sábado, 31 de marzo de 2012

Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil

Con motivo del aniversario del nacimiento del genial Hans Christian Andersen, el Internacional Board on Books for Young People escogió la fecha del 2 de abril para conmemorar cada año el Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil. Esta cita se celebrará también en León el próximo lunes, cuando una veintena de libreros tomen la plaza de San Marcelo sacando sus textos a la calle. Allí habrá presentaciones, cursos de escritura, talleres de dibujo, cómic, ilustración… Y -como no podía ser de otra manera- sesiones de cuentacuentos. Entre ellas la mía, titulada La vuelta al mundo en casi ochenta cuentos, que compartiré con cuantos niños y no tan niños asistan a las cuatro de la tarde al Salón de Reyes del Ayuntamiento.

miércoles, 28 de marzo de 2012

El tesoro marrón

El pasado 16 de marzo tuve la suerte de compartir filandón con la escritora Manuela Bodas quien, por cierto, nos contó un relato de lo más emotivo. Yo a su vez le hice partícipe de las aventuras de Benito Expósito Expósito a través de un ejemplar de Mi planeta de chocolate. Y ella ha respondido a tal gesto componiendo este poema titulado El tesoro marrón, expresando cuanto ha sentido con su lectura. Mil gracias, Manuela; me parece precioso. Y como siempre decimos los cuentistas, nos seguiremos contando.

Desde un marrón glasé, casi negro:
Han aflorado luces
llenando estrellas.
Llega la primavera. ¡Que sí, que llega!
Con cara de chocolate,
con cola de sirena,
con brazos de cacao sobre su risa morena.
Y ahí, en la primavera, hay un color que espera,
que nutre a la luna llena.
Cuando la luna no se enciende,
sobre la mitad de la tierra,
es porque se ha comido todo, todo
el chocolate de tu planeta.
De tu planeta de chocolate, Manuel,
de ese bendito planeta, vienen las risas
más dulces y suculentas,
envueltas en cacao maravillao.
En ese cacao, se emborrachan las palabras,
palabras al viento, al corazón, al cuento.
A cuento de tu cuento, cuento yo
estas letras engarzadas en tu dulce caramelo.
En los renglones de tu cuento,
se liban emociones de las que tanto cuentan
en el cuento de la vida.
Con tanto cuento,
me has devuelto a la adulta, que va en mi niña.
La niña que en esta vena, a veces turbia,
otras serena, de la existencia,
anda rimando vivencias.
Una rosa marrón,
desgrana
sus
pé-
ta-
los,
en cada página de ese diccionario vital que es:
“Mi planeta de chocolate”.
En ese planeta he puesto un mojón
de caricias, para tomar una ración cada mañana
¿Dónde comienza el país de la vida? En los sueños.
¿Dónde comienza el país de los sueños? En la vida.
¿Dónde comienza el país de la vida?
En los sueños. Y los sueños son cuentos,
que aún no han sido inventados, o cuentos
que habitan en la diáspora del tiempo.
“La utopía sólo sirve para caminar”
dices Manuel, y dices requetebién,
en la página que termina en uno, seis y cero.
Sigue cayendo chocolate como aguacero,
amén de exquisitas líneas de esperanza,
en cada página, que no onza,
endulzando el humor y el amor que recorre todo el libro.
Leyendo tus “entrelíneas”, se recuperan segundos
perdidos de orgullo, se aliñan letras contra
los malos humos, los de dentro y los de fuera.
Desde un marrón glasé, casi negro,
sueño con los sueños del niño Benito,
que es el mismo niño que estuvo en mis anteriores juegos.
El mismo niño, el mismo sueño, repetido,
y endulzado con el cuento de nunca acabar,
porque la vida es cuento.
Y los cuentos van y vienen, pero nunca mueren.

lunes, 26 de marzo de 2012

Vamos juntos a jugar

Me encanta la lectura de un buen libro, ya sea de ensayo, novela histórica, colección de cuentos o de poemas. Y desde esa afición estoy convencido de que quien no lee, no sabe lo que se pierde. A veces cae en mis manos algún ejemplar que recoge aspectos de nuestra cultura, con los que siempre acabo sorprendiéndome, sonriendo y -por supuesto- aprendiendo. Este ha sido el caso de Vamos juntos a jugar (SisTemasEditoriales), en el que Mercedes G. Rojo nos invita a un paseo intergeneracional por cuarenta juegos infantiles tradicionales, combinando la información obtenida de un grupo de mujeres mayores con los dibujos relacionados de alumnos de segundo de primaria.
Desde una perspectiva pedagógica, la autora clasifica esos juegos por categorías, según dónde, cómo y con qué se realicen, detallándose en cada uno los elementos necesarios para su práctica, el número de participantes, los espacios y tiempos establecidos, sus normas de desarrollo, los años y los lugares de localización. Muchos de ellos se completan con propuestas didácticas desde la Educación Ambiental, letras acompañantes, variantes o antecedentes. El escondite inglés, Tres en raya, las Tabas, la Pita ciega, los cromos de palmar… Juegos en muchos casos rescatados del olvido, que se desmenuzan entre ilustraciones y apuntes teóricos con una cercanía singular.
Me encanta la práctica de un buen juego, ya sea en la calle, con un juguete o aprovechando cualquier elemento natural. Y después de la lectura de este libro, me reafirmo en otra convicción: quien no juega, tampoco sabe lo que se pierde.

viernes, 23 de marzo de 2012

Mis miedos

Este próximo fin de semana se ha programado una concentración de agentes culturales, poetas, escritores y artistas en Valderrobres (comarca del Matarraña, Teruel), organizada por su Ayuntamiento, con la coordinación de Librería Serret. Se trata de contribuir al conocimiento de entidades como Aïma dedicadas a la recuperación de enfermos mentales en el Africa Subsahariana.
A la convocatoria han confirmado su asistencia asociaciones, intelectuales y artistas como Payasos sin fronteras, la cantante Lidia Pujol, Lluís Pinyot i sus Clowns, Eduard Mirò o Elisenda Roca. Será una jornada de convivencia y contactos, en la que participaré con el relato corto titulado Mis miedos, que os adjunto a continuación:

A menudo pedí ayuda por teléfono… Nadie respondió.
Traté de esquivarlos en alguna esquina… Resultó imposible.

Busqué refugio entre los amigos… Y acabé en compañía de mi propia soledad.
Sentí su aliento acechando en mi nuca, sus pasos sobre mis pasos, su sombra sobre mi sombra. Todo parecía inútil: ellos son más rápidos, más incisivos que yo.
- ¡No me hagáis daño! –les rogué entre sollozos.
Grité, me escondí, anduve disfrazado, sufriendo a deshoras... Incluso -desesperado- busqué remedio en aquellas pastillas.
Pero a pesar de tales evasivas, me acababan atrapando.
Su sola presencia paralizaba mi cuerpo, abortando cualquier ilusión. Viví preso de los nervios, pues no hay temor más grande que aquel que te esclaviza.
Un día decidí salir a su encuentro. Dar la cara, enfrentarme a ellos. Que sean más no significa que sean más fuertes. Entonces dejaron de perseguirme.
Porque mis miedos son así. Les encanta acosarme si no puedo escapar, para luego retirarse cuando quiero ser su amigo. Al menos ahora estamos en paz. Y es que finalmente hemos comprendido que los llevo tan dentro que siempre vendrán conmigo.

martes, 20 de marzo de 2012

Y en el Día Internacional de la Narración Oral

Coincidiendo con el equinoccio de primavera, cada 20 de marzo se celebra el Día Internacional de la Narración Oral. Según los últimos datos que he leído, la iniciativa surgió en México a principios de los años noventa de la mano de Jermán Argueta, habiéndose expandido actualmente a miles de rincones del mundo.
Desde entonces somos muchos los cuentistas, narradores, cuentacuentos, trovadores o cuenteros que conjugamos con ilusión el infinitivo hablar. Sin duda, todo un verbo lleno de connotaciones. Puede hablarse de hombre a hombre, por no callar, por los codos, en confianza... Hablar pestes o maravillas, alto y claro, por señas o por demás. A veces habla quien menos tiene que hacerlo; otras, probablemente la mayoría, hablamos por hablar. Si algo roza la perfección, solo le falta eso. E incluso cerramos muchas posibilidades con un contundente ¡Ni hablar!
No se hable más: estamos ante un verbo inherente a la condición humana. Aunque al final, lo único importante es que alguien te escuche.

lunes, 19 de marzo de 2012

En el Día del Padre...

¡Qué difícil resulta describir a papá! Un aragonés lleno de carácter, gigante y cabezudo, con tantas anécdotas en la mochila.
De niño vivió inmerso en la posguerra, reconociendo sin tapujos haber pasado hambre.
Un día otro alumno del colegio -al menos colegio es lo que ponía en la puerta de aquel patio- trajo una mandarina para el postre. La encerró con cremallera en el bolsillo del abrigo, pero mi padre le vio. Se pasó toda la clase maquinando cómo hacerse con el manjar. Ladino de juguete, la tomó en un descuido y se la llevó a la boca. Las cáscaras le hubieran delatado por lo que tuvo que ingerirla sin pelarla. Nadie descubrió nunca cómo se produjo semejante delito.
Poco después consiguió el puesto de recadero en un convento. Su trabajo consistía en llevar cajas y cajas, a cuál más pesada, de una punta a la otra. Tal vez por eso no creció lo suficiente.
Aun cuando a veces le pagaban con picadura para fumar, nunca tuvo problemas en el servicio. Hasta que un día una monja le puso en tentación. Le pidió que llevará a casa de otra novicia dos barras de pan. Pan de masa, de trigo, de harina, del que todos hablaban y ninguno conocía. ¡Tiene que saber a gloria!
Juró dar sólo un mordisco en uno de los coscurros. Luego, que de dos no pasaría. Fueron tres, y cuatro, y cinco. Al llegar a casa de la hermana apenas quedaban migas. De nada sirvieron sus ocurrencias y estuvo a una firma del reformatorio. Debería haber sabido que ciertos alimentos no se cuecen para los diablillos...

Nota: Fragmento correspondiente al cuento El síndrome de Lucciano, incluido en mi libro El amor azul marino.

miércoles, 14 de marzo de 2012

Cuentos de la luna

Organizada por la Concejalía de Cultura, Turismo y Fiestas de Bembibre y dentro de las Jornadas de Teatro y Literatura que se vienen desarrollando en esta localidad de la comarca del Bierzo, el próximo viernes 16 de marzo, a las 20:30 horas, participaré en una sesión de cuentacuentos titulada Cuentos de la Luna. Será en su Casa de las Culturas, donde compartiré palabra con las escritoras Mercedes González Rojo y Manuela Bodas Puente. Va a quedar un filandón emotivo, a sabiendas de lo bonito del sitio y de cuánto nos inspira la Luna. Estáis todos invitados.

domingo, 11 de marzo de 2012

11-M, in Memoriam

Aquel jueves de marzo yo también iba en un tren. Como cada día, tomé a las siete y media un cercanías en la estación de Alcorcón (Madrid) para dirigirme al trabajo. A esas horas los vagones están llenos de iguales; de gente madrugadora que gana cabezadas al sueño, titulares a la prensa matutina, aliento con los pellizcos al bocadillo de media jornada.
A los pocos minutos el convoy se detuvo. Dijeron por megafonía que razones técnicas obligaban a apearnos en la estación de Aluche. No me importó pues esa, precisamente, era mi parada.
Desde allí hice trasbordo al metro y cuarto de hora después encaraba la puerta del despacho. Fue entonces cuando el teléfono móvil sonó:
- ¿Estás bien, Manolo? –llamaba mi tía Pili, muy nerviosa-. He oído por la radio que ha explotado una bomba en Atocha.
A las ocho de la mañana no tenía ninguna otra información.
Al entrar en el Centro de Salud el ordenanza, lejos de bromear con mi ligero retraso, fue mucho más explícito:
- Ha sido un atentado en varios trenes. Ha habido muertos.
Desde ese momento aquel día de diario dejó de ser normal. Todos permanecimos pegados al televisor, estando a disposición de lo que de nosotros se pudiera precisar. Sus imágenes, como el latir de los presentes, conmovían al más imperturbable. Incluso el jefe reconoció sentirse consternado.
La saturación de llamadas sumió a la capital en un caos sin cobertura. El sonar de las sirenas se hizo patente en cada rincón.
Llegó la tarde, teñida de llanto. La tristeza asoma en los rostros. Las colas envuelven a los bancos de sangre, un grupo de ciudadanos manifiesta su repulsa de forma espontánea. En el hospital anexo al instituto ingresaron muchos heridos.
Mientras, las autoridades reclaman expertos para apoyar en el dolor a los allegados de las víctimas. Llevado por lo vivido tras la pérdida de mis padres, acudí a ese llamamiento junto a otro compañero. Éramos tantos los dispuestos a colaborar que no fue necesaria nuestra intervención.
Por la noche, las ventanas lucen velas en honor de los que se fueron. Yo encendí la mía.
Al final, el odio, el terror y la intolerancia disfrazados de explosivos se cobraron 192 vidas y centenares de heridos. Un arcón de proyectos e ilusiones perdidos entre la chatarra de aquellos cercanías.
Seguimos tristes. El silencio del suburbano delata esa realidad, al tiempo que pregunta su por qué...

Nota: Fragmento correspondiente al relato 192 estrellas, incluido en mi libro El amor azul marino.

sábado, 10 de marzo de 2012

Dos nuevas editoriales

En estos tiempos que corren, en plena crisis y con una economía tan contraída, da gusto hacerse eco de la noticia del nacimiento de dos nuevas editoriales. El próximo 28 de marzo se presenta en Zaragoza Ediciones Cordelería Ilustrada, dedicada a la literatura de Cordel, herencia de trovadores, oralidad y sueños. Os adjunto su enlace: http://cordeleriailustrada.blogspot.com
Y el 14 de abril, en León, hará lo propio el rincón editorial de libros infantiles Amigos de papel, capitaneado por la escritora (y entrañable amiga) Marian Carracedo: http://losamigosdepapel.blogspot.com
Sinceramente, les deseo a ambas lo mejor. Estaremos atentos a su andadura. Y agradecerles de corazón esa apuesta literaria, pues recordando las palabras de aquel genio llamado Rubén Darío, el libro -objeto último de sus iniciativas- es fuerza, es valor, es alimento; antorcha del pensamiento y manantial del amor.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Las croquetas de pollo

La primera vez que presenté unas líneas a un concurso fue por culpa de unas croquetas. En casa oíamos con frecuencia un programa de variedades de la radio local donde acostumbran a premiar cada semana la mejor receta que les remitieran.
Mi madre, como antes lo fuese mi abuela, era una excelente cocinera. Le salen unos platos para chuparse los dedos, y una repostería que desata la envidia de todos los amigos del recreo. O si no que se lo digan al Canillas.
- Mamá -le pregunta Anselmito a la suya-, ¿por qué tú no haces unos pasteles como los de Manolito?
Una vez elabora unas croquetas de pollo. Saben tan exquisitas que luego no nos entra el filete de ternera. Papá come dos sartenes y mi tía Pili, que ese mediodía anda por allí, decide saltarse su régimen de verduras.
Hay que dejar constancia de esa fórmula magistral: dos cucharadas soperas de harina, una de aceite, cuarto de litro de leche, un huevo, nuez moscada, pollo desmenuzado y una pizca de sal. Sin embargo, esa sucesión de ingredientes no hace justicia al deleite de su sabor. De hecho, a la madre de Anselmito, con esos mismos productos, no le salen tan ricas.
Entonces mamá detalla cómo las hace, confesando su toque personal. Cual si fuera un notario, voy tomando nota de cada paso: echar la harina antes que la leche para evitar grumos, que el aceite muy caliente cubra cada unidad, colocarlas sobre papel absorbente. Eso más los secretos que no se revelan; porque en algo debemos distinguirnos del resto de las madres.
Redacto la receta con tanto cariño que en boca de un cuentacuentos hubiera pasado por una historia. No en vano terminamos remitiéndola a aquella emisora y obteniendo el primer premio: una cubitera y un molinillo. La próxima vez que nos presentemos lo haremos con un helado de café.
En el barrio, la mamá de Anselmito le pregunta a la mía:
- ¿Cómo es posible que con un plato tan simple haya ganado el concurso? Yo envié una langosta armoricana con aderezo de queso, y mi amiga una brandada de bacalao con caviar. ¿Acaso no parecen suficientemente sabrosas?
La sencillez y la dedicación son virtudes difíciles de explicar a quien las confunde con la simpleza. Por eso mi madre opta por la prudencia:
- Estaba muy bien escrita. Por eso la seleccionaron. Usted no sabe cómo redacta mi hijo...

Nota: Fragmento correspondiente al relato Las croquetas de pollo, incluido en mi libro Cartas para un país sin magia.

domingo, 4 de marzo de 2012

Una primavera de paraguas

Ese será nuestro objetivo: llenar la primavera de paraguas. Porque mi nuevo libro Siete paraguas al sol -con el que he obtenido el VI Premio Nacional Ciudad Ducal de Loeches de Novela- está a punto de salir. Editado por Ediciones Irreverentes, tengo el honor de que el prólogo corra a cargo del escritor mexicano Juan Patricio Lombera. La portada es una delicia y ya tenemos fechas de presentación para el próximo mes de abril.
Entre tanto os anticipo un fragmento del libro, referido a la historia de dichos artilugios. Y, por supuesto, la máxima de vida de sus protagonistas: Que llueva no depende de ti; que lleves paraguas, sí.

En la antigua Persia, cualquier discípulo que fuera a entrar en casa de su maestro debía dejar en la puerta -como señal de respeto- sus zapatos y el paraguas. En la Europa medieval, el Papa se cobijaba a la sombra utilizando el umbraculum, un gran parasol que aún forma parte del escudo de armas del Vaticano durante la sede vacante -periodo entre dos papas-. En la Francia de hace unos siglos, las sombrillas evitaban que el sol pusiera morena a la nobleza, distinguiéndola así de las clases trabajadoras. Y en esa Inglaterra decimonónica, estos utensilios eran de uso exclusivo entre las mujeres. Según algunos manuales de época, los hombres no lo necesitaban pues para eso se movían en carruajes. Cuenta la historia que el primero de entre ellos que salió a la calle portando uno, sufrió mil improperios: los niños le arrojaron huevos podridos, y esos otros niños con dinero a los que llaman adultos, agua sucia. La envidia y la ignorancia suelen comportarse así…