sábado, 31 de diciembre de 2011

Feliz Año Nuevo

Jorge Luis Borges recordaba que su amigo Xul Solar solía aconsejar para Año Nuevo que lo que uno hiciera esa noche acabaría por convertirse en lo que haría durante el resto del año. Por eso el genial escritor argentino insistía en aceptar esa recomendación premonitoria, no yéndose a dormir sin antes escribir algunas líneas o ponerse a leer algún poema para que se cumpliera el presagio.
Sumido en esa dinámica, es probable que esta noche sonría junto a los míos. Ponga música de fondo, cantemos con alegría, cuente un cuento a los amigos, hablemos de nuestras cosas, haga una tortilla de patata, brindemos con salud… Y escriba alguna línea por el mero hecho de que me apetece. Todo para que a pesar de los malos augurios tengamos, merezcamos y disfrutemos de un Año Nuevo mejor. Desde el tercer piso, escalera izquierda, de mi corazón, ¡feliz 2012!

martes, 27 de diciembre de 2011

Cuentos del mundo para un fin de año

El próximo jueves 29 de diciembre, a las 19 horas, celebraré en la Librería Casla (C/ Velázquez 19, León) mi última sesión de cuentacuentos de este año. Se titula Cuentos del mundo, y desde ella os invito a un viaje imaginario por la literatura, la música y las imágenes de los cuatro continentes que he tenido la suerte de conocer. Habrá muchos niños, muchísimos libros, alguna sorpresa… Y por supuesto, miles de sonrisas en forma de relato que de seguro os atraparán. ¡Que todos tengamos un viaje feliz!

viernes, 23 de diciembre de 2011

Desde los versos de Benedetti, ¡Feliz Navidad!

Si cada hora viene con su muerte
si el tiempo es una cueva de ladrones
los aires ya no son los buenos aires
la vida es nada más que un blanco móvil
usted preguntará por qué cantamos

si nuestros bravos quedan sin abrazo
la patria se nos muere de tristeza
y el corazón del hombre se hace añicos
antes aún que explote la vergüenza
usted preguntará por qué cantamos

si estamos lejos como un horizonte
si allá quedaron árboles y cielo
si cada noche es siempre alguna ausencia
y cada despertar un desencuentro
usted preguntará por qué cantamos

cantamos por qué el río está sonando
y cuando suena el río / suena el río
cantamos porque el cruel no tiene nombre
y en cambio tiene nombre su destino
cantamos por el niño y porque todo
y porque algún futuro y porque el pueblo
cantamos porque los sobrevivientes
y nuestros muertos quieren que cantemos

cantamos porque el grito no es bastante
y no es bastante el llanto ni la bronca
cantamos porque creemos en la gente
y porque venceremos la derrota
cantamos porque el sol nos reconoce
y porque el campo huele a primavera
y porque en este tallo en aquel fruto
cada pregunta tiene su respuesta

cantamos porque llueve sobre el surco
y somos militantes de la vida
y porque no podemos ni queremos
dejar que la canción se haga ceniza.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Una entrevista deliciosa

