenía a un deportista que -aunque se haya decantado por el Balonmano- ha jugado francamente bien en aquellos torneos de su categoría en los que ha participado.
Hoy domingo, mi hija me levantó de la mesa sin apenas puntos, tras vencerme en cada partida de Memory a la que nos ha retado. Una tras otra, iba recordando la ubicación de esas imágenes de la familia Disney, emparejándolas con su igual. Su intuición y su destreza se han impuesto de largo a mi experiencia.
Pero como perder ante nuestros hijos no es perder, al final resultó un finde repleto de victorias. Ganamos momentos, vivencias, vínculo, sonrisas... Aunque, eso sí, a consecuencia de aquellos resultados tuve que compensarles con otra pista de mi próximo libro: del Cortacuerdas aprendí que en verdad no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos, pero tampoco sabemos lo que nos hemos estado perdiendo hasta que lo encontramos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario