Además de la más importante del mundo, la Feria del Libro de Frankfurt presume de ser la más antigua, datando sus orígenes del siglo XV, cuando Johannes Gutemberg inventó la imprenta a pocos kilómetros de la ciudad. En las 62 ediciones de su era moderna la Feria ha crecido de manera exponencial, presentando un balance de vértigo: casi 7.000 expositores de más de cien países, cerca de 300.000 visitantes, unos 12.500 periodistas acreditados, 1.300 traductores, en torno a 3.000 eventos… Sin embargo, al margen de las cifras, lo mejor de mi visita estuvo en su lado humano.
Como he venido expresando en los distintos medios con los que colaboro, me encantó la ilusión mostrada por la delegación de Argentina, desde su condición de país invitado de honor. De allí vinieron más de 60 escritores, una nutrida representación editorial, aproximadamente 300 actos, una sesión de tango… Siempre cuidando los detalles para que todo saliera bien. En sus tertulias literarias abordamos muchos temas: la Literatura en tiempos de su dictadura, la actualidad editorial en español… Y uno que particularmente me apasiona: la narración oral, que por algo sus cuentacuentos están entre los mejores.
En el stand de Chile hablamos de otros asuntos, incluyendo el deseo unánime de que el rescate de sus mineros saliera bien. Con los representantes de México charlé sobre mi último libro (Mi planeta de chocolate) y distintas anécdotas relacionadas con los llamados Niños de Morelia. En el portal de Costa Rica compartí las vivencias de mis estancias allí, junto a cada relato que he escrito al respecto. Gabriel, poeta ecuatoriano, me narró un cuento de su región titulado El sapo Gota, que aprovecho a compartir. Y así, caseta a caseta, país a país, fui llenando mi carrito de notas, amigos e ilusiones con la intención de volver a encontrarnos… Tal vez en otro sitio, puede que en otra Feria, quizás en otro libro.
Cuentan que hace muchos años había un hombre que vivía con su suegra. Ese hombre era un gran cazador y cada vez que salía a la selva mataba muchos animales. Cuando regresaba a casa, su suegra le decía:
- Tengo hambre yerno. ¡Por favor, dame de comer!
Él respondía:
- No he cazado nada.
Este hombre era muy mezquino. Al regreso de sus cacerías ocultaba la carne en la selva, y cuando su suegra dormía se levantaba y comía hasta hartarse.
Sucedió que un día, yendo por el monte, se encontró con un gran venado y lo mató. Se lo echó al hombro y, al llegar a casa, lo escondió para comérselo esa noche. Su suegra le dijo:
- Yerno, dame de comer, me muero de hambre.
- No he cazado nada -se enfadó el hombre.
Pero esa misma noche se levantó y comió el venado. Al amanecer sintió fuertes dolores de vientre y poco después murió.
Este hombre fue castigado por su mezquindad y se convirtió en sapo. Ahora vive en los huecos de los árboles y canta en las noches de verano para que todos se acuerden:
- ¡Gota... gota... masha... masha…! (yerno, yerno, en quichua).
sábado, 16 de octubre de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
Además de la experiencia, que no me cabe duda que aprovechaste, como queda claro en esta entrada, tú siempre nos traes un cuento.
Gracias Manuel.
Hola Mercedes:
En efecto, que nunca dejemos de creer en los cuentos. Os seguiré contando y mil gracias a ti.
me encantan las ferias de libros, puedo conocer un montón de escritores que desconocía y que pasan a ser de mis favoritos.. una lastima que es imposible para mi sacar pasajes a Frankfurt para ir allá desde Argentina pero espero algún día hacerlo mientras tanto voy a las que se hacen en mi país
Buenos días, Clari, desde León (España):
Mil gracias por tu comentario. A mí también me apasionan las Ferias pues, en efecto, permiten ese contacto entre escritor y lector que acaba siendo especial.
La posibilidad de que yo fuera a Frankfurt vino caída del cielo, al ser seleccionado para ello como representante de la Asociación Aragonesa de Escritores. Y es que nunca sabes lo que el destino nos tiene preparado.
Mil sonrisas, un abrazo.
Publicar un comentario