lunes, 31 de mayo de 2010

En el Día Internacional sin Tabaco

El número de defunciones atribuibles en España al tabaquismo ronda las 60.000 al año, quedando fuera de toda duda que en los países occidentales constituye un problema de salud pública de primera magnitud. De hecho su consumo es responsable, entre una multitud de patologías, del 90-95% de los casos de enfermedad pulmonar obstructiva crónica, del 30% de los tumores malignos, de que se triplique el riesgo de padecer una cardiopatía isquémica o de que se tenga un 50% más de probabilidades de sufrir un accidente cerebrovascular.
Este contexto epidémico contrasta frontalmente con la imagen lúdica, atractiva e inocente que sobre el tabaco y sus derivados han ofrecido las distintas compañías tabaqueras a través de su publicidad. De hecho, valores o estados tan apreciados por la juventud (y la población en general) como la solidaridad, el compañerismo, la amistad, el atractivo físico, la sexualidad, el espíritu deportivo, el bienestar, e incluso la propia salud, han aparecido en sus anuncios de manera reiterada.
En la actualidad, se estima que los colectivos que más interés despiertan desde un punto de vista promocional en la industria tabaquera son los niños y adolescentes, los grupos con menos recursos económicos y las mujeres de todas las edades. Quizá por ello la Organización Mundial de la Salud ha elegido este año como lema para la celebración del Día Internacional sin Tabacola promoción del tabaco dirigida a las mujeres”, con el objetivo de controlar su consumo. Desde luego, razones no le faltan.

sábado, 29 de mayo de 2010

Bravo por la música

Dicen que la música amansa a las fieras, que favorece el desarrollo intelectual del niño, que es un antídoto frente a muchas enfermedades. Estoy convencido de ello. Además, en mi caso se convierte en uno de esos detalles que te ayuda a ser feliz.
Debo admitir que no acierto a diferenciar una nota fa de una re mayor, que tendría serias dificultades para diseñar un pentagrama y que no terminé airoso en la única rondalla de la que formé parte en mi vida. Sin embargo cientos de melodías serenan mis emociones, espantan el aburrimiento, me hacen sencillamente sentir.
Recuerdo la intensidad con que viví en la niñez cada edición del festival de Eurovisión. Sentada la familia alrededor de la tele con una bolsa de pipas, animábamos entusiastas a nuestro representante, entonando su estribillo y aguardando expectantes el puesto final.
- Spain, one point
¡No sé por qué Francia nos da siempre tan pocos puntos!
La música me ha acompañado en distintos pasajes de la vida: en la víspera de cada cita, en la alegría de lo bien hecho, en el silencio de los deslices. De su mano he sorteado la melancolía, busqué inspiración para mis cuentos, encontré un aliado ante las noches de insomnio.
Por todo eso, y como cantara aquél, ¡Bravo por la música!
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Nota: Fragmento perteneciente al relato Que se llama soledad, incluido en mi libro El amor azul marino.

miércoles, 26 de mayo de 2010

El compositor de tormentas

Indudablemente el mundo literario, como cualquier otro mundo, está lleno de rumores. Uno de ellos tiene que ver con los premios que se convocan. De hecho hay quien cree en su injusticia por naturaleza, que vienen impuestos por las grandes firmas comerciales o, simplemente, que obedecen a favores debidos.
No niego que en ciertos casos pueda ser así, si bien mi experiencia desmonta esa generalización. La primera vez que presenté un manuscrito a un concurso literario, sin conocer a nadie del jurado ni tener la menor idea de los entresijos editoriales, lo acabé ganando. Y la segunda, en similares circunstancias, alcancé la condición de finalista. Es cierto que en ambos casos se trataba de certámenes modestos, pero también lo es que los galardones concedidos se basaron en lo que debían de basarse: en la literatura.
Tras este preámbulo, considero que el Premio de Novela Ciudad de Torrevieja se ha convertido por méritos propios en uno de los más prestigiosos de España. El finalista de su última edición es el escritor riojano Andrés Pascual con la obra El compositor de tormentas. Según reza en su contraportada, “una apasionante aventura sobre la necesidad de creer en tus sueños”. La leí por recomendación de un amigo, músico de profesión, a quien le había gustado. Sinceramente y sin más dilación diré que a mí también. Porque en ella se conjugan una sucesión de detalles que convierten las vivencias del joven Matthieu (aspirante a la orquesta real de Luis XIV de Francia) en una gran historia: amor y sensualidad, un argumento original plagado de requiebros que sorprenden, una aventura entre pasajes tan exóticos como peligrosos, esa intriga mantenida sobre el trasfondo de un crimen, los misterios de la alquimia bajo la atenta mirada de Newton… y por supuesto la música, auténtica esencia del alma. No en vano, las descripciones y el ritmo de la primera parte de esta novela que se desarrolla entre París y Versalles resultan excelentes. Muy por delante del viaje posterior en un barco pirata (tal vez los capítulos que menos me han convencido) y lo que luego pasará en Madagascar (con una ambientación tan cuidada como conseguida).
Cierto que a veces todo ocurre demasiado fluido, demasiado deprisa, dando la impresión de que es el final quien condiciona tal ritmo y sus personajes. Un desenlace que admitiría otras muchas opciones; pero acorde con una historia tan llena de romanticismo quizá sea el único posible.
En definitiva y en mi opinión, El compositor de tormentas es un libro que entretiene, fácil de leer y difícil de dejar, que hace honor al galardón obtenido y que hace a su vez más grande al Premio que le han dado.

domingo, 23 de mayo de 2010

En noches como ésta...

Aquella maestra de pelo recogido, mi primera maestra, decía que yo tenía mucha imaginación. Era el niño que más animales inventaba en una hoja de papel, el único capaz de hacer disfraces de las bolsas de basura, quien mejor justificaba por qué no había acabado los deberes.
La noche que nos explicó las estrellas del firmamento le puse nuevo nombre a cada constelación: Gacela Bonita, Cisne Mediano, Morsa del Sur. Así la Osa Menor no estaría tan solita.
Y la mañana que dejamos el pueblo, camino de la ciudad, se lo expliqué a mis hermanos de tal forma que vivieron el trayecto como una aventura en un parque de atracciones.
Sin embargo, fue precisamente en la ciudad donde descubrí que no todos comprendían ese juego. Allí, con otra escuela y otros compañeros, las cajas de cartón no podían ser castillos y nadie en su sano juicio se atrevería a pintarle amigos a la Osa Mayor.
El Canillas, uno de los alumnos repetidores de mi clase, lo dejó muy claro desde el primer día:
- No permito ninguna tontería... Aquí quien manda soy yo.
De modo que si decía que hacía calor, hacía mucho calor. Y si afirmaba que un palo no era más que un palo, yo negaba que pudiera transformarse en la mejor de las varitas.
Una tarde, en clase de matemáticas, mi nueva profesora se sintió indispuesta. No sabía yo que las sumas y las restas fuesen tan nocivas para la salud. Tuvo que salir del aula pero antes, para sorpresa de todos, me hizo responsable de la misma.
- Regreso en cinco minutos -indicó-. Quiero que estéis quietos y en silencio. Si alguien habla, apúntalo en la pizarra.
Menudo compromiso. Apenas cerrar la puerta, el Canillas y sus secuaces ya estaban subidos a los pupitres. Martita rompió a llorar. ¿Por qué lloras Martita? Y Anselmito pidió permiso para salir a hacer pis. ¿No puedes aguantarte? La causa estaba perdida.
Entonces me dio por imaginar y compartir lo que imaginaba con aquellos niños. Les conté una historia sencilla. No recuerdo bien de qué, pero era muy sencilla. Y para mi asombro, empezaron a escuchar. El Canillas propuso revolver los cajones de la mesa pero todos, absolutamente todos, le ordenaron callar.
Al volver la maestra quince minutos después (¡ya intuía yo que con cinco no tendría tiempo de nada!) el aula estaba en silencio, los chavales absortos con la trama, la pizarra sin nombres. Martita sonreía y a Anselmito se le habían pasado las ganas.
¡Misión cumplida!, suspiré con alivio.
Todavía hay veces, cuando la vida me pone ante algún compromiso, que recuerdo aquella anécdota. Noches como esta noche, con la Osa Menor jugando en el cielo, en las que me da por imaginar...

Nota: Fragmento perteneciente al cuento El alquimista de las emociones, incluido en mi libro El amor azul marino.

viernes, 21 de mayo de 2010

Escribir en tiempos de crisis

Según datos del Instituto Nacional de Estadística, en el 2009 la producción editorial en España disminuyó un 13,7% respecto al año anterior, siendo el ejercicio en el que menos libros se publicaron de la última década. De manera paralela asistimos a una sucesión de librerías que cierran por la caída en las ventas, a un recorte presupuestario en los eventos relacionados con la Literatura, a una lista de editoriales que simplemente desaparecen (es el caso de Amares, con quien publiqué mi primera obra). Hay certámenes de prestigio, como el Premio Caja España 2010 de Libros de Cuentos, que reducen la cuantía de sus premios respecto a ediciones pasadas. E incluso algunos, como el VI Certamen de Poesía “Vicente Presa” (organizado por la Concejalía de Educación y Cultura del Ayuntamiento de Mostotes), que se han suspendido por razones económicas.
En este contexto crecen más si cabe las dificultades para el joven escritor que quiere publicar su obra. A nadie o casi nadie le interesa lo que escribe. A pesar de su valía, los manuscritos aguardan confinados en el cajón de unos editores que nunca le leerán. Más que de talentos, lo que realmente vivimos es una gran crisis de oportunidades. Y es que en este terreno, como en todos, las crisis son así: tremendamente injustas.
Quizá por eso, ahora más que nunca, toca no resignarse, seguir fiel a un estilo, creer con devoción en uno mismo y no dejar de ser imaginativos. Al fin y al cabo, como decía Albert Einstein, “en los momentos de crisis sólo la imaginación es más importante que el conocimiento”.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Los Diez Mandamientos del escritor de ficción

La escritora estadounidense Nancy Kress, ganadora entre otros de los premios Hugo y Nébula de Literatura, ha redactado también su particular tabla de mandamientos a la hora de ponerse ante un folio en blanco. Por si acaso, tomamos nota:

1. Escribe regularmente. Si no tienes mucho tiempo, escribe al menos cinco minutos por día.
2. Escribe el tipo de ficción que amas leer.
3. No esperes a la inspiración para comenzar.
4. Escribir es reescribir. Siempre.
5. Escucha todas las críticas con la mente bien abierta.
6. Lee todo lo que puedas. Y más también.
7. No sigas las tendencias en boga. Cuenta las historias que desees y como desees.
8. Dedica especial atención al primer párrafo. El que pega primero, pega dos veces.
9. Trata de "convertirte" en tus personajes mientras los escribes.
10. No te desanimes ante un rechazo. Al 90 por ciento de los escritores más exitosos les dijeron al menos una vez que se dedicaran a otra cosa.

lunes, 17 de mayo de 2010

"Mi planeta de chocolate" según Mercedes Pinto

Mi planeta de chocolate es un canto a la esperanza, a la fe en que todas las cosas buenas están a nuestro alcance. Es la historia de Benito, desde que es abandonado en una inclusa hasta que llega a la vejez; su viaje en el espacio y tiempo. No quiero desvelar el argumento, que es en sí mismo una aventura que se disfruta y de la que se aprende; pero no puedo dejar de contaros que está lleno de ternura, de frases sabias que son perlas desparramadas por toda la novela, de la documentación y, sobre todo, tengo que contaros que es de esos libros que hablan de niños que realmente hablan como niños. Tal vez por esto destila tanta ternura y llega directamente al corazón. No hay texto más decepcionante que aquél en el que los niños protagonistas parecen viejos. Hay que llevar un niño dentro para hablar como un niño, y ser muy inteligente para conseguir que el lector conecte con el corazón de los personajes.
Dice Manuel de él mismo que tiene una pluma algo peculiar, pero yo añado que para nada complicada, muy al contrario, su texto fluye sin encontronazos, con un lenguaje muy cuidado y un ritmo suave y mantenido. Hay una frase que se repite en el libro que cobra un profundo sentido cuando lo lees: “Cuando tengas que elegir entre dos opciones, toma siempre la que tenga chocolate”. ¿No sentís curiosidad por saber por qué? Os adelanto, es un libro delicioso, como el chocolate.

Nota: Reseña de la escritora Mercedes Pinto (autora de esa preciosa novela, La última vuelta del scaife), que podéis encontrar en su blog: http://www.mercedespinto.com/.

jueves, 13 de mayo de 2010

Un regalo con amor azul marino

Aunque esté aquí por motivos de trabajo, hoy es festivo en Santiago de Compostela. Una ciudad pintada de lluvia, peregrinos y encanto, desde la que quiero agradecer todos los mensajes recibidos con motivo de la obtención de uno de los Premios Ulysses.
Aprovechando la magia del lugar, me gustaría también compartir otras tres felicitaciones:
1.- A la Librería París de Zaragoza, por haber obtenido el Premio 2009 a la trayectoria profesional en el sector del libro en Aragón.
2.- Al programa Sexto Continente (Radio Exterior de España), dirigido por mi editor Miguel Ángel de Rus, tras haber batido esta semana su registro de visitas y audiencia.
3.- A mis amigos Mónica y Iago, quienes ayer me anunciaron su próxima boda pidiéndome como regalo ese cuento mío que tanto les gusta: El amor azul marino.
Mi más sincera felicitación para todos. Y aun a sabiendas de que ya estuvo aquí en su día, este cuento va por ellos...

Dios hizo el mundo en seis días y el séptimo descansó. En un alarde de imaginación creó las estrellas, las nubes, el hombre, la mujer. Apenas había dormido y, sumido en su cansancio, se acostó sin pintar las cosas.
Paradójicamente había creado el Arco iris, y en él cada uno de los colores. Sin embargo, el resto del mundo se debatía en una gama de grises impropia de un trabajo tan extraordinario.
Aquellos colores decidieron avisar al Señor de tal circunstancia, advirtiendo que el universo sería más bonito si pudieran pintarlo a su albedrío. Pero Él dormía plácidamente y no le quisieron despertar.
Fue entonces cuando al Fucsia, el más original entre ellos, se le ocurrió una idea estupenda:
- ¿Por qué no lo pintamos nosotros y sorprendemos a Dios cuando se despierte?
Su iniciativa fue acogida con alegría y todos los colores expandieron sus pinceles: sobre los ríos, las estrellas, los amaneceres. Aunque, sin orden alguno, superpusieron sus tonalidades llenando la galaxia de borrones.
Fue entonces cuando el Fucsia, el más original entre ellos, tuvo una nueva ocurrencia:- Haremos un sorteo de manera que cada uno de nosotros, conforme vaya saliendo, pintará con su gama aquel objeto que elija.
Pese a las reticencias del Gris, rey de reyes en un país de claroscuros, la idea fue aprobada por mayoría. Así que metieron el nombre de cada color en una saca y dio comienzo el sorteo.
El primero en salir fue el Azul:
- ¡Qué suerte la mía! -dijo dando saltos de contento-. Porque yo quería pintar el mar…
Y el Azul pintó el mar.
El segundo fue el Verde:
- ¡Qué suerte la mía! -repetiría también con regocijo-. Porque yo quería pintar los campos en primavera…
Y el Verde pintó los campos en primavera.
Tercero, el Amarillo:
- ¡Qué suerte la mía! Porque yo quería pintar el sol…
Y el Amarillo pintó el sol.
Y así, uno a uno, fueron saliendo todos los colores para acabar rotulando todas las cosas.
¡Qué bonito ha quedado el mundo! Tan lleno de luces, contrastes, tonalidades. Pero Dios seguía durmiendo.
- ¿Qué hacemos?, ¿le despertamos?
- No -dijo el Fucsia, el más original entre ellos-. ¿Por qué no hacemos tiempo y pintamos también los sentimientos? Así su sorpresa será mayor cuando se despierte.
El Gris objetó pues, en su opinión, algo tan banal no merece semejante privilegio. Sin embargo, la propuesta fue aprobada por mayoría.
Decidieron entonces utilizar el mismo sistema que el habido para las cosas. De manera que, tras meter el nombre de cada color en una saca, dio comienzo otro sorteo. Esta vez, el primero en salir fue el Rojo:
- ¡Qué suerte la mía! -exclamó satisfecho-. Porque yo quería pintar la pasión…
Y el Rojo pintó la pasión.
El siguiente fue el Verde.
- ¡Qué suerte la mía! Porque yo quería pintar la esperanza…
Y el Verde pintó la esperanza.
En tercer lugar salió el Gris que, ante su enfado, decidió colorear la Indiferencia (por eso las personas indiferentes resultan ser tan grises). Y así, uno a uno, fueron asomando los colores hasta llegar al que cerraba lista.
En esta ocasión, y a diferencia de lo ocurrido en el primer sorteo, el Azul salió en último lugar correspondiéndole el único sentimiento que faltaba por escoger. El más esquivo, el más complejo, el menos maleable: el Amor.
Cuando el Creador despertó de su letargo quedó admirado con lo que contemplaba. Su obra era un panel de contrastes que desbordaba belleza por todas sus aristas. Tal vez Él habría teñido el cielo de Naranjas o la amistad con tintes Violetas, pero quiso respetar lo que en su reposo le había regalado el Arco iris. Tan sólo pidió a sus colores que siempre, en cada momento, fueran coherentes con la elección que hubiesen realizado.
Por eso el Amor y el Mar son tan similares; porque ambos fueron elegidos por un color que nunca se olvidó de aquella petición: el Azul. Ambos son fuentes de vida y, pese a ello, capaces de matar. Sucumben al hechizo de la luna, dan coartada a los amantes, inspiran a los poetas que pretenden describirlos, a los pintores que tratamos de plasmarlo.
Y por ello, cuando un mar o un amor nace, constituye para todos un motivo de alegría.

sábado, 8 de mayo de 2010

Premio Ulysses a la investigación

De siempre lo he dicho: si la Literatura es mi devoción, la Medicina es mi vocación. Por eso, desde esa especialidad de Medicina Preventiva y Salud Pública, disfruto tanto con la realización de algunos proyectos de investigación en los que ando embarcado.
Como profesor del Instituto Universitario de Drogodependencias de la Universidad Complutense de Madrid, he mostrado gran interés por el estudio de las adicciones relacionadas con las nuevas tecnologías, en especial entre los más jóvenes: la telefonía móvil, los videojuegos, Internet... Uno de esos proyectos desarrollado en los centros de enseñanzas medias de la Comunidad de Madrid (junto a mi colega y amigo Antonio Pineyroa) acaba de ser galardonado con un tercer Premio Ulysses 2009 a la investigación, convocado por el Grupo CTO Medicina. De momento sólo hemos recibido la notificación oficial, pero prometo manteneros informados.
Sin duda se trata de un estímulo para seguir trabajando, de un motivo de alegría a compartir con todos los seguidores de este blog.

jueves, 6 de mayo de 2010

El castillo secreto

La primera vez que asistí a un filandón literario (esas sesiones a modo de cuentacuentos que de seguro acabarán siendo Patrimonio Intangible de la Humanidad) había tres narradores sobre el escenario: Luis Mateo Díez, Juan Pedro Aparicio y José Mª Merino. Desde su voz cercana y ante un teatro abarrotado, este trío de escritores consiguió los mayores aplausos de la tarde y, en mi caso, que me hiciera devoto de esa técnica de narración oral.
Hoy, muchos cuentos después, creo firmemente en el filandón, habiendo participado con historias propias o ajenas en varios de ellos. A veces, en recuerdo de esa tarde, acostumbro a incluir relatos de alguno de aquellos magos de la palabra... Como este titulado El castillo secreto, de José Mª Merino, académico con el sillón "m" de nuestra Real Academia de la Lengua.

El castillo se alza en esta misma comarca, pero no es visible en la vigilia. Para llegar a él hay que encontrar un camino que a veces se presenta durante el sueño, abriéndose delante de nosotros conforme avanzamos paso a paso.
El castillo no parece muy grande, pero tras el amplio vestíbulo hay muchos pasillos, en varios pisos, con innumerables puertas idénticas que dan entrada a las habitaciones. Yo conozco la habitación sin límites, donde se cae sin cesar, y la que da acceso a una escalera de caracol que nunca concluye. Conozco también la habitación de los susurros que no se pueden entender, la de las grandes sombras con formas monstruosas, la del reloj que marca cada segundo con una gruesa gota de sangre que salpica las paredes. Y está la habitación del mar de peces muertos, y la de los pájaros ciegos que revolotean sin rumbo. Yo conozco la habitación de las dunas, sembradas de esqueletos de exploradores perdidos, y la de las ciénagas, donde flotan ropas, sombreros, mapas. Ese castillo es peligroso, porque para salir de él es necesario despertar, y muchos no lo consiguen, aunque cada día los veas a tu lado y ellos y tú creáis que están despiertos.

martes, 4 de mayo de 2010

Decálogo del escritor

1º.- Cuando tengas algo que decir, dilo; cuando no, también. Escribe siempre.
2º.- No escribas nunca para tus contemporáneos, ni mucho menos, como hacen tantos, para tus antepasados. Hazlo para la posteridad, en la cual sin duda serás famoso, pues es bien sabido que la posteridad siempre hace justicia.
3º.- En ninguna circunstancia olvides el célebre díctum: "En literatura no hay nada escrito".
4º.- Lo que puedas decir con cien palabras dilo con cien palabras; lo que con una, con una. No emplees nunca el término medio; así, jamás escribas nada con cincuenta palabras.
5º.- Aunque no lo parezca, escribir es un arte. Ser escritor es ser un artista, como el artista del trapecio o el luchador por antonomasia, que es el que lucha con el lenguaje; para esta lucha ejercítate de día y de noche.
6º.- Aprovecha todas las desventajas, como el insomnio, la prisión o la pobreza. El primero hizo a Baudelaire, la segunda a Pellico y la tercera a todos tus amigos escritores. Evita pues, dormir como Homero, la vida tranquila de un Byron, o ganar tanto como Bloy.
7º.- No persigas el éxito. El éxito acabó con Cervantes, tan buen novelista hasta el Quijote. Aunque el éxito es siempre inevitable, procúrate un buen fracaso de vez en cuando para que tus amigos se entristezcan.
8º.- Fórmate un público inteligente, que se consigue más entre los ricos y los poderosos. De esta manera no te faltarán ni la comprensión ni el estímulo, que emana de estas dos únicas fuentes.
9º.- Cree en ti, pero no tanto. Duda de ti, pero no tanto. Cuando sientas duda, cree; cuando creas, duda. En esto estriba la única verdadera sabiduría que puede acompañar a un escritor.
10º.- Trata de decir las cosas de manera que el lector sienta siempre que en el fondo es tanto o más inteligente que tú. De vez en cuando procura que efectivamente lo sea; pero para lograr eso tendrás que ser más inteligente que él.
11º.- No olvides los sentimientos de los lectores. Por lo general es lo mejor que tienen; no como tú, que careces de ellos, pues de otro modo no intentarías meterte en este oficio.
12º.- Otra vez el lector. Cuanto mejor escribas más lectores tendrás; mientras les des obras cada vez más refinadas, un número cada vez mayor apetecerá tus creaciones. Si escribes cosas para el montón nunca serás popular y nadie tratará de tocarte el saco en la calle, ni te señalará con el dedo en el supermercado.

Nota: El autor de este decálogo, el narrador hondureño Augusto Monterroso (Premio Príncipe de Asturias de las Letras en el año 2000), daba la opción al escritor de descartar dos de estos enunciados y quedarse con los diez restantes.

domingo, 2 de mayo de 2010

A Dorita, mi madre

El penúltimo relato de mi libro El amor azul marino está dedicado a Dorita, mi madre.
Aun a riesgo de parecer retórico, no encuentro calificativos para describir a una persona tan extraordinaria, tierna, buena, cariñosa, humilde, dulce, generosa, sufrida, sincera, entrañable. Porque además de darnos todo y ser el eje de la familia, no hubo un solo momento que no estuviera ahí, pendiente de sus retoños, derrochando sentimientos y alegrías sin mayor interés que el nuestro.
Ella decía que a pesar del tifus de los cuarenta, su infancia fue feliz. Tenía la costumbre, diabólica costumbre en una criatura, de chuparse el pulgar de su mano derecha. Alarmados por ello, el maestro y el boticario decidieron solucionarlo según los cánones del momento. Cada vez que entraba en la escuela le colgaban dos tablillas a modo de peto en las que podía leerse: “Teodora, la chupona”.
En cualquier otro caso habría sido motivo de burla por el resto de la chiquillería. Pero aquella niña era tan especial que todos guardaron sus mofas para cuando el travieso de Carlitos se hiciera pis en la cama.
Mamá siempre quiso que yo escribiera. Tal vez por quedar huérfana tan niña y convertirse en mujer de forma precipitada, faltaron demasiados cuentos en esa infancia. No en vano, con doce años viajó sola del pueblo a la capital para trabajar como criada. Eran muchos en su casa y mi abuelo no tuvo más remedio que enviarla hasta allí.
Aunque sus señores presumían de ser gente de bien, sé por mis tías que pasó bastantes noches castigada en la cocina, y más de un seis de enero en el que los Magos de Oriente no se detuvieron en su habitación. Cenicienta sin hada, apenas se quejaba para no generar preocupaciones.
Quizá por haberlas anhelado de pequeña, se emocionaba tanto con las pocas historias que le relataba y que luego compartía con sus amigas de labor, de la gimnasia de mantenimiento, de sus cafés de los martes.
- ¡Todas hemos llorado!
Yo solía decirle que los artículos científicos que impone la Medicina eran otra forma de literatura que, en esos momentos y a fin de dar contenido a mi currículum, me interesaba mucho más.
- Ya escribiré en vacaciones -le respondía.
Ella, comprensión sin límite, simplemente sonrió.
El último presente que le hice en vida fue una bata de tonalidad azul. Se la compré por el Día de la Madre. Era de tela lisa, muy bonita, y le quedaba perfecta. Mil canciones, un amor inmenso, una paella junto a los suyos y la tarta de chocolate completaron el detalle. ¿Cómo pueden caber tantos besos en una celebración?
El destino, a veces tan injusto, no permitió que estrenase aquella prenda.
Creo sinceramente que mamá es de esas personas que por su talante merecía lo mejor. Si pudiera tornar al ayer le contaría un millón de cuentos que ella, de seguro, extendería a su entorno. Pero sé que prefiere que no me instale en el pasado y que cuanto haga sea mirando al mañana.
Estoy convencido de que desde allá arriba sentirá muy dentro cada una de estas páginas. Unas líneas pintadas de azul... ¡El color que tanto le fascina!