martes, 27 de noviembre de 2018

Una tarde con Anna Ferrer

Anna Ferrer, esa arquitecta de sueños imposibles, Presidenta y Directora ejecutiva de la Fundación Vicente Ferrer, acudió ayer a un encuentro con voluntarios y colaboradores en la Colegiata de San Isidoro de León, al que tuve el honor de asistir. Sin duda, fue una vivencia mágica que compartí con muchos amigos solidarios -mil gracias, Javier, por acompañarme- y en la que descubrimos a una persona que rebosa paz, sencillez, ilusión.
Allí nos transmitió sus impresiones, su fe en esa Providencia que acostumbra a parecer casualidades, lo mucho que han construido, lo muchísimo que aún les queda por construir... Y los voluntarios le contamos nuestras iniciativas: la de ese peluquero que pone mechas con fines altruistas, la de aquel instituto berciano que consiguió bicicletas suficientes para que varias decenas de niños pudieran ir al colegio en Anantapur, la de esos corredores que recorren la India cada año en aquella ultramaratón...
Anna Ferrer: siempre cercana, siempre soñadora, siempre generosa. Jamás ha flaqueado en su lucha contra la pobreza extrema. Me encantó ese minuto en el que pude hablar personalmente con ella y me dio su impresión sobre mis libros. Los ha leído todos, y todos están allí, en esa biblioteca de su Fundación que han levantado con tanto cariño. Y es que, como ya dijera el propio Vicente y alguien recordó a renglón seguido, "la utilidad de los libros es inmensa, porque ayudan a las personas a entender y descifrar sus corazones".

lunes, 26 de noviembre de 2018

En el III Festival Solidario de Navidad

Este próximo sábado 1 de diciembre, a partir de las cinco de la tarde en el polideportivo leonés de Ventas Oeste, se celebrará el III Festival Solidario de Navidad. En él habrá pintacaras, espectáculo de magia, mercadillo solidario, chocolatada... Y por supuesto, cuentacuentos.
Sin embargo esta vez, a diferencia de las dos ediciones anteriores, dicha actividad no correrá de mi cuenta pues he preferido participar como miembro de la asociación EducAmor? en una actuación de danza y pintura que realizaremos junto a todos los chiquillos asistentes.
Será a beneficio de Cáritas-León.

viernes, 23 de noviembre de 2018

Ese invitado llamado Mar


Cuenta una leyenda aquí, allá y aún más allá, que hace mucho tiempo –tanto que ya casi ni me acuerdo-, el Sol y la Luna se casaron, yéndose a vivir juntos a una preciosa casa ubicada en la Tierra. Ambos fueron siempre muy hospitalarios, de modo que por aquel salón pasaron la mayoría de sus amigos: el Desierto, las Estrellas, alguna Nube perdida…
Cierto día, decidieron invitar al señor Mar a tomar en ella una taza de café. Este agradeció sinceramente el ofrecimiento, si bien se excusó para no ir. Ante la insistencia de la pareja, no tuvo más remedio que decirles:
- Ustedes son muy amables abriéndome las puertas de su casa, pero me temo que siendo yo tan inmenso nunca podré entrar.
- ¿Acaso cree que vivimos en un edificio diminuto? –preguntó algo molesta la Luna.
- ¿Acaso nuestro hogar no resulta lo suficientemente grande para usted? –le siguió el Sol, frunciendo el ceño.
El Mar se excusó mil veces, agradeciendo el detalle pero reafirmando que entre aquellas paredes él no cabría. No obstante, tanto y tanto le insistieron argumentando que habría espacio más que suficiente, que finalmente decidió entrar.
En verdad que aquella morada era enorme, extendiéndose más allá del horizonte. Despacio y en silencio, el Mar fue pasando por tantas habitaciones, ante la mirada complacida de sus anfitriones:
- ¡Ve como el inmueble era realmente amplio! –exclamó orgullosa la Luna-. Con tanto espacio, no hay nada de qué preocuparse.
- ¡Apenas he accedido! –respondió su invitado.
Y ocurrió que, poco a poco, el agua empezó a cubrirlo todo: el sótano, el entresuelo, los cuartos de la primera planta, los dormitorios de la segunda… Cien olas se escaparon por las ventanas, mil peces hacían ronda desde el salón. Mientras, ambos astros buscaban refugio en los pisos superiores. Tanto y tanto ascendió el nivel de las aguas, que los dos acabaron subidos en el tejado.
Cuando estaba todo inundado, el Mar reconoció que aún faltaba por entrar más de la mitad de su caudal. Sin pretender ser descortés, el Sol le permitió seguir pasando, mientras ellos se iban elevando más y más. A pesar de todo, se mostraban tranquilos; ¡si agobiarse sirviera al menos para ganar tiempo al tiempo!
- No se preocupe, que seguro que cabemos todos –advirtió temeroso el Sol.
- ¡Cada vez falta menos! Son ustedes muy amables –repetiría el Mar.
Y tanto tantísimo subió el nivel de aquellas aguas, que ambas luminarias no tuvieron más remedio que ascender hasta el cielo.
Desde entonces viven allí, como colgadas por una chincheta, pero sin perder de vista a esa Tierra que tanto quieren y en la que un día formaron su hogar. Siguen siendo tan gentiles como entonces, brindando su luz a quien más la necesita. Y a pesar de lo ocurrido, guardan una relación cordial con el Mar quien, agradecido como el que más, les saluda cada día a través de las mareas.
Hay cuentos que empiezan bien, algunos que acaban mal, unos que se pintan de arcoíris… ¡y otros que llegan al fondo del mar!

Nota: Cuento titulado Ese invitado llamado Mar, basado en una leyenda nigeriana e incluido en mi libro Catorce lunas llenas.

martes, 20 de noviembre de 2018

Los riesgos de tantos fakes

Tras un trabajo exhaustivo en el que nos embarcamos hace ahora diez años mi colega y amigo Antonio Piñeyroa y yo a propósito del uso problemático de Internet, ya alertábamos sobre los riesgos que entrañaba para los adolescentes el abuso de las nuevas tecnologías. Por aquel estudio ambos fuimos reconocidos con un Premio Nacional Ulysses a la Investigación.
Últimamente ando metido en el análisis de los fakes o noticias falsas que circulan por la red. Cada vez son más frecuentes, cada vez se utilizan más: manipulando la opinión pública, siendo un elemento político subversivo, generando tendencias... desinformando en general. Con un riesgo añadido: esos bulos nos atraen y se comparten con una frecuencia significativamente mayor que las noticias verdaderas.
En estos últimos días, leíamos que en una aldea mexicana dos hombres habían sido linchados y quemados vivos por una multitud que les había confundido con secuestradores de niños. El rumor se extendió como la pólvora a través de las redes sociales, atenazando su sentido común y haciendo que se tomaran la Justicia por su mano. Murieron dos inocentes.
Quizá sea un caso extremo, pero es que las consecuencias de esas noticias sin contrastar que a menudo se llenan de "Me gusta" y "Compartido" pueden llegar a ser tremendas. ¡Advertidos quedamos!

lunes, 19 de noviembre de 2018

"Diminutivo", de Títeres sin cabeza

Últimamente me estoy haciendo un experto en espectáculos infantiles. A fin de cuentas, gran parte de mi agenda me la marcan mis hijos... y a ellos no se les escapa ninguno.
Desde esa perspectiva de adulto, considero que los hay de todo tipo. Confieso que alguno me parece demasiado simple, pero que otros muchos me resultan superlogrados. Entre estos últimos, citaría al que asistimos este sábado pasado en el Teatro San Francisco, de León. En concreto el titulado Diminutivo, interpretado por la compañía aragonesa Títeres sin cabeza, y dirigido básicamente a niños de entre dos y cinco años.
Todo ocurre en un pueblo muy pequeño, ante una puesta en escena de lo más original. De hecho, los espectadores estamos ahí mismo, subidos sobre el escenario.
Su historia, sus diálogos -incluida la actriz que los reproduce utilizando el lenguaje de signos-, su simpatía... consiguieron que a mi hija Amalia le gustara así de mucho y que yo la recomiende expresamente para esos pequeños a quienes va dirigida.

lunes, 12 de noviembre de 2018

La faena del leñador

Hace muchos, muchísimos años, en mitad de un frondoso bosque, vivía un leñador con su mujer. Cuentan que era tan trabajador que apenas guardaba descanso, de manera que salvo a cortar arbustos, comer deprisa y dormir poco, no dedicaba tiempo a ninguna otra actividad.
Su mujer se sentía muy sola entre tanta madera y tan poca compañía, por lo que intentó hablar con su marido en numerosas ocasiones para que cambiara de actitud; pero este no le escuchaba, alegando una y mil veces que tenía que trabajar.
Cierta noche de soledad, la mujer pidió en sus oraciones que ocurriese algo para que aquella situación cambiase. Y algo sucedió… De manera que a la mañana siguiente, aun siendo domingo, el hombre salió de casa con el hacha al hombro, dispuesto a cortar los árboles de una vereda. Mientras caminaba hacia la misma, se le apareció un señor:
- ¡A los buenos días! –le saludó en tono respetuoso, haciéndole un gesto con la mano para que parase.
- ¡A los buenos días! –respondió el leñador-. No puedo entretenerme mucho que aún queda faena por hacer.
- ¿Quizá necesite algún tipo de ayuda?
- Ninguna –declaró contundente-. No quiero que haga por mí lo que pueda hacer yo.
- ¿Y cómo es que trabaja siendo festivo? ¿Acaso no sabe que hasta el propio Dios descansó ese día después de crear el mundo? ¿Nadie le habló de ese mandamiento de santificar las fiestas?
- ¡A mí déjeme en paz, que lo mismo me da que sea una fecha que otra! –respondió malhumorado-. ¿Acaso en el cielo hay calendarios con números rojos? En lunes o en domingo, lo único que quiero es trabajar.
Con frecuencia, en cabezas como un melón solo caben cerebros como una nuez.
Y realizando un ademán con el mango de su hacha, intentó apartar a aquel hombre para poder continuar con su camino.
Cuentan que en verdad aquel señor que se le había aparecido no era otro que el mismísimo Dios quien, al verlo tan agresivo y tan enfrascado en sus pretensiones, decidió darle un escarmiento:
- Puesto que es eso lo que realmente quieres, y que para ti no hay nada más importante, nunca dejarás de trabajar –sentenció-. Llevarás eternamente un haz de leña sobre tus hombros… Y vivirás siempre en la luna, para que sirvas de escarmiento a quienes anteponen su trabajo a su vida, hasta el punto de no guardar descanso ni siquiera cuando deberían descansar.
Por eso desde entonces, cuando observamos la Luna, se aprecia claramente entre sus manchas a aquel obstinado leñador portando unos troncos sobre su espalda, mientras repite a quien le saluda:
- ¡A las buenas noches! No puedo entretenerme mucho que aún queda faena por hacer.
Definitivamente, lo que dicen de ti no es verdad… pero se parece a la verdad.
Así que levanten el culo de sus asientos que esta historia terminó. Ahora un vaso de leche con galletas… ¡y a hacer bien la digestión!

Nota: Leyenda leonesa versionada -con ilustración del genial Lolo- incluida en mi libro Catorce lunas llenas.

viernes, 9 de noviembre de 2018

En el III Curso de Innovación y Avances en Vacunas

Dado que la formación continuada resulta fundamental para el ejercicio de cualquier profesión, ayer asistí en Valladolid al III Curso de Innovación y Avances en Vacunas, organizado por el Instituto de Estudios de Ciencias de la Salud de Castilla y León. En él se actualizaron distintos aspectos relacionados con las vacunas, compartiendo de paso conversación con otros sanitarios de mi Comunidad y asistiendo a las ponencias de autores de primer nivel como Julio Vázquez (Instituto de Salud Carlos III), Elisa Garrote (Hospital Universitario de Basurto)... o Ignacio Rosell (Consejería de Sanidad, Junta Castilla y León), quien impartió una charla sobre las estrategias de intervención ante dudas parentales en vacunación infantil, que sencillamente me apasionó. En ella se insistió en la importancia de la persuasión y en las evidencias existentes en contra de tantos miedos a la hora de vacunarse. Tomé buena nota.
Ahora toca asimilar lo recibido y seguir trabajando cada día por una Salud Pública mejor.

