viernes, 17 de noviembre de 2017

Mi familia

Mi casa tiene una valla que no se sabe si está puesta para que no entren los de fuera o no salgan los de dentro. Eso sí, como cualquier otra casa, está decorada por un montón de recuerdos. Entre ellos hay sabinas, aquella orilla del río, avutardas, comadrejas, otra tarde a los cuatro vientos, melones sin etiqueta, la voz apasionada de mi abuelo compartiendo cien historias antes de irse a dormir... Porque puede que no tuviéramos mucho dinero, pero a cambio teníamos muchísima imaginación.
Mi FAMILIA también tiene alguna valla. Al fin y al cabo, ninguna es ni será perfecta. Quizá para la mía habría pedido más mimos de papá y menos de mamá. Eso sí, como cualquier otra, ha hecho siempre posible que aun viviendo lejos me sintiera cerca. Estar donde estés. En las alegrías, a sabiendas de que no pueden ser huecas; y en las penas, que llorar solo parece muy triste. Ser familia es ser equipo: si gana uno, ganamos todos. De su mano aprendí que cada vez que compartimos lo que somos, al igual que en los cuartos crecientes, crecemos. Y lo hacemos desde el amor, en valores, como personas.
Siempre que nos cuadre a todos, procuramos compartir cada día al menos una comida. Es nuestro espacio común. Cuando te hayan pasado cosas buenas, pero sobre todo muy malas, exponlas en la cena. Entre platos, incluso los silencios resultan constructivos. Porque cualquier decisión que se toma en familia, hace más familia.

Nota: Párrafo incluido en el relato titulado Mi moneda en tu pozo, incluido en mi libro Catoce lunas llenas.

No hay comentarios: