
Publicar lo que has escrito es una de las cosas más bonitas que le pueden pasar a un escritor. Hace un año ideé una historia en 200 páginas que presenté a un concurso literario. Cuando se falló en febrero me alegré muchísimo al saber que había sido finalista. Durante el verano iniciamos el proceso de edición. Y mañana lunes, tras mil revisiones a las galeradas, el manuscrito entrará en la imprenta.
Según mi editor, en dos o tres semanas estará en las librerías y antes de la Navidad comenzaremos las presentaciones. Se trata de mi tercera obra, "Mi planeta de chocolate". Os dejo la referencia.
Por cierto, para un escritor todavía hay algo mejor que publicar: conseguir que quien te lea disfrute con lo que escribes.
Estáis todos invitados.
Manuel Cortés Blanco.
Mi planeta de chocolate.
Ediciones Irreverentes. Madrid, 2008.
Miércoles, 26 de mayo de 1937. No hay frase del día.
El buque Mexique, perteneciente a la Compañía Trasatlántica Francesa, se hace a la mar desde el puerto de Burdeos con 455 menores a bordo, rumbo al nuevo continente. Son niños españoles que huyen de los bombardeos, en busca de una paz que les acoja.
De entre ellos, Benito Expósito Expósito. Ese pequeño abandonado a las puertas de un hospicio, que superó combates, la condición de refugiado, el exilio, y mil vicisitudes amparado por una máxima.
Manuel Cortés Blanco vuelve a encandilarnos con una historia entrañable que apunta al corazón: Mi planeta de chocolate, con la que ha sido finalista del II Premio Internacional Vivendia de Relato. En palabras del Jurado, la obra aglutina “extraordinarias descripciones del alma infantil, la intrahistoria del pueblo o de la guerra, muerte y espíritus conturbados por la violencia del mundo. Todo a través de la vivencias de un huérfano, que podría ser cualquiera de nosotros o cualquiera de la generación de nuestros padres, y una forma de ver la vida: ante cualquier dilema, tomar siempre la opción que tenga chocolate”.
Siete relatos convertidos en novela. Un homenaje al cuento sin ser cuento. Una historia dulce dentro de la Historia más amarga.
Desde ese estilo “realista y directo, matizado por un aliento espiritual que le lleva a indagar en las esencias de la vida”, Manuel nos invita en sus renglones a muchos verbos: pensar, sentir, sonreír, reflexionar... A tantos, como cosas podrían citarse de este libro. No obstante, diremos sólo una, la más sincera: léanlo. Seguro que les sabe a chocolate.