Sucedió el año pasado, mientras impartía clases de Epidemiología en la Facultad. Si empezábamos a las cuatro, yo solía llegar a menos diez, el primer alumno lo hacía a menos cinco, a en punto apenas había media docena, y entre y diez e y cuarto se incorporaba la mayoría. "Con las distancias y tantos atascos, resulta imposible estar en hora", se justificaba el delegado de curso, mientras pedía esos minutos de cortesía. Sea como fuere, las clases rara vez comenzaban antes de las cuatro y cuarto.
Durante estas fiestas de León, he tenido una vivencia similar. El viernes acudimos a ese concierto coral, cuyo inicio se demoró un cuarto de hora... El sábado participamos en cierto espectáculo infantil que empezó veinte minutos tarde... Y el domingo asistimos al concierto de una banda que se inició con ese mismo retraso, "en deferencia a quienes no han podido venir antes".
Siempre he dicho que me considero una persona demasiado germánica en mi cotidianidad y demasiado latina en mis pasiones. Quizá por eso, me moleste tanto esa impuntualidad, que lleva camino de hacerse norma. No en vano, más de uno ya llega a y cuarto a propósito, sabedor de que antes no van a empezar. Son esos minutos de cortesía que se conceden a quien -por los motivos que sea, seguro que en muchos casos razonables- no se presenta a su hora... Si bien, paradójicamente, no dejan de ser descorteses para quienes estábamos allí con exquisita puntualidad.
miércoles, 28 de junio de 2017
lunes, 26 de junio de 2017
Las dos luminarias
Cuenta una leyenda africana, que hace mucho, muchísimo tiempo, nuestro
planeta Tierra tuvo la opción de escoger dos astros del firmamento para que le
dieran luz. Y de entre todos, eligió al Sol y a la Luna. Ambas luminarias se
pusieron tan contentas que corrieron a compartirlo con la Madre Naturaleza.
Fueron a su casa… pero la hallaron cerrada. Fueron al mercadillo que montan los
jueves en Saturno… pero tampoco la encontraron. Finalmente, alguien les dijo
que se estaba bañando en el lago.
En efecto; allí reposaba sin ninguna ropa, relajándose plácidamente
tras una jornada colmada de quehaceres.
La actitud entonces de cada una de aquellas luminarias resultó muy
diferente. Mientras que el Sol, entre tímido y pudoroso, apenas miró la
desnudez de la diosa, la Luna no paró de contemplarla.
Dicho comportamiento fue percibido por la Madre Naturaleza, quien
indicó a ambos astros que se acercaran. De manera que cuando salió del lago,
justo en el momento de secarse, comentó al Sol:
- Siempre me has tratado con el máximo respeto. Incluso hoy retiraste tu
mirada de mi cuerpo, por si de algún modo me pudieras molestar. En señal de
agradecimiento, dispongo que nadie pueda mirarte sin que le dañen los ojos, sin
que deba retirar su vista de ti.
Por su parte, preguntó a la Luna:
- ¿Por qué te empecinaste en verme desnuda? ¿Acaso te burlas de mi
anatomía? ¿No pensaste ni por un momento que esa actitud me podría molestar?
–le increpó con aires de enojo-. A modo de reprimenda, dispongo que desde hoy
seas tú la que te expongas a los demás, brillando nítida en la oscuridad del
cielo hasta convertirte en centro de todas las miradas.
Al final somos víctimas de nuestras confianzas.
Desde entonces, ningún ser vivo fija su vista en el sol sin que con
ello se dañen sus retinas… Y ningún ser humano puede resistir la tentación de
dirigir sus ojos, al menos por un instante, hacia ese faro –tan hermoso como
indiscreto- que ilumina cada noche de Luna llena.
Esta leyenda acabó porque en algún sitio se perdió. Cuando la vuelva a
encontrar, te la volveré a contar.
Nota: Relato titulado Las dos luminarias, incluido en mi libro Catorce lunas llenas.
miércoles, 21 de junio de 2017
En mis tiempos de historiador
Hubo un tiempo en que investigué de manera exhaustiva el consumo de drogas durante la Guerra Civil Española. Junto a mi amigo e historiador Mariano Lázaro, pasamos más de un verano revisando los principales archivos existentes -incluyendo los de Madrid, Ávila y Salamanca-, participamos en varios congresos y publicamos diferentes artículos. Entre ellos, dos que salieron en la enciclopedia temática que en su día editó el diario El Mundo: uno sobre el consumo de alcohol en la Batalla de Teruel y otro sobre las actitudes relacionadas con el tabaco durante el asedio a Madrid. Además de aquel libro titulado Anarquía y lucha antialcohólica en la Guerra Civil Española (Editorial Piedra Papel Libros).
Ciertamente, la información que obtuvimos fue voluminosa, completando la que también nos proporcionaron algunos antiguos combatientes con los que tuvimos la suerte de contactar.
Desde entonces, nuestros textos han sido referenciados en distintos trabajos que abordan aquella Guerra. El penúltimo de ellos, una revista francesa; el último, una tesis italiana. Incluso más de un periodista ha escrito recientemente preguntándonos al respecto.
En el trastero de casa conservo muchos de aquellos datos, apuntes y legajos obtenidos, a la espera de su análisis completo. Hay demasiados inéditos, alguno de lo más llamativo. A la vista del interés que despiertan -a veces pienso que superior a mis relatos-, cualquier día de estos me tomo unas vacaciones como cuentista para regresar a ese rol de historiador. Solo es cuestión de acordarlo con mi amigo Mariano.
Ciertamente, la información que obtuvimos fue voluminosa, completando la que también nos proporcionaron algunos antiguos combatientes con los que tuvimos la suerte de contactar.
Desde entonces, nuestros textos han sido referenciados en distintos trabajos que abordan aquella Guerra. El penúltimo de ellos, una revista francesa; el último, una tesis italiana. Incluso más de un periodista ha escrito recientemente preguntándonos al respecto.
En el trastero de casa conservo muchos de aquellos datos, apuntes y legajos obtenidos, a la espera de su análisis completo. Hay demasiados inéditos, alguno de lo más llamativo. A la vista del interés que despiertan -a veces pienso que superior a mis relatos-, cualquier día de estos me tomo unas vacaciones como cuentista para regresar a ese rol de historiador. Solo es cuestión de acordarlo con mi amigo Mariano.
lunes, 19 de junio de 2017
Al cierre de una segunda edición
La segunda edición de mi obra Catorce lunas llenas, con la que obtuve el XXXVIII Certamen Literario Carta Puebla, en su modalidad de libro de cuentos, comienza a desvanecerse. Apenas queda media caja de ejemplares, que de seguro se acabarán en las ferias que se avecinan. De momento, no pienso reeditar, aun cuando la decisión final la tomaremos después del verano. La verdad es que en este mundo de tantos no lectores y descargas ilegales, sin agente, editorial o distribuidora, haber agotado esos mil ejemplares tiene muchísimo mérito. Además, me enorgullece haber compartido actividades literarias con una persona tan genial como Lolo -su ilustrador- y saber que el libro se encuentra en distintas bibliotecas emblemáticas -desde la del Centro Penitenciario de Daroca hasta la de la Fundación Vicente Ferrer en Anantapur-.
Por todo ello, quisiera dar las gracias: a los amigos de clubes de lectura como el de la Asociación Asociaconca (Trobajo del Camino, León), de colegios como el CEIP Antonio González de Lama (León), de instituciones como el Instituto Leonés de la Cultura o Bibliotecas Públicas de León, de proyectos solidarios como el de Los Argonautas... Gracias también al Ayuntamiento de Miguelturra y a la Diputación de Ciudad Real... A las librerías que lo han difundido... Y por supuesto, gracias a todos esos amigos que a título individual y a través del boca a boca se han convertido en sus principales embajadores. Sin vuestro apoyo, habría sido imposible.
A modo de cierre de esta edición, comparto el primer párrafo del libro. Porque eso sí, reeditemos o no, nos seguiremos contando:
Aun
cuando pueda escribirse de mil formas, todas las historias acostumbran a tener
un único comienzo. La mía empieza aquí, en este pequeño pueblo a orillas de un
río, conocido por ese bosque de sabinas en el que habita una de las aves
voladoras más pesadas del mundo: la avutarda…
Y ese depredador todo terreno, considerado el carnívoro más minúsculo
del continente: la comadreja. Esta villa con el clima tan extremo que apenas
tiene dos estaciones, verano e invierno, lo que facilita a su gente la ropa que
ha de ponerse. Será por eso
que solo pillan un catarro al año; ¡lo malo es que les dura seis meses! A
menudo sopla en ella demasiado viento. Alguno de sus paisanos agradece entonces
tener piedras en el riñón para que no le arrastre consigo; y los que no las
padecen, se meten cantos en los bolsillos. Y es que
también a esto le sacan ventajas: además de que el viento se lleva las
palabras, su colada seca muchísimo mejor...
jueves, 8 de junio de 2017
De leer y sus efectos
Leer permite
cambiar el foco desde el que miramos. Que no nos suceda lo que al pez: ¡que no
sabe que está en el agua hasta que no sale de ella! Si la realidad de fuera va
a seguir siendo igual, cambiemos al menos nuestra percepción. Te seguirán
pasando cosas, pero las observarás desde otro lugar.
Tampoco cabe
duda de que existe un lector para cada libro y un libro para cada lector. Al
final, unos y otros se acabarán encontrando. En dicha
relación, el hábito de leer
ha establecido sus propias normas: se trata de un verbo que repudia el modo
imperativo –no podemos conjugarlo sintiéndonos obligados-, que devoremos obras
no significa que digiramos todas, a las personas no les define tanto aquello
que leen como aquello que releen… Y, debemos admitirlo, hay veces
que no te salvan ni los libros de autoayuda.
Definitivamente, quien lee sabe más de la vida que
quien no lee.
De hecho, esa
vida constituye una sucesión de aciertos que siempre nos refuerzan y de errores
que no siempre nos enseñan, de rutinas insípidas combinadas con instantes que
acaban dejando un buen sabor de boca, de movimientos continuos ante los que
cuesta mucho fijar nuestras ideas. Que tengamos valores en ella tampoco
significa que todo valga. En ese aprendizaje, como en cada periplo en el que me
he embarcado, conté con la ayuda inestimable de una biblioteca. Porque leyendo,
al igual que tejiendo cuentos, se nos pasa el tiempo entre costuras
(María Dueñas): preparé mi maleta en once minutos (Paulo Coelho), estuve
despidiéndome cinco horas con Mario (Miguel Delibes), dimos la vuelta
al mundo en ochenta días (Julio Verne) porque nos dijeron que no serán
más de tres meses (Adrian Bell)… Y acabé recordando cada detalle durante cien
años de soledad (Gabriel García Márquez).
Luego me dio por escribir... Y fundé, entre otros, mi
planeta de chocolate, donde lucen cada noche sus catorce lunas llenas.
LEER es un verbo que rebosa magia. La misma que
permite imaginar prohibidos allá donde no hay ninguno, cabalgar sobre
unicornios hasta el origen del arcoíris, convertirnos en bucaneros, tatuarse
bajo la piel el sonido de la lluvia, sobrevolar en dragón los confines del
mundo, o compartir cualquier leyenda en esa fiesta del lenguaje llamada
Filandón.Nota: Párrafo incluido en el relato titulado La faena del leñador, incluido en mi libro Catorce lunas llenas.
viernes, 2 de junio de 2017
Sin Feria del Libro de Zaragoza
Aun cuando teníamos previsto asistir e incluso es probable que se anuncie mi presencia para mañana sábado en el stand de Librería Albareda, finalmente no podré participar en esta edición de la Feria del Libro de Zaragoza por razones meramente personales. A veces la vida se enreda un poco y, si a ello sumamos la distancia, te impide hacer todo lo que en un momento dado te gustaría hacer.
En cualquiera de los casos, quisiera agradecer a tantos amigos su amistad, a cada lector esa fidelidad, al personal de Albareda su confianza porque siempre están ahí... Y por supuesto, de corazón y con el corazón, desear a todos una feliz Feria, desde la convicción de que nos seguiremos contando en la siguiente.
En cualquiera de los casos, quisiera agradecer a tantos amigos su amistad, a cada lector esa fidelidad, al personal de Albareda su confianza porque siempre están ahí... Y por supuesto, de corazón y con el corazón, desear a todos una feliz Feria, desde la convicción de que nos seguiremos contando en la siguiente.
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