...con una barriada de Palestina donde hace más de 2000 años vivía un prestamista llamado Mino. Era huraño, solitario, pasaba las horas repasando sus cuentas y apenas tenía contacto con otros aldeanos.
Una mañana al despertar descubrió su pañuelo anudado. Era un nudo marinero, de esos que solía hacer cada vez que quería recordar algo importante, pero no cayó en la cuenta de por qué pudiera ser.
Tal vez debiese cobrar la iguala que impusiera el usurero, preparar sus aparejos al afilador o dorar el mango de algún cayado.
- Seguro que alguien pretende meter sus rebaños en mis tierras sin pagar tributo -pensó-. Pondré espino sobre la cerca.
Mas aquellas razones no acababan de convencerle.
Mientras cavilaba sobre los motivos del nudo, llamaron a su puerta.
- ¿Quién vendrá molestando a estas horas?
Era un hombre con barbas, túnica sencilla sin cordel, sandalias de esparto. Tiraba de su mula sobre la que iba una mujer encinta; hermosa ella, muy hermosa, desprendiendo una dulzura extraordinaria.
- Bien hallado, buen hombre -dijo aquel visitante-. Soy José de Nazaret, de oficio carpintero, junto a mi esposa María. Esta noche dará a luz un niño que se llamará Jesús, y quisiéramos pedir asilo en vuestra morada.
Pero Mino no estaba para tonterías.
- Si quieren parir gratis que vayan a Jericó -refunfuñó mientras les cerraba de un portazo.
Media hora más tarde un ángel posó sobre el tejado. Anunciaba glorias, si bien con tanto aleluya podía estropear alguna teja. Tuvo que echarlo a pedradas.
Llegaron las hilanderas, los cabreros, un flautista, cien aguadores, un cometa con estela, millones de pastorcillos…
- ¡Qué demonios querrá tanta gentuza! Cuánto vago anda suelto por el mundo. Más les valdría pagar lo que deben. ¡Fuera!
A pesar de sus desaires, todos permanecían en las lindes de la finca. Hasta que alguien nombró un pesebre y partieron hacia él.
No mucho después vinieron tres señores con corona, montados sobre camellos. Dijeron que eran Reyes. Mino no les creyó:
- ¿Cómo van a ser monarcas dos viejos y un negro? ¿Oro, incienso, mirra…? A mí no me engañan. ¡A la calle!
Mientras, en un portal de Belén se encendía una luz maravillosa. La nieve pinta el paisaje y el viento susurra villancicos.
- ¡Idioteces! -murmuró el prestamista.
Y volvió a su libro de créditos, a cebarse con la lista de morosos, a contar los reales de su arcón. Así pasó el día.
Hasta que entrada la noche recordó por que estaba anudado su pañuelo. Un ángel le había revelado la tarde anterior que su hogar fue elegido para que en él naciera el hijo de Dios. Decidió hacer aquel nudo para no olvidarlo, pero lo olvidó. Le falló la Memoria.
Fue el único habitante de la región que no asistió al alumbramiento. Absorto por su avaricia, fue incapaz de atar indicios, de atender los argumentos de sus paisanos, de razonar. Le falló el Pensamiento.
En su egoísmo despreció a los semejantes por su edad, su color, su empleo, su condición. Le falló el Amor.
Mino aprendió ese día una lección. Y es que en todo momento, incluso en aquellos que parezcan los peores, no debe faltarnos la Memoria en forma de experiencia (alguien dijo de ella que no es lo que has vivido, sino lo que has reflexionado), el Pensamiento a modo de razón, y el Amor, siempre el amor, en cualquiera de sus representaciones. ¡Aunque para recordarlo tengamos que anudar nuestro pañuelo!
- Seguro que alguien pretende meter sus rebaños en mis tierras sin pagar tributo -pensó-. Pondré espino sobre la cerca.
Mas aquellas razones no acababan de convencerle.
Mientras cavilaba sobre los motivos del nudo, llamaron a su puerta.
- ¿Quién vendrá molestando a estas horas?
Era un hombre con barbas, túnica sencilla sin cordel, sandalias de esparto. Tiraba de su mula sobre la que iba una mujer encinta; hermosa ella, muy hermosa, desprendiendo una dulzura extraordinaria.
- Bien hallado, buen hombre -dijo aquel visitante-. Soy José de Nazaret, de oficio carpintero, junto a mi esposa María. Esta noche dará a luz un niño que se llamará Jesús, y quisiéramos pedir asilo en vuestra morada.
Pero Mino no estaba para tonterías.
- Si quieren parir gratis que vayan a Jericó -refunfuñó mientras les cerraba de un portazo.
Media hora más tarde un ángel posó sobre el tejado. Anunciaba glorias, si bien con tanto aleluya podía estropear alguna teja. Tuvo que echarlo a pedradas.
Llegaron las hilanderas, los cabreros, un flautista, cien aguadores, un cometa con estela, millones de pastorcillos…
- ¡Qué demonios querrá tanta gentuza! Cuánto vago anda suelto por el mundo. Más les valdría pagar lo que deben. ¡Fuera!
A pesar de sus desaires, todos permanecían en las lindes de la finca. Hasta que alguien nombró un pesebre y partieron hacia él.
No mucho después vinieron tres señores con corona, montados sobre camellos. Dijeron que eran Reyes. Mino no les creyó:
- ¿Cómo van a ser monarcas dos viejos y un negro? ¿Oro, incienso, mirra…? A mí no me engañan. ¡A la calle!
Mientras, en un portal de Belén se encendía una luz maravillosa. La nieve pinta el paisaje y el viento susurra villancicos.
- ¡Idioteces! -murmuró el prestamista.
Y volvió a su libro de créditos, a cebarse con la lista de morosos, a contar los reales de su arcón. Así pasó el día.
Hasta que entrada la noche recordó por que estaba anudado su pañuelo. Un ángel le había revelado la tarde anterior que su hogar fue elegido para que en él naciera el hijo de Dios. Decidió hacer aquel nudo para no olvidarlo, pero lo olvidó. Le falló la Memoria.
Fue el único habitante de la región que no asistió al alumbramiento. Absorto por su avaricia, fue incapaz de atar indicios, de atender los argumentos de sus paisanos, de razonar. Le falló el Pensamiento.
En su egoísmo despreció a los semejantes por su edad, su color, su empleo, su condición. Le falló el Amor.
Mino aprendió ese día una lección. Y es que en todo momento, incluso en aquellos que parezcan los peores, no debe faltarnos la Memoria en forma de experiencia (alguien dijo de ella que no es lo que has vivido, sino lo que has reflexionado), el Pensamiento a modo de razón, y el Amor, siempre el amor, en cualquiera de sus representaciones. ¡Aunque para recordarlo tengamos que anudar nuestro pañuelo!
Nota: Texto perteneciente al cuento "El nudo en mi pañuelo" incluido en mi primer libro "El amor azul marino".
5 comentarios:
Gracias Manuel, por este bonito cuento que aparece en El Amor Azul Marino sobre la navidad, la verdad es que desaprovechamos muchas oportunidades diarias para encontrarnos con muchos "niño Jesús", es una lección en días como este, en que algunos intentamos vivir de la manera más coherente la navidad.
Cuida esa gripe, vale?
un beso
estrella roja
Bonito cuento, Manuel.
Feliz Navidad.
Gracias a vosotros. Me ha alegrado (¡y aliviado de esa gripe!) leer vuestros mensajes. Recibid también mis mejores deseos para estas fiestas y ese nuevo año que en breve comienza.
¡Nos seguiremos leyendo en el 2009!
Hola, gracias por pasarte por el mio. Felices fiestas a ti tambien.
Por cierto, tengo que pasarme a verle para que le dedique el libro a mi madre, que se lo he regalado para navidad, con la idea de leerlo yo tambien ;).
un saludo
ADEMAS DE UN EXCELENTE DIRECTOR DE TESIS ERES UN ESTUPENDO ESCRITOR. DOMINAS TANTO LAS LETRAS COMO LAS CIENCIAS.. EL CASO ES ESCRIBIR. TUS CUENTOS SON FENOMENALES Y MAS SABIENDO TU HISTORIA. ME ENCANTA LEER TODO LO QUE ESCRIBES Y SOBRE TODO EN NAVIDAD NO FALLA EL RELEER EL AMOR AZUL MARINO.SIGUE ESCRIBIENDO CUENTOS QUE LA REALIDAD ES MUY DURA Y MIENTRAS LEEMOS VIAJAMOS. UN ABRAZO
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