Tal y como comenté, subo hoy a este blog el final de la entrevista que con motivo de la publicación de "Mi planeta de chocolate" me hizo la agencia mexicana de noticias Notimex.
Pregunta (P) Los sentimientos son una constante en su obra, ¿qué protagonismo tienen en “Mi planeta de chocolate”?
Respuesta (R) Ciertamente, siempre me ha interesado mucho lo que sienten las personas; a veces, incluso más que lo que viven. En “Mi planeta de chocolate” describo una serie de acontecimientos realmente difíciles de asumir, en especial para un niño: el abandono de sus padres, los desastres de la guerra, el drama del exilio… Y a su lado, lo que más me importa: los sentimientos que dichos sucesos le generan. La amistad, la soledad, el amor en cualquiera de sus formas. Con frecuencia me paro en ellos invitando al lector a reflexionar. Sin emociones estaríamos muertos.
(P) ¿Es el chocolate el hilo conductor del relato?
(R) En parte sí. A Benito le entusiasman los derivados del cacao y quizá por eso se aplica una máxima de vida: cuando debas elegir entre dos opciones, toma siempre la que tenga chocolate. Por ello ama a América antes de conocerla (el país del chocolate, como él dice), y por ello acaba enrolado en el Mexique.
Desde un punto de vista literario, he querido contar una historia como el mismo chocolate: dulce y amarga. Dulzura en la ingenuidad y en los sueños de ese niño, amargura en el contexto histórico que le toca vivir.
(P) ¿Qué opinión le merece la colaboración que México prestó a España en este episodio en el marco de la Guerra Civil española?
(R) Durante mi investigación he podido constatar que, como todo, las medidas de cooperación entre ambos países tuvieron a ambas orillas del Atlántico sus partidarios y detractores en función de la ideología desde la que se valorasen. Sin embargo es evidente que tanto el General Cárdenas como su esposa, doña Amalia Solórzano, se implicaron notablemente en el apoyo al gobierno de la República y en la acogida de aquellos pequeños. El recibimiento por parte del pueblo mexicano fue extraordinario allá por donde fueron. Y si hubo algún problema de convivencia durante su estancia fue más fruto de alguna tensión aislada que de una mala intención.
(P) Amalia falleció recientemente, ¿qué más se ha ido con ella?
(R) Curiosamente doña Amalia falleció el pasado 12 de diciembre, el mismo día que se presentaba “Mi planeta de chocolate”. Durante la Guerra fue la presidenta del Comité de Ayuda a los Niños del Pueblo Español. Creyó con firmeza en este proyecto, recibió y conoció a cada pequeño, se preocupó de sus necesidades, se afligió con algunos contratiempos… De hecho, muchos de esos niños se referían a su persona con el apelativo cariñoso de mamá. Como dijo un amigo mexicano que reside en Madrid, con doña Amalia se ha ido un símbolo de la solidaridad entre los pueblos.
(P) Usted ha viajado mucho. ¿Conoce México? ¿Y los lugares que cita en su novela? Veracruz, Ciudad de México, Morelia…
(R) Sólo conozco México DF. En mi visita me pareció un lugar lleno de encanto con gente que derrocha simpatía y hospitalidad. Sin embargo, después de escribir “Mi planeta de chocolate” he contraído varias deudas con su país: una, conocer en persona a algún niño de Morelia; y dos, visitar próximamente Veracruz, Morelia y otras ciudades del mismo, a sabiendas de su belleza y del trocito de historia que encierran.
(P) En su libro “Cartas para un país sin magia” narra muchos de sus viajes por el mundo. ¿Aparece allí México o algún otro país latinoamericano?
(R) No, aun cuando América me encanta. He visitado Perú, Costa Rica, Argentina y un poco de Brasil y México. Todo muy lindo. Sin embargo, en “Cartas para un país sin magia” preferí centrarme en los viajes realizados como médico epidemiólogo a Benin en África Central, los Balcanes durante la guerra en la Antigua Yugoslavia, Oriente Medio... Se trata de una colección de relatos en la que, partiendo de las experiencias vividas, invito de nuevo a la reflexión.
(P) Usted ha donado siempre los derechos de autor en favor de “Aldeas Infantiles”. ¿Es la mejor demostración de que escribe por amor a la literatura y de que, fundamentalmente, los cuentos son para los niños?
(R) Siempre he dicho que la Medicina es mi vocación, la profesión de la que vivo. Y que la Literatura es mi pasión, esa afición que ocupa mi tiempo libre. Escribiendo disfruto como nadie, soy feliz. Y a ello añado la capacidad de compartir esa sensación con mis lectores. Con ello me siento suficientemente pagado. Por eso, y porque he colaborado activamente con “Aldeas Infantiles SOS” (cuya labor a favor de la infancia resulta encomiable), he cedido a esta ONG los derechos de autor de toda mi obra. Es una cuestión de coherencia.
(P) Además de autodenominado cuentista, usted es Cuentacuentos. ¿En qué contextos? ¿Cómo hace para convertirse en narrador?
(R) En efecto, me identifico plenamente con la palabra cuentista. Cuentista porque utilizo el cuento para expresar lo que siento, por pertenecer a una familia que se cuenta las cosas. Mis dos primeros libros abordan este género literario, mientras que en “Mi planeta de chocolate” el protagonista es un enamorado de los mismos. Y me encanta la palabra cuentacuentos. De hecho, en España he participado en distintos certámenes al respecto. También he realizado sesiones ante niños, personas mayores institucionalizadas y últimamente con alumnos de enseñanza secundaria. Siempre de una manera altruista.
Para ser narrador sólo hay que tener algo que contar, creer en ello y contarlo. Porque los cuentos gozan de un don especial: además de ser muy útiles para la transmisión de valores, son capaces de generar emociones en quien los escucha. Y eso, créanme, es magia en estado puro.
martes, 20 de octubre de 2009
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