martes, 16 de septiembre de 2008

Mi abuelo y el mar

Pertenezco a una familia de cuentistas encabezada por mi abuelo Ildefonso. Un malagueño de mundo, marinero, flamenco por los cuatro costados, que renunció a sus coplas, su puerto y al sol de su Andalucía por una mujer tan mujer como mi abuela. Un hombre que nunca dejó de escribir, de cantar, de contar historias. Primero a ella; luego a ella y a sus hijos; después, a ella y a sus nietos.
A menudo le recuerdo sentado en una silla mientras los niños del barrio escuchábamos absortos las aventuras que narraba de su mar.
- ¡Qué suerte tienes! -decía con envidia mi amigo Angelito-. En nuestra casa nadie cuenta estas cosas.
En efecto: ¡qué suerte la mía!
Ildefonso concedía a ese mar tres características: ser azul, inmenso y libre. Nada luce color más bello, nada le iguala en grandeza, nada tan suyo ni tan de todos.
El verano que mis padres alquilaron un apartamento para pasar una semana en la playa, quedé paralizado. Era tanta la ilusión por ver ese escenario que mi abuelo describía, que se detuvieron todos los infinitivos. Y así, no pude reír, ni llorar, ni salir corriendo... y gracias a que existe el gerundio del verbo respirar porque podría haberme ahogado entre emociones.
Por fin, llegó el día: un domingo 17 de agosto de 1975. ¡Hay fechas que se quedan a vivir en la memoria! Al contemplar desde la ventanilla del SEAT-600 tal explosión de azules, sentí que mi yayo había dicho la verdad. Porque, ciertamente, desde aquella perspectiva el mar transmitía esas cualidades que nos contara con tanto cariño.
En cuanto bajamos a la playa, los tres hermanos corrimos a bañarnos. Gané yo, que por algo seré siempre el mayor. Y allí, por vez primera, estuve frente a sus olas.
Lo toqué, y sentí frío. ¡Qué pena! Algo tan bonito debería estar caliente.
Lo probé, y sabía salado. ¡Qué rabia! Algo tan hermoso merecería ser dulce.
Sin embargo, lo peor aún faltaba por llegar. Formando una especie de cuenco con las palmas de mis manos, intenté llevármelo conmigo. Y descubrí que el agua se escurría entre los dedos. ¡Qué desilusión! Algo tan bello merecería ser mío.
Amparado en mi niñez, rompí a llorar. Desde su balcón volvieron a entumecerse todos los verbos. El océano no es maravilloso, está lleno de defectos: frío, salado y ni siquiera se puede coger.
Ahogado por las lágrimas, justo cuando mamá extendía su toalla, recordé a mi abuelo y sonreí. Lo hice de corazón, de convicción. Porque en su recuerdo acababa de descubrir que el mar no era como yo quería: caliente, dulce y para mí. Sino, efectivamente, como él me había contado: azul, inmenso y, sobre todo, libre.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Uso problemático de Internet

Con el desarrollo de Internet y el crecimiento exponencial de su número de usuarios se vienen describiendo distintos trastornos psicológicos relacionados con un mal uso del mismo. Así, se ha llegado a estimar que de los más de 100 millones de internautas que hay en el mundo, un 10% podrían presentar algún tipo de conducta adictiva ante la red; y que unos 60.000 cumplirían en España los criterios establecidos al respecto.
Aun cuando estos datos puedan parecer exagerados, es evidente que tales trastornos resultan emergentes. Cada vez son más los profesionales sociosanitarios especializados en su abordaje; hay ya personas famosas que han reconocido padecerlos (como la tenista Serena Williams), grupos de autoayuda organizados (Internetadictos Anónimos), titulares de prensa al respecto (como los del diario italiano La República, recogiendo la noticia de que un joven que pasó tres días navegando por Internet fue hospitalizado por “confusión mental, alucinaciones y delirios”) e incluso sentencias judiciales retirando a unos padres la custodia de sus hijos por desatención, pues “no se despegaban del ordenador ni para comer”.
Según los expertos, una de las principales medidas preventivas ante este uso problemático de Internet es su empleo racional y el control de su exposición. Esto es, que el tiempo de conexión no exceda de las dos horas diarias, sin interferir con el sueño, con otras necesidades básicas, ni con las obligaciones que como persona el internauta pudiera tener.
En ello estamos...

domingo, 14 de septiembre de 2008

Adiós a la Expo

Zaragoza, 10 de Junio de 2008:
En apenas tres días se inaugura la Expo 2008 en Zaragoza, mi ciudad. Hoy estuve allí, en la prueba de carga (es el nombre que se han inventado para llamar a lo que siempre ha sido un ensayo general), como voluntario del centro de prensa. Ha llovido; no sé si mucho o poco, pero ha llovido mal. Todavía hay prisas, andamios, albañiles de mono y casco... mas el señor que nos atiende asegura sin vacilación que para este viernes todo estará terminado. Siempre ha sido así.
En el Pabellón de Zaragoza han hecho un guiño a la literatura en forma de vídeo. Se titula Zaragoza poética, y en él casi un centenar de maños plasman en apenas un minuto alguno de esos poemas que se quedan a vivir en la memoria. Yo soy uno de esos poetas, uno de esos mañicos. Me enteré, me inscribí y antes de que la duda hiciera que lo pensase, recité unos versos de mi abuelo. Si pasáis por allí me reconoceréis fácilmente: soy el de la bata blanca, pues fueron a grabarme al hospital.
Sólo quedan tres días y sigue lloviendo. Agua, sonetos y andamios por igual. Estáis invitados.

¡Cómo pasa el tiempo! Parece que fue ayer cuando escribí esta reseña y hoy la Expo alcanza ya su fin. Fueron 93 días de muchas cosas. Quizá sobraron colas, calor, empujones... Pero no ha faltado un ápice de ilusión.
En mi memoria queda la aventura de haber sido voluntario, el embrujo de El hombre vertiente, la primera ascensión a la Torre del Agua, los acordes en El iceberg. Me encantó el Pabellón de Marruecos, la originalidad de Kazakhastan, ese audiovisual de los japoneses, el corto de Saura. Y una vez más la fantasía del Circo del Sol que, como siempre, estuvo genial.
Esta noche será el fin de fiesta. Anuncian nubes y claros, mucha gente, fuegos de artificio.
Me da que esta Expo nos ha divertido. Ojalá sirva también para concienciarnos sobre un mejor empleo de los recursos de nuestra Tierra.

Y el Decálogo del perfecto cuentista

Hoy recojo en estas páginas el Decálogo del perfecto cuentista, de un genio llamado Horacio Quiroga:

1. Cree tanto en un maestro como en Dios mismo.
2. Cree que tu arte es una cima inaccesible. No sueñes en dominarla. Cuando puedas hacerlo, lo conseguirás, sin darte cuenta tú mismo.
3. Resiste cuanto puedas a la imitación; pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que cualquiera otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una ciencia.
4. Ten fe ciega no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas. Ama tu arte como a tu novia, dándole tu corazón.
5. No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra a dónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la misma importancia que las tres últimas.
6. Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: desde el río soplaba un viento frío, no hay en lengua humana otras palabras que las apuntadas para expresarla. Una vez dueño de las palabras, no te preocupes de observar si son consonantes o asonantes.
7. No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo.
8. Toma los personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos no pueden o no les importa ver. No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta; aunque no siempre lo sea.
9. No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino.
10. Al escribir, no pienses en los amigos, ni en la impresión que hará tu historia. Cuéntala como si el relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. Este es el modo de atrapar la vida en un cuento.

Nos seguimos contando...

viernes, 12 de septiembre de 2008

El decálogo del Amor

Incluido en el cuento La magia de las palabras, de mi libro Cartas para un país sin magia. ¡Tomad buena nota!

1. Magia para amar, sin otra razón que amarte.
2. Magia para querer a quien amo y a amar a quien quiero, expresando libremente mis propios sentimientos.
3. Magia para amar como elija: en silencio o a gritos, libre o dependiente, delante del mundo o desde mi intimidad. Incluso amando menos de lo que humanamente sea capaz.
4. Magia para que tú lo seas todo conmigo y yo no sea nada sin ti.
5. Magia para no amar a medias, sin tener que sentirte culpable. Para no amar como los cuerdos, ni por educación ni por conveniencia. Para no amar pensando en el recibo de la luz.
6. Magia para vivir de amor y por amor; también para caer de él y por él. Como diría el poeta, no es que muera de amor, muero de ti.
7. Magia para que el amor nos marque, pero no nos enmarque. Que siempre estemos a tiempo de cambiar.
8. Magia para que el amor sea valiente, aunque pueda darnos miedo. Para cometer errores y ser responsable de ellos.
9. Magia para que no te necesite si no puedo tenerte, para que me acuerde de olvidarte, para rendirme cuando te venza. Dándote lo mismo sin repetirme, siendo feliz sintiéndome tan triste, estando a tu lado sin estar contigo.
10. Magia para que si un día te vas, hasta mi teléfono móvil te eche de menos.

Imagen: En la cama (1893), de Toulouse Lautrec.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Cine y tabaco

Resulta evidente que en los últimos años las compañías tabaqueras han desembarcado en el séptimo arte. Así, por ejemplo, la hispano-francesa Altadis ha sido patrocinador, entre otros, de los festivales internacionales de cine de San Sebastián (incluyendo actividades complementarias, como su exposición fotográfica itinerante), Cannes y Marrakech. Ha colaborado con la Sociedad Estatal España Nuevo Milenio (mediante la organización de ciclos sobre Cine Español del Siglo XXI) y con Unifrance (institución encargada de la promoción del cine galo en el extranjero), ha convocado la Semana de Cine Hispano-francés y el Premio Altadis para Nuevos Directores, financia películas y cortometrajes (desde la oscarizada “Belle Epoque” hasta “La kedada”, una de las primeras experiencias de rodaje en formato digital del cine español) y se ha congratulado en sus páginas web de ese “compromiso en el ámbito cultural, en el que desarrolla una política de mecenazgo activa, diversa y original”.
En esa estrategia teñida de altruismo y aireada en todos sus medios, las empresas tabaqueras atisban una manera eficiente con la que promocionar sus productos (particularmente entre los más jóvenes), eludiendo de paso muchas de las restricciones legales vigentes al respecto.
Quizá por ello la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre otras instituciones, propone un cine libre de tabaquismo, primera causa de muerte evitable en el mundo y que sólo en España es responsable de más de 55.000 defunciones anuales.
Para pensar...

miércoles, 10 de septiembre de 2008

El Gran Capitán

Todo escritor empieza siendo lector. Y a veces, aun constituyendo una misma persona, los gustos de uno y otro resultan diferentes. Así, en mi caso, disfruto escribiendo cuentos, relatos cortos, vivencias reales o ficticias que invitan a distintos verbos: reír, sonreír, pensar, reflexionar. A través de mis renglones invento sucesos que nunca ocurrieron o que, paradójicamente, podrían pasarle a cualquiera. Exprimo mi memoria, doy el día libre a mi imaginación, pongo una frase, un poema de mi abuelo, y otro, y otra. Me apasiona sentirme cuentacuentos.
Sin embargo, como lector soy adicto a la novela histórica. Habrá quien me acuse de poco original, de apuntarme a la moda literaria... Y quizás no tenga más defensa que admitirlo: me gusta descubrir a través de sus capítulos la grandeza y las miserias de esos personajes de nuestra Historia.
Cuando acepté el reto propuesto por la Asociación Aragonesa de Escritores de comentar el libro El Gran Capitán (Edhasa), de Juan Granados (A Coruña, 1961), sentí un cruce de sentimientos: por un lado alegría, pues coincide con el género que acostumbro a leer; por otro preocupación, dado que luego debería escribir sobre ello.
Admito haber leído antes otros volúmenes de la serie Narrativas Históricas de la editorial Edhasa, pero nada de su autor. Y asumo también no saber de antemano de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, más allá de lo que aprendí en las clases del instituto. Por ello, el reto era doble.
Metido en él, me dejé sorprender por el contenido de sus siete capítulos, más epílogo y apéndice, destacando lo siguiente:

1. La historia que cuenta y que sin más dilaciones comienza en una batalla, en la isla de Cefalonia. Hablando de quien hablamos, no podía ser de otra manera. De hecho, las campañas militares de su protagonista establecen el hilo conductor de la novela. Al-Andalus, Sicilia, el Adriático, el Mediterráneo. Enfrentamientos enmarcados en una España recientemente sacudida por la Reconquista.
2. El personaje. La personalidad del Gran Capitán queda hábilmente reflejada. Él es el soldado, el mito, el hombre. Aquél capaz de diseñar la estrategia para una batalla o asesorar a un muchacho sobre el manejo del caballo en un tablero de ajedrez. Un ser duro pero reflexivo, inteligente a la par que afectivo, culto en su lenguaje y hábil con el arma. Un caballero de honor, capaz de faltar a su juramento si obligan las circunstancias. El autor narra sus relaciones: con reyes (destacando Fernando de Aragón, sólo previsible en su reproche inicial), embajadores, oficiales (los mejores capitanes de toda la cristiandad), demás subordinados (a quienes en más de una ocasión, además de dirigir, aconseja), aliados, enemigos... Granados no se queda en el héroe; y en su empeño, retrata a la persona.
3. El resto de actores. Desde su coronel de infantería Don Diego García de Paredes (magnífico militar, pésimo bailarín, siempre a su lado), hasta el ingeniero del ejército Pedro Navarro (tan lleno de excentricidades como eficaz en su misión), una sucesión de personajes adornan la vida de El Gran Capitán. Al igual que hace con éste, el autor ahonda en su personalidad, destacando sus virtudes y defectos. Por el contexto de la novela, hay además referencias a muchos y distintos pueblos: los turcos, los árabes del desierto, las gentes de la arrogante Venecia, los franceses... En caso de despiste, el Dramatis personae del principio facilita rápidamente su identificación.
4. El uso de su lenguaje. Ágil, dinámico, adaptado en los diálogos a nuestro tiempo y si procede con sentido del humor. Admito que debí buscar en el diccionario algunas palabras marítimas o castrenses, mas eso no va en los debes: lo entiendo como un uso adecuado, acorde con el léxico del momento. En él descubrimos que Granados no sólo tiene el don de narrar; también el de describir. Con gran dominio del verbo detalla la vida de campamento, la penuria de la tropa, el espectáculo de un desembarco, las dudas de la víspera.
5. Su final. Que sea el lector quien lo descubra.

En definitiva, una novela histórica de la que he destacado estos cinco puntos, avalada por una importante investigación previa (eso se nota desde la primera línea), que indaga en la persona y el personaje de su protagonista, y de la que podría decir muchas más cosas. No obstante, diré sólo una: a mí, me ha encantado.

martes, 9 de septiembre de 2008

Escritor, profesión de riesgo

Considero la de escritor una profesión de riesgo en España, por varios motivos:
1. Porque tenemos unas tasas de lectura que, aun habiendo mejorado, siguen muy por debajo de las medias europeas.
2. Porque en este contexto, prima descaradamente lo comercial frente a lo artístico.
3. Por las barreras impuestas a los nuevos escritores. Y así, si no eres previamente conocido, resulta habitual que las editoriales rechacen tu obra sin tan siquiera leerla, que de editarse haya mil pegas en su distribución y, en el supuesto de que una librería la adquiera, sea en número limitado y lejos de los expositores.
Otro problema añadido son las dificultades en su promoción. De hecho, los llamados medios de comunicación y muchos de sus "críticos literarios" sólo dedican su tiempo y espacio a los best-seller, a autores consagrados, a editoriales de peso. En este sentido, hago mía la carta del escritor y editor Miguel Ángel de Rus al diario ABC, denunciando una situación tristemente habitual en tantos y tantos medios. Una carta que dice así:

La actitud de la sección de Cultura de este periódico -no así de su suplemento cultural- habitualmente desprecia toda creación cultural aparecida en editoriales que no son las más grandes, o por expresarlo más claramente: se informa de lo que publican las empresas grandes que gastan dinero en publicidad en este medio. Esta actitud llega a su grado máximo en reportajes como éste que publican cada final de agosto, sobre las novedades de las editoriales: de una forma partidista y patética, sólo informan de lo que publican Planeta, Destino, Tusquets, Salamandra, Alfaguara, Plaza y Janés, RBA, Grijalbo, Seix Barral, Lumen y una o dos más. ¡Se acabó! Ni puñetero caso a las novedades de El Acantilado, Akal, Valdemar, Siruela, Lengua de Trapo, Ediciones Irreverentes, Castalia y otras editoriales que si bien son pequeñas o medianas publican libros que al menos valen tanto la pena como los que mencionan en su publireportaje. Y si pretenden que no es así, culturícense, y repasen el catálogo de estas editoriales. El prestigio se pierde día a día, cuando un medio se convierte sólo en defensa de unos intereses comerciales, con total desprecio de la verdad y de la información. Ya que el negocio es suyo, harán con él lo que quieran; si quieren informar sólo de quien puede gastarse la pasta en publicidad es su problema, pero ya no son un medio de información, sino un soporte publicitario. Respeto su condición de soporte publicitario, pero no que pretenda que eso es información. Miguel Angel de Rus, Ediciones Irreverentes.

Lo dije: ante tantas barreras e injusticias, la de escritor suena a profesión de riesgo.
Lo malo es que es un riesgo que me gusta.

lunes, 8 de septiembre de 2008

El síndrome postvacacional

Leo la noticia en Internet: "La mitad de los españoles sufre estos días el llamado síndrome postvacacional. Cansancio, falta de apetito y concentración, irritabilidad, ansiedad, tristeza, pasotismo… Según un estudio reciente, el 50% de los españoles padecen estos signos que se traducen en un estado de malestar genérico en el individuo debido a su incapacidad de adaptación al trabajo tras la finalización de las vacaciones".
Ayer domingo por la noche hablamos de eso en RCL-Zaragoza (FM-96.0). Jesús Jaime, director del programa La llave, tuvo la gentileza de invitarme a sus estudios para tratar este tema en fechas tan singulares. Allí compartimos tertulia con la psicóloga Pilar Baquero y todos sus oyentes, proponiendo una serie de consejos para superar semejante cuadro. De entre ellos, uno que no he podido cumplir: retomar la faena un día distinto al lunes, aminorando con ello el impacto psicológico de esa vuelta al trabajo.

¡Que mundo éste, que hasta las vacaciones tienen efectos secundarios!
Al menos, eso sí, alcancé en ellas el objetivo fijado: descansar.