De aquella investigación surgieron varias publicaciones (incluyendo dos artículos en la enciclopedia que editase el diario El Mundo), una beca y distintas ponencias a congresos. Hoy, de forma resumida, comparto con vosotros alguno de nuestros resultados:
Además de la propia situación de guerra, ya de por sí causante de distintos procesos emocionales que pueden abocar al alcoholismo, hubo otros factores que también contribuyeron decisivamente a su difusión. Tales factores estaban relacionados con algunos mitos erróneos vinculados a la bebida, y que en cierto modo todavía siguen vigentes en nuestros días. Así, por aquel entonces el alcohol era considerado popularmente como un alimento básico, un reconstituyente, un euforizante, un analgésico o, simplemente, una sustancia que permitía evadirse de la realidad... En esta línea, se consideró al vino como una parte esencial de la alimentación por el aporte calórico que se le otorgaba. No en vano, así lo recogían distintos tratados médicos e higienistas de la época, e incluso la propia tradición castrense. De hecho, durante la Primera Guerra Mundial el ejército francés había distribuido folletos entre sus soldados aconsejando su ingesta para “aumentar el vigor y el apetito, como fuente de calor y facilitador de la digestión”. Desde los manuales españoles de Higiene Militar se proclamaba que el vino “podrá tolerarse especialmente en campaña para mantener la fuerza física, energía moral y una cierta euforia, que en ciertas circunstancias puede ser útil”.
El coñac fue otra de las bebidas que disfrutó de un prestigio inusitado. Junto al tabaco, el turrón o el pan de higo formó parte de las llamadas “bolsas del miliciano”, aportadas desde la retaguardia republicana y distribuidas por la organización del Socorro Rojo Internacional entre sus combatientes hospitalizados. Llegó incluso a emplearse como medicamento, atribuyéndosele propiedades analgésicas, anestésicas y vigorizantes: “los sanitarios vuelven con los heridos de la cueva, inmediatamente se cargan las ambulancias; a uno le dan un tónico cardiaco, al otro una inyección, otro toma coñac; todos están bien vendados”. Se sabe que en el frente de Teruel (invierno 1937-38), con temperaturas inferiores a los 18 grados bajo cero, se dispensó de forma masiva para aliviar el intenso frío reinante (paradójicamente, y dadas las propiedades vasodilatadoras del alcohol, hoy tenemos la certeza de que tal prescripción estaba contraindicada).
Aquella confrontación hizo famoso en el bando nacional una especie de aguardiente apodado "revientafronteras" que, en atención a algunos testimonios, "se tomaba para insuflar valor antes de hacer el asalto con las bayonetas". Su réplica entre los republicanos fue el célebre “asaltaparapetos”, patentado en el frente de Bilbao, y del que se decía que estaba hecho con alcohol de quemar y pólvora blanca: “se administra una copita de este mágico elixir a cada combatiente rojo y el resultado inmediato es que se ha infundido al miliciano un valor rayando en la temeridad”.
Sin embargo, y pese a la aparente permisividad de la que gozó la bebida, ambos contendientes pretendieron atajar su consumo abusivo, a sabiendas de los serios problemas que entre sus filas ocasionaba...
El coñac fue otra de las bebidas que disfrutó de un prestigio inusitado. Junto al tabaco, el turrón o el pan de higo formó parte de las llamadas “bolsas del miliciano”, aportadas desde la retaguardia republicana y distribuidas por la organización del Socorro Rojo Internacional entre sus combatientes hospitalizados. Llegó incluso a emplearse como medicamento, atribuyéndosele propiedades analgésicas, anestésicas y vigorizantes: “los sanitarios vuelven con los heridos de la cueva, inmediatamente se cargan las ambulancias; a uno le dan un tónico cardiaco, al otro una inyección, otro toma coñac; todos están bien vendados”. Se sabe que en el frente de Teruel (invierno 1937-38), con temperaturas inferiores a los 18 grados bajo cero, se dispensó de forma masiva para aliviar el intenso frío reinante (paradójicamente, y dadas las propiedades vasodilatadoras del alcohol, hoy tenemos la certeza de que tal prescripción estaba contraindicada).
Aquella confrontación hizo famoso en el bando nacional una especie de aguardiente apodado "revientafronteras" que, en atención a algunos testimonios, "se tomaba para insuflar valor antes de hacer el asalto con las bayonetas". Su réplica entre los republicanos fue el célebre “asaltaparapetos”, patentado en el frente de Bilbao, y del que se decía que estaba hecho con alcohol de quemar y pólvora blanca: “se administra una copita de este mágico elixir a cada combatiente rojo y el resultado inmediato es que se ha infundido al miliciano un valor rayando en la temeridad”.
Sin embargo, y pese a la aparente permisividad de la que gozó la bebida, ambos contendientes pretendieron atajar su consumo abusivo, a sabiendas de los serios problemas que entre sus filas ocasionaba...
2 comentarios:
Hola Manuel!
Me ha encantado leer esta entrada, me he acordado de cuando nos conocimos, nada menos que en Turquía, y la colaboración que salió para la enciclopedia de El Mundo. Fue uno de los temas más interesantes que llevamos, además de original.
Veo que cierras el blog, así que que disfrutes estas vacaciones.
Un saludo,
Aurora
Hola Aurora, ¡qué alegría encontrarte por aquí!
En efecto, la primera vez que hablamos al respecto fue en un crucero en barco por el Bósforo. Y sí, quedó una colaboración muy maja para aquella enciclopedia de El Mundo.
¿Qué tal por Sudáfrica?, ¿y con tu trabajo? Me tenéis que contar.
Un abrazo, mil sonrisas y nos seguimos leyendo.
Manuel.
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