viernes, 29 de abril de 2016

Mi yo voluntario

Los beneficios que la acción de voluntariado ejerce sobre el propio voluntario están sobradamente contrastados: permite su desarrollo y realización personal, conectar e interactuar con personas distintas (tanto sus iguales como otras), desarrollar o adquirir determinadas aptitudes/habilidades/capacidades, mejorar su autoestima y estado de ánimo, sentirse útil ante sí mismo y ante los demás, facilitar la comunicación intergeneracional (en el caso de ejercer ese voluntariado con personas mayores, de las que además pueden enriquecerse de su experiencia)…
Asimismo, determinados estudios científicos han demostrado beneficios directos sobre su salud física y mental, al constatar que la tasa de mortalidad entre las personas voluntarias es significativamente más baja que las de quienes no lo son, incluso cuando se consideran factores como la salud de los participantes. Se ha apuntado también que este tipo de acciones ayudan a disminuir las dolencias crónicas, elevan nuestro umbral de quejas y aminoran los tiempos de recuperación.
Por todo ello puede afirmarse que el voluntario, por el mero hecho de ejercer su labor, tiene más probabilidades de ser una persona motivada, realizada, comprometida, comunicada, preparada, hábil, feliz… ¡y por supuesto, sana!
Mención especial merecían las personas mayores que son voluntarias. Siguiendo las recomendaciones de Naciones Unidas, la UNESCO, la Organización Internacional del Trabajo o la propia Organización Mundial de la Salud, en España se vienen desarrollando diversos programas de integración y participación de personas mayores en actividades sociales muy diversas. Así en muchas ciudades hay mayores voluntarios que controlan las entradas y salidas de niños de los colegios, colaboran en actividades culturales (como guías de museos) o medioambientales (informadores en los parques), comparten piso con estudiantes jóvenes… Y es que esta etapa de la vida puede ser idónea para ello, sintiéndose así más útiles y capaces, a la vez que ocupan provechosamente su tiempo de ocio.
La condición de persona mayor es también un buen motivo para volcarse en esas actividades que de siempre nos gustaron: escribir, leer, interpretar… De igual modo, puede ser un periodo ideal para aprender cosas nuevas o para seguir haciendo a favor de los demás las mismas que se realizaban antes de la jubilación.
Entre nosotros Los Argonautas contamos con varios voluntarios octogenarios, que se implican plenamente en cada objetivo. Acompañan en los paseos a otros mayores que lo pudieran necesitar, actúan en los espectáculos programados, e incluso en el caso de una profesora de Música ya jubilada, enseña canto y baile a otros compañeros de proyecto.
Estamos seguros de que la participación de muchos mayores en alguna actividad como la descrita puede resultar sumamente positiva para su salud y bienestar. Y al tiempo demostrarán con ello una de las premisas elaboradas por el Consejo de Europa: que ninguna persona está imposibilitada por el hecho exclusivo de su edad.

P.D.: Texto que bajo el título Yo, voluntario he redactado para el blog del Proyecto Solidario Los Argonautas -al que pertenezco como psicólogo asesor- con motivo de este 29 de abril, Día Europeo de la Solidaridad Intergeneracional.

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