miércoles, 7 de noviembre de 2018

De impuestos, hipotecas y colores

En uno de mis cuentos titulado El príncipe sin color, de esos que comparto con los niños en cada sesión de cuentacuentos, habita un gobernante obsesionado con acaparar en palacio las distintas tonalidades del arcoíris. A lo largo de la trama y a fin de alcanzar tal objetivo, se deja asesorar por distintos personajes. Uno de ellos es un prestamista, quien le recomienda aumentar los impuestos de sus ciudadanos a fin de poderse comprar más colores. No importa si no parece justo, no importa si el arcoíris es patrimonio de todos; ni siquiera si dejará sus calles plagadas de grises... Al final, lo único que les mueve es que cada uno podrá tener más de lo que tiene.
Leyendo y releyendo las noticias de ayer relacionadas con el cambio de criterio del Tribunal Supremo y su decisión de que el Impuesto de Actos Jurídicos Documentados vinculado a las hipotecas lo acabe pagando el cliente, me viene a la mente esa historia. No importa que se desdiga de una sentencia previa emitida hace menos de un mes por su Sección especializada en tributos, no importa que la misma se revisara de manera urgente minando su propia credibilidad, no importa que la Banca sea la principal interesada en mantener dicho impuesto, no importa que parezca tan radicalmente injusta...
De entre esos titulares que leía, hubo uno que resume esta sensación generalizada: "El Alto Tribunal cae muy bajo". A pesar de la grisura generada, aquel prestamista de mi cuento ha despertado contento. A fin de cuentas -¡que no de cuentos!- hoy subirá la Bolsa. Lo que aún no sabe es que ni esta historia ha terminado ni permitiremos que nadie nos deje sin arcoíris.       

martes, 6 de noviembre de 2018

En el VIII Concurso de Relato Breve "Dr. Zarco"

Se acaba de fallar. Tras el acto de entrega del VIII Concurso de Relato Breve "Dr. Zarco", celebrado en el Aula Profesor Durán Sacristán del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, no he podido superar la condición de finalista entre las 139 obras presentadas procedentes de quince países, a pesar de que la mía resultó seleccionada para el desenlace de esta mañana.
En cualquier caso, me siento feliz por intentarlo. Y desde ese sentimiento, quisiera dar las gracias a cuantas personas me han ayudado en ello: a mi colega Félix Maimir, a nuestra enfermera amiga Ruth Orejas, a esa queridísima Sagrario de la Encina que hoy asistía a dicho acto en mi nombre... Y por supuesto a todos los sanitarios, hombres y mujeres que con su trabajo tratan de mejorar la vida de los demás, a quienes va dedicado este relato.

viernes, 2 de noviembre de 2018

Rafael Gómez-Lus, DEP mi querido Profesor

Leo con tristeza que D. Rafael Gómez-Lus, investigador y microbiólogo que fuera catedrático de Microbiología, Parasitología y Medicina Preventiva en la Facultad de Medicina de Zaragoza, falleció anteayer a los 87 años de edad. Sin duda, uno de los mejores profesores que he tenido en mi vida.
Durante la carrera, él nos impartió las clases de Microbiología y me eligió para ser uno de los monitores de sus prácticas. Después y desde mi condición de preventivista, coincidimos en las mil dudas que pude preguntarle y a las que siempre respondería con una amabilidad pasmosa. Incluso tuve la suerte de compartir una investigación científica con su equipo a propósito del sistema HLA y determinado tipo de epilepsia.
En uno de aquellos encuentros, a pie de su microscopio, intercambiamos alguno de nuestros libros. D. Rafael me entregó dedicado su De los cazadores de microbios a los descubridores de antibióticos. A su vez, yo le correspondí con Mi planeta de chocolate.
Premio Aragón a la Investigación Científico-Técnica, Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo, Presidente de la Real Academia de Medicina de Zaragoza, amante de ese Pirineo del que tanto nos hablara... Y ante todo, una persona extraordinariamente sencilla, sencillamente extraordinaria.
Desde el más sentido de mis agradecimientos, descanse en paz, mi querido Profesor.