miércoles, 13 de agosto de 2008

Un regalo para Lida


Este relato, escrito la noche de un cinco de enero a miles de kilómetros de aquí, está incluido en mi libro Cartas para un país sin magia.

Sabb bekbair:
Esta noche es noche de Reyes; y como tal, pese al frío intenso que corta los pensamientos, quisiera pedirles un regalo especial. Me encantaría pillar el gordo de una primitiva, que mi equipo de fútbol ganase un millón de copas, que la cosecha de trigo de mi comarca sea la mejor de entre todas las comarcas. ¡Pero no! Lo que pido esta vez no será para mí, sino para Lida.
Lida Hezzatullah ha nacido esta madrugada. Le dicen bebé afortunado: con apenas dos kilos de peso, sobrevivirá a un mundo en el que no se permiten tales ligerezas. Sus padres tuvieron la ocurrencia de acudir en mulo a este hospital, donde hay algo tan extraordinario como unos sanitarios y una incubadora. Ese detalle tan nimio le ha salvado la vida.
Se ve muy pequeñita, mucho más que cualquiera de mis sobrinos cuando llegaron. Luce igual de preciosa.
Pues bien, queridos Magos, me gustaría que esa niña, y en ella todos los pequeños de este país, tuvieran otra cosa aparentemente extraordinaria: INFANCIA.
Me encantaría que su esperanza de vida fuera la de cualquier chaval español aunque, tal vez, aumentarla de repente en los cuarenta años que hoy les separan resulte un imposible.
Daría cualquier cosa porque sus probabilidades de fallecer antes de los cinco años no fuesen, como son, del 25%. Que la fiebre tifoidea, una enfermedad cuya vacuna no vale más que una ronda en cualquiera de nuestros bares, no asome a sus juegos. Que la polio, prácticamente erradicada de nuestro planeta, no la deje coja. Que su perro no muerda con rabia, que su agua oliese a cloro, que en su mesa hubiera siempre primer plato.
Cierro los ojos y pido para que nadie la discrimine por el mero hecho de ser mujer, porque no se case adolescente con un anciano de conveniencia, porque ninguno la humille si se enamora de la persona equivocada.
¡Qué bien si tuviera un trabajo digno, parques sin minas que desvelen su sueño, asistencia sanitaria cuando tosa, voz y voto en las reuniones de vecinos! ¡Que su casa de adobe luciera dormitorio, leña su estufa, tizas para la pizarra!
Me da que estoy pidiendo demasiado. E incluso puede que, cuando regrese a España allá por el mes de marzo, Lida sea sólo un nombre, una foto, un recuerdo.
No sé... Hace mucho frío, si bien esa pequeña ha llenado de Magia nuestro corazón. Porque, sin duda, de magos es luchar así por la Vida.
Os envío un poquito desde aquí.
Ruz bekhair.

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