Pregunta (P) ¿Dónde has nacido?
Respuesta (R) Nací en la Maternidad de Zaragoza, en plenas fiestas del Pilar de hace cuarenta y algún años… Luego pasé toda mi niñez en su barrio de la Química (actualmente La Almozara).
(P) Un recuerdo de tu infancia:
(R) Creo que tuve una infancia muy feliz pues me sobrevienen demasiados recuerdos entrañables: la emoción de cada noche de Reyes, los veranos en el pueblo con mis primos, la primera vez que vi el mar… Aunque tampoco puedo olvidar lo mucho que se esforzaron mis padres para que pudiera sentirla así.
(P) ¿Dónde vives ahora?
(R) En la ciudad de León, en mitad de su barrio más típico: el Barrio Húmedo. Me encantan sus tapas, su ritmo de vida, la cultura del filandón (reunión de personas para compartir cuentos). He de reconocer que, pese al frío en invierno, me ha acogido muy bien.
(P) Cuéntanos algo interesante que te haya ocurrido esta semana:
(R) Ocurrió ayer mismo. Tras impartir una de mis clases sobre epidemiología (disciplina ciertamente ingrata), decidí terminarla con un cuento. Suelo hacerlo a menudo para agradecer a los alumnos su atención. Ellos lo agradecieron con un aplauso.
(P) ¿Cuándo te diste cuenta de que lo tuyo era escribir?
(R) Todavía no estoy seguro de que lo mío sea escribir. Me encanta y por eso lo hago, aunque el día en que deje de gustarme o me quite de otras cosas más importantes lo dejaré. En cualquier caso, comencé a redactar después de que mis padres fallecieran en un accidente. Ellos siempre decían que escribía bien. Fue una especie de homenaje a su memoria, a la vez que una manera de plasmar en el papel aquello que sentía.
(P) ¿Escribes a mano o en el ordenador?
(R) Confieso que he sucumbido a las nuevas tecnologías: escribo en el ordenador. Sin embargo, siempre llevo encima una libreta de notas en las que apunto cualquier detalle que me inspira.
(P) ¿Tienes algún rincón o algún ritual especial que inspire?
(R) Sí. Desde que alguien me dijo que para que fuese bien mi carrera literaria debería apostar por el siete, soy un maniático de este número. Por eso los cuentos o capítulos de mis libros son múltiplos suyos. Otro ritual que cumplo: empezar a escribirlos en la noche del cinco de enero, por la magia que esta fecha conlleva.
(P) Un olor:
(R) El del campo después de haber llovido. Tengo la impresión de que así huele la vida.
(P) Una imagen:
(R) La de mi hijo Manuel sonriendo. Me transmite paz, plenitud y, sobre todo, muchísima alegría.
(P) Un cuento:
(R) Nombrar uno solo resultaría imposible. Cualquiera de Coelho, Benedetti, Borges, Cortázar, Bucay… De entre los míos, me quedo con el titulado “El amor azul marino”, por ser el primero que escribí. Sin ese primer paso no andaría por este camino.
(P) ¿Por qué nos recomendarías tus libros?
(R) Más que yo, preferiría que fueran mis lectores quienes los recomendasen. Lo que sí puedo decir de cada uno de ellos es que están escritos con y desde el corazón, siendo fiel a una máxima que me he aplicado desde que comencé: escribir para compartir.
(P) Si solo pudieras salvar tres libros...
(R) ¡Difícil dilema, pues hay tantas obras maravillosas! De entre esos tres estaría, sin duda, el Quijote. Después de salvarlos a ellos, me salvaría yo.
La pregunta de Anabel: “El amor azul marino” es un libro de cuentos, “Mi planeta de chocolate” narra la historia de un niño y del camino que recorre, al igual que en los cuentos el personaje realiza un viaje iniciático. ¿Cómo crees que los cuentos influyen en los niños y en los adultos? Los cuentos están llenos de posibilidades: permiten transmitir valores y cultura, entretienen, abren ventanas a la imaginación, a la reflexión… Tanto a pequeños como a mayores. Una vida sin que contemos o nos cuenten, no es vida. Además, como dice Jorge Bucay, los cuentos sirven para dormir a los niños y mantener despiertos a los adultos.
La pregunta de Ana: ¿Cuántos libros has escrito hasta el momento y tienes alguno en preparación? He publicado tres libros y he colaborado en distintas antologías de relatos. También me encanta sentirme cuentacuentos. “Siete paraguas al sol” será mi próxima obra; otra novela salpicada de cuentos que espero vea la luz en la próxima primavera.

Nota: Entrevista que me realizaron Ana y Anabel, amigas mías, admiradoras de los cuentos y administradoras del portal literario Aventarte, publicada en este la semana pasada. Mil gracias por tanta cercanía y por abrirme de par en par la puerta de vuestra casa.
Os adjunto su enlace:
http://aventarte.wordpress.com/2011/12/16/entrevista-a-manuel-cortes-blanco/#comments

jueves, 15 de diciembre de 2011

Un cuento, una sonrisa

Auspiciadas por la Asociación Aragonesa de Escritores en colaboración con ASPANOA, se vienen desarrollando en estos días las V Jornadas de Lectura de Cuentos Infantiles “Un cuento, una sonrisa”, dirigidas a niños ingresados en el Hospital Universitario Miguel Servet, de Zaragoza. Desde su ciber-aula al servicio de Oncopediatría, distintos autores leerán cuentos propios o ajenos -pero siempre divertidos- para pintar una sonrisa muy grande en esos pacientes tan pequeños. Miguel Ángel Yusta, Ana Tortosa, Luis Bazán, Mª Pilar Teresa Callizo, Manuel Forega, Mª José Pellejero o José Ángel Monteagudo son algunos de los escritores que participan en estas jornadas. Sea hoy mi felicitación y reconocimiento para ellos ante una iniciativa tan hermosa.

lunes, 12 de diciembre de 2011

La vuelta al mundo en casi 80 cuentos

No pudo ser. Al final mi nueva sesión de cuentacuentos La vuelta al mundo en casi 80 cuentos no estará entre las cuatro obras finalistas del VII Certamen de Monólogos Universidad Popular de Miguelturra, cuya gala se celebrará el próximo viernes en este municipio manchego. Sabía que era difícil, que la competencia sería mucha y la calidad de algunos participantes altísima. Por eso, pese a ello, estoy contento de haber concursado en tal iniciativa. También con el trato recibido por sus organizadores -en especial, desde el grupo de teatro Flauti Flauti-, con el trabajo realizado y por saber que con esta aventura imaginaria a través de la palabra he llegado hasta el final de la fase de selección.
Así que esa vuelta al mundo en casi 80 cuentos que nos llevará por cuatro continentes, tardará un poco más en estrenarse. Sea como fuere, que nadie se quede sin billete... Porque se trata de un viaje que, sin duda, os gustará.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Decálogo del cuento, por Julio Ramón Ribeyro

1.- El cuento debe contar una historia. No hay cuento sin historia. El cuento se ha hecho para que el lector a su vez pueda contarlo.
2.- La historia del cuento puede ser real o inventada. Si es real debe parecer inventada y si es inventada real.
3.- El cuento debe ser de preferencia breve, de modo que pueda leerse de un tirón.
4.- La historia contada por el cuento debe entretener, conmover, intrigar o sorprender, si todo ello junto mejor. Si no logra ninguno de estos efectos no existe como cuento.
5.- El estilo del cuento debe ser directo, sencillo, sin ornamentos ni digresiones. Dejemos eso para la poesía o la novela.
6.- El cuento debe sólo mostrar, no enseñar. De otro modo sería una moraleja.
7.- El cuento admite todas las técnicas: diálogo, monólogo, narración pura y simple, epístola, informe, collage de textos ajenos, etc., siempre y cuando la historia no se diluya y pueda el lector reducirla a su expresión oral.
8.- El cuento debe partir de situaciones en las que el o los personajes viven un conflicto que les obliga a tomar una decisión que pone en juego su destino.
9.- En el cuento no debe haber tiempos muertos ni sobrar nada. Cada palabra es absolutamente imprescindible.
10.- El cuento debe conducir necesaria, inexorablemente a un solo desenlace, por sorpresivo que sea. Si el lector no acepta el desenlace es que el cuento ha fallado.

El peruano Julio Ramón Ribeyro, considerado uno de los mejores cuentistas de la literatura latinoamericana y autor del decálogo, añadía al mismo un corolario: La observación de este decálogo, como es de suponer, no garantiza la escritura de un buen cuento. Lo más aconsejable es transgredirlo regularmente, como yo mismo lo he hecho. O aún algo mejor: inventar un nuevo decálogo.

martes, 6 de diciembre de 2011

Las pepitas de melón

En ese discurrir que marca la vida son muchas las personas que nos van dejando huella: aquel sabio profesor al explicar el universo con lentejas, un tal Miguel Labordeta que descubrí en clase de Literatura, ese primo mío con el que comparto confidencias, la hilandera de algún barrio de Kabul... Y es que hay gente que tiene el don de transmitirnos parte de sí mismo.
Resulta evidente que algunos más que otros; y que hubo quien me enseñó de tal manera su lección que jamás la olvidaré. Así ocurrió con mi primera maestra. La señorita Charito, a pesar de la redundancia, fue quien nos detalló el proceso de la concepción humana en aquella aula de segundo de EGB -la antigua Educación General Básica-. Solo a los pequeños, eso sí, que por entonces las niñas iban a otro colegio:
- Imaginaos que papá coge una semilla de melón y la pone en la tripita de mamá. Luego la riega, le da mimos, le hace carantoñas... Eso cada noche durante nueve meses, hasta que nace un precioso bebé.
Reconozco que aquella explicación me impactó de tal modo que siendo como éramos cinco de familia, sin posibilidad de compartir más espacio en el dormitorio, cada vez que mi madre ponía en la mesa una pieza de aquella fruta me afanaba por retirarle las pepitas:
- ¡Que no las vea papá -les decía a mis hermanos-, o nos veo durmiendo en el pasillo...!

Nota: Fragmento incluido en el prefacio de mi libro Cartas para un país sin magia, dedicado a Alma, Begoña, Blanca, Eva, Ruth, Iñaki, José, Rubén, Santi y Vicen, con los que hoy hemos compartido comida, tertulia y sobre todo amistad.