martes, 19 de febrero de 2013

Con un rebuzno de más


Recordar equivale a no repetir. Tampoco hay nada nuevo, salvo aquello que olvidamos.
Hubo un día de mercado en el que mi abuelo Tomás quiso vender su mulo; un cuadrúpedo de espíritu rebelde que no responde a las órdenes recibidas. Da una coz, y otra, y otra; un rebuzno, y dos, y tres. ¡Terco como una mula!
En un giro brusco del animal, Tomás cae al suelo confundiéndose con el barro. Ha sido una caída, ¿limpia? Lleva tierra hasta en el ombligo. Entonces, sin perder la compostura, le mira musitando:
- Y que tenga que hablar bien de ti...
Un granjero de la aldea ha mostrado su interés. El éxito comienza en los malos tiempos. Tras unos minutos de regateo, imprescindible para guardar las apariencias, llegan a un acuerdo; ha sido un buen negocio para ambos. He captado su enseñanza: nunca digas adiós ni dejes de sonreír si todavía tienes que tratar.
Regresan felices a la finca. Mi abuelo, con una coz de menos; aquel aldeano con un rebuzno de más...

Nota: Párrafo perteneciente al relato Por arte de magia, incluido en mi libro Cartas para un país sin magia.

No hay comentarios: