miércoles, 13 de octubre de 2010

Mario Vargas Llosa, Nobel de Literatura

La noticia corrió como la pólvora en la Feria de Frankfurt desde primera hora de la mañana: “El Nobel de este año, para Vargas Llosa”. La alegría era generalizada entre los diferentes stands del sector hispanohablante con especial atención al de sus editores y su agencia literaria. Me sumé a dicho entusiasmo recordando la primera vez que leí una de sus obras en tiempos del instituto: Los cachorros, de la que tuve que hacer un comentario para la clase de Literatura. Luego siguieron otras como La guerra del fin del mundo (de la que he extraído el siguiente fragmento), pero ya por el mero placer de su lectura.
Según la Academia Sueca, Vargas Llosa ha sido galardonado “por su cartografía de las estructuras del poder y sus imágenes mordaces de la resistencia del individuo, su rebelión y su derrota”. Sin tanto circunloquio, cualquier razón habría sido buena para rendirse a la genialidad de su Literatura.

Durante los meses de la sequía el Consejero y sus discípulos trabajaron sin tregua dando sepultura a los muertos de inanición, peste o angustia que encontraban a la vera de los caminos, cadáveres corruptos y comidos por las bestias y aun