viernes, 30 de noviembre de 2012

Paraguas en Bagdad

Bagdad quiere decir regalo de Dios; quizá por ello sea una ciudad hecha a base de oraciones. Cruce de caminos a orillas del río Tigris, ha sido epicentro de la cultura árabe, atesorando a lo largo de los siglos un patrimonio excepcional. Amalgama de pueblos y tradiciones, de siempre ha causado admiración entre quienes la visitan. De ahí sus calles transitadas, los zocos llenos de especias, tantas alfombras, el bullicio en su medina, la sedería. Todo admirable, como aquello que nunca volverá a repetirse.
Quien acuda a sus mercados a comprar, vender, ver o dejarse ver, recuerde el arte del regateo; un artículo no vale nada hasta que no se vende del todo. Que ignore los elogios infundados, pues el traje de los aduladores le calza bien a cualquiera. Y que huya de las imitaciones; puede que sea un negocio, pero nunca una inversión. La seda fina desliza por el hueco de un anillo, las piezas de lapislázuli no destiñen al mojarlas y la aguamarina, zafiros o similares han de tratarse con tacto exquisito. Las piedras preciosas siempre han sido femeninas; lo masculino son los pedruscos.
En ese espacio no se habla, se vocea. Sus precios pretenden vaciar los almacenes, no los bolsillos. Y jugar a lo barato acaba saliendo caro. Por eso cualquier compra supone una aventura… Aunque sea pequeña.
Liberados de urgencias almorzaremos beram -arroz con ave-, basbusa -postre de sémola- e infusión fría de karkadé, que no hay buen viaje que empiece con el estómago vacío. Tras un paseo por la ribera del Tigris, alcanzamos el Museo Arqueológico. Vasijas sumerias, estatuas asirias, tablillas de barro grabadas por la escritura... Admirando semejantes maravillas lo tenemos claro: el hombre es el vector principal en la transmisión de la cultura. Desde una mezquita rebosante de azules, la oración del muyahidín pone poesía en tanta prosa. Que no tengamos la misma fe no significa que no creamos lo mismo. Y al epílogo de nuestro recorrido, bajo los acordes de un viejo tambur, divisamos el palacio del califa; un guiño al paraíso entre mosaicos, vergeles y minaretes, reivindicando su origen divino.
Músicos ambulantes seducen instrumentos jamás oídos, encantadores de serpientes en equilibrio inestable, trovadores, cantantes sin voz, poetas con palabra. La sabiduría no se traspasa, se aprende. Alguien narra las pericias de Aladino, de Simbad, de Alí Babá y sus cuarenta ladrones… Si no eres como un niño no puedes ver el cielo. Alguien proclama una historia fraguada en mil y una noches a la tradición de la antigua Persia, que por algo es el suyo el idioma de esos cuentos. Alguien escucha. Quizá algún viajero que no renuncia nunca a llegar a su destino.
En la trastienda de aquel desierto asoman dunas, dátiles, palmeras, camellos, haimas bereberes transitando con lo puesto. La vida nómada obliga a pocas cosas, pero todas funcionales. Un millón de oasis entre pozos petrolíferos que la codicia convierte en pozos de deseo... en pozos sin fondo. Un país con el clima tan seco que no hay sudor, mucosidad ni secreciones. Únicamente polvo. Y allá donde estén dos reunidos con un balón de por medio, habrá un partido de fútbol. Fútbol en estado puro convertido en mito, maravilla, deporte nacional.  En Irak todo es perdonable menos el gol...

Nota: Texto perteneciente al capítulo Goles de paz, incluido en mi libro Siete paraguas al sol.

domingo, 25 de noviembre de 2012

El viaje a la felicidad


Viajar es un verbo lleno de posibilidades. Puede hacerse solo o acompañado, prendido de una mochila o dentro de una maleta, por tierra, por mar, por aire… Y por supuesto, leyendo un libro.
Desde tal convicción, Punset nos propone a través de esta obra un viaje hacia otro destino fascinante: la mismísima felicidad. A lo largo de ocho capítulos con sus apartados correspondientes, se analiza dicho estado emocional en sus diversas facetas: su sustrato biológico, los factores condicionantes, tantas causas de la infelicidad, o la propia fórmula para alcanzarla. Avalado por múltiples trabajos, su experiencia y una detallada revisión bibliográfica, Punset repasa muchos de los descubrimientos más recientes sobre este tema, invitando desde ellos al lector a reflexionar.
De entre los “más” del libro, el rigor que transmite, la disección completa de un tema que a todos nos interesa, y su capacidad para hacernos pensar con argumentos fundados sobre nuestra vida o nuestros miedos –no en vano, se define precisamente esa felicidad atendiendo a su ausencia-, sin que por ello lo considere una simple obra de autoayuda. Tampoco es un tratado de verdades absolutas –mucho menos en estos tiempos que corren-, admitiendo la crítica reflexiva a cualquiera de sus afirmaciones y a esos componentes de la fórmula para ser feliz. De entre los “menos”, que en ocasiones el lenguaje resulta demasiado técnico –y que conste que soy hombre de ciencias-, habiendo encontrado algunos párrafos extremadamente densos e incluso difíciles de asimilar.
Como buen viajante, siempre he dado más importancia al camino que al destino, a la mochila que al billete. Y así, parafraseando al propio Punset, he acabado descubriendo después de leerle que a veces nuestra felicidad está escondida en la maleta de la felicidad.

viernes, 23 de noviembre de 2012

En la Feria Internacional del Libro de Guadalajara

Desde mañana hasta el próximo 2 de diciembre va a celebrarse la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México) 2012, que este año contará con Chile como país invitado de honor. Se trata de la segunda feria más importante del mundo atendiendo a su presencia editorial -detrás de la Frankfurt- y la segunda en términos de público -después de la Buenos Aires-. En ella habrá presentaciones, homenajes -como el que se brinda al genial Carlos Fuentes-, salones de poesía, charlas, conferencias, cuentacuentos y un sinfín de actividades en torno a la literatura. Y entre todas ellas, a través del catálogo de mi editorial, estará también mi novela Mi planeta de chocolate.
Desde esta orilla del charco quisiera desear una feliz feria a cuantos tengan ocasión de visitarla, que se impregnen de la magia de tantos libros y que -de darse el caso- hagan suya la recomendación de Benito Expósito Expósito,  protagonista de mi obra: cuando debas elegir entre dos opciones, toma siempre la que tenga chocolate.

martes, 20 de noviembre de 2012

Día Universal del Niño

El 20 de noviembre de 1959, la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la Declaración de los derechos del niño. Desde entonces, celebramos en esta fecha el Día Universal del Niño.
Hoy -más de 50 años después- siguen siendo muchos los pequeños que están privados de tales derechos. Apenas unos minutos ante el televisor para comprobar que sobran guerras, bacilos, prejuicios... Y faltan pupitres, vacunas, juguetes, sonrisas, una mano amiga.
Que los principios que defendemos este día no se queden en un solo día. Que no nos resignemos. Y que desde las posibilidades de cada uno hagamos posible el objetivo La educación ante todo que preside en este año dicha conmemoración.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Enrique Urquijo, in memoriam

Parece que fue ayer y ya han pasado trece años. En efecto, trece años desde que ese genio de la música llamado Enrique Urquijo marchó, dejándonos el legado maravilloso de sus composiciones. Me hubiera encantado conocerle, compartir con él una charla, una ronda, el más sencillo de sus acordes. Y es que, lo confieso, todavía me emociono escuchando cualquiera de ellos.
Como escribía en mi libro Cartas para un país sin magia, la banda sonora de su vida se esconde en un disco de Los Secretos. Aquel amargo noviembre en que su líder falleció, quise beber hasta perder el control. Este profeta de la creatividad insuflaba magia a sus partituras:
               ...Y mientras ella está con otro tipo, 
               mis lágrimas se mezclan con alcohol.
               Ella se fue, ¿por qué no me lo dijo?,
               y siento que mi vida fracasó...
Ojalá se reencarne en canción.

viernes, 9 de noviembre de 2012

"El amor azul marino" en Amazon

Por fin. Desde ayer por la tarde ya está disponible en la plataforma digital Amazon la versión kindle de mi primer libro: El amor azul marino. Estamos contentos. Finalmente su precio de descarga es de 0,96 euros, esperando así poder llegar a muchos más lectores, a muchos más amigos.
Además de la sinopsis de la obra, os adjunto los enlaces correspondientes a Amazon y a su blog de referencia.
Mil sonrisas, hoy azules marinas.

