miércoles, 6 de enero de 2010

Día de Reyes

A lo largo de mi vida ha habido distintas ocasiones en las que verdaderamente me he sentido Rey Mago. La primera, en un festival del colegio con motivo de la Navidad. Yo interpreto a Melchor. Y allí, con la barba de pelo de fregona, corona de cartulina y una bolsa de basura convertida en faldón, me limito a estar inmóvil junto al portal mientras suenan los villancicos.
En verdad que me habría conformado con ser paje, pastorcillo o molinero, pero mi maestra quiso que fuera yo quien portara el cofre de oro para la estampa de aquel Nacimiento. Ha sido un premio por atender sin sonrisas a sus explicaciones...
A mamá le encantó. Desde entonces sé que la ilusión es hereditaria. ¡Se hereda de los hijos!

Nota: Fragmento perteneciente al relato Un regalo para Lida de mi libro Cartas para un país sin magia.

2 comentarios:

Carlos Salcedo dijo...

Pues yo te agradezco el día en el que desinteresadamente junto con nuestros amigos Porfirio y Ernesto, vestidicos de Reyes Magos, regalasteis una gran alegría e ilusión a todos nuestros hijos. Será que tienes madera de Rey de Oriente.
Gracias por esas sonrisas.

Manuel Cortés Blanco dijo...

Hola Carlos:
Mil gracias a ti por tus palabras y por traerme el recuerdo de ese día. En efecto, los niños lo pasaron fenomenal; pero créeme... ¡nosotros también!
Un abrazo grande.