jueves, 26 de abril de 2012

Enrique Lope, in memoriam

Esta tarde he recibido la noticia del fallecimiento de una persona extraordinaria: Enrique Lope Montañés, mi entrenador de atletismo durante casi una década. Enrique fallecía esta mañana a la edad de 86 años, después de dedicar su vida a ese hermoso deporte. Para los muchos atletas que pasamos por él, fue un ejemplo de entrega, valores, sacrificio y optimismo. Fue sencillamente amigo.
Cien veces le envié postales de aquellos lugares por los que andaba. Y en una además le cité en un relato. Concretamente en el titulado ¿Nos vamos a Plutón?, incluido en mi libro Cartas para un país sin magia, del que reproduzco un pequeño fragmento. Cuando lo leyó, me dijo que le encantaba.
De él aprendí muchas cosas, incluso esa coletilla mía de despedirme con mil sonrisas.
Mil y una gracias por todo, amigo Enrique… Y ahora sí: después de tantos kilómetros recorridos y tantas bondades compartidas, descansa en paz.

Últimamente me apunto a todas las celebraciones. Alguna de ellas tan merecida como la organizada en honor del que fuera en su momento mi entrenador de atletismo: Enrique Lope.
A Enrique, además de como maestro, amigo y mago de este deporte, lo definiría con tres palabras: buena persona. Trabajaba en la misma carpintería que papá, junto al que vivió las vicisitudes laborales de aquellos años setenta: la reconversión del sector, el resurgir de los sindicatos, las primeras huelgas. En ellas aprendieron a leer entre líneas: cuando alguien promete regularizar la empresa, terminará por cerrarla.
Mi padre le apreciaba muchísimo y viceversa. Tal vez por eso me acogió en su equipo, a pesar de que yo no lucía un biotipo de campeón.
Sin olvidar su familia, sus amistades y sus lienzos, Enrique ha dedicado su vida a la práctica deportiva: como atleta, entrenador, docente, técnico de la Federación. Un trotamundos del tartán por cuya sapiencia pasamos una legión de chavales.
Fueron horas de entrenamientos, de series cronometradas, de sudor en solitario. No hay otra manera de rendir. Él siempre los controlaba con una sonrisa.
Al entregarle la placa conmemorativa, la ovación ha sido cerrada. Se emociona de corazón. Nosotros también. Ninguno necesita disimular...

2 comentarios:

Manuel Cortés Blanco dijo...

La fotografía de Enrique que acompaña a esta reseña es propiedad de Eduardo Bayona, a quien agradezco sinceramente su difusión. Sea también ese agradecimiento para la Federación Aragonesa de Atletismo por hacerse eco de la noticia.

Unknown dijo...

Un SEÑOR con mayúsculas