El amor azul marino es un libro de cuentos. Cada uno de los 35 relatos que componen su colección invita a un paseo por el fascinante mundo de los afectos, valores y sentimientos. Desde la perspectiva que le ofrecen sus vivencias, el autor imagina en ellos en qué se diferencian los tipos de Soledad, por qué la pasión fue ciega, desde cuándo el Enamoramiento viste tonalidades celestes.
Es, sin duda, un libro de amor. Una obra cargada de ilusión, ironía y fantasía que nos habla de su origen, de sus detalles, de su romance secreto con el mar. Y siempre con el trasfondo de una historia personal que empieza y termina en él.
Es la ópera prima de Manuel Cortés Blanco. Una relación de cuentos que, lejos de dejar indiferente, anima a la reflexión dibujando en su lector una sonrisa. ¡De color azul marino, por supuesto! Del color de las personas que, incluso en estos tiempos, siguen creyendo en el Amor. 

http://www.amazon.es/El-amor-azul-marino-ebook/dp/B00A3994KK/ref=sr_1_1?s=books&ie=UTF8&qid=1352452445&sr=1-1
http://elamorazulmarino.blogspot.com

lunes, 5 de noviembre de 2012

Paraguas en Kigali


Kigali, capital de un país diminuto llamado Ruanda, junto al bazo de África Central. Patria de las mil colinas, inmersa en la región de los grandes Lagos. Naturaleza a lo largo, a lo alto y a lo ancho, donde campan sin medida los cuatro elementos esenciales: tierra virgen, agua aún no bebida, fuego perenne, aire por respirar. Aquí no hay estrés, ni crisis ni nada. Solo tiempo. Parques naturales regalando fotografías de ensueño dan cobijo a una fauna extraordinaria. Miles de especies, millones de animales: impalas, linces, búfalos, damaliscos... Y entre ellos, sus gorilas. Desde que sé que la niebla en la que viven son nubes pegadas al suelo, me gusta la niebla.
Una marisma de cafetales sostiene su economía, a sabiendas de que aquí el café no se bebe; se exporta. Por eso, mientras Ruanda duerme, Occidente contiene con somníferos los efectos de tanta cafeína. También hay té, minerales, batata, caucho, mandioca… Nada se consume; simplemente se exporta. Una tormenta borracha de truenos da luz a la noche. Y la lluvia -en forma de cascada- pinta el día de arcoíris, anticipando el camino a algún tesoro escondido.     
Kigali, ciudad donde la vida llega entre dolores de parto, donde la pobreza agudiza la necesidad de poco, donde el futuro de los niños será siempre hoy. Un hormiguero de supersticiones incapaces de caber en una fórmula… Un avispero de enfermedades que asume la muerte como forma de vida… Un hipódromo tocando arrebato para los cuatro jinetes del Apocalipsis: nacer con hambre, vivir de hambre, morir por hambre y -el peor de ellos- sentirlo. Y en su corazón, pintado de cien colores, el Mercado de Artesanos donde todo tiene un precio; solo falta que alguien lo pague.
Kigali, testigo a lo largo de la historia del odio entre sus pueblos. Hutus por un lado, tutsis por otro. Carnets étnicos catalogando a la gente en función de sus rasgos, partidos políticos que se sostienen sobre bases genéticas, gobernantes animando al genocidio:
-    Que no quede nadie vivo, y mucho menos los niños.
Odiamos cuando no queremos sufrir y no se puede olvidar.
E incluso diez mandamientos hutus que avalan la sinrazón: el segundo establece por decreto que sus mujeres son más hermosas, el octavo les ordena no tener compasión por otras razas. Si no fuera por los hombres, este país sería el paraíso...

Nota: Texto perteneciente al capítulo titulado Cien paraguas al sol, incluido en mi libro Siete paraguas al sol.