1.- El cuento debe contar una historia. No hay cuento sin historia. El cuento se ha hecho para que el lector a su vez pueda contarlo.
2.- La historia del cuento puede ser real o inventada. Si es real debe parecer inventada y si es inventada real.
3.- El cuento debe ser de preferencia breve, de modo que pueda leerse de un tirón.
4.- La historia contada por el cuento debe entretener, conmover, intrigar o sorprender, si todo ello junto mejor. Si no logra ninguno de estos efectos no existe como cuento.
5.- El estilo del cuento debe ser directo, sencillo, sin ornamentos ni digresiones. Dejemos eso para la poesía o la novela. 6.- El cuento debe sólo mostrar, no enseñar. De otro modo sería una moraleja.
7.- El cuento admite todas las técnicas: diálogo, monólogo, narración pura y simple, epístola, informe, collage de textos ajenos, etc., siempre y cuando la historia no se diluya y pueda el lector reducirla a su expresión oral.
8.- El cuento debe partir de situaciones en las que el o los personajes viven un conflicto que les obliga a tomar una decisión que pone en juego su destino.
9.- En el cuento no debe haber tiempos muertos ni sobrar nada. Cada palabra es absolutamente imprescindible.
10.- El cuento debe conducir necesaria, inexorablemente a un solo desenlace, por sorpresivo que sea. Si el lector no acepta el desenlace es que el cuento ha fallado.
El peruano Julio Ramón Ribeyro, considerado uno de los mejores cuentistas de la literatura latinoamericana y autor del decálogo, añadía al mismo un corolario: La observación de este decálogo, como es de suponer, no garantiza la escritura de un buen cuento. Lo más aconsejable es transgredirlo regularmente, como yo mismo lo he hecho. O aún algo mejor: inventar un nuevo decálogo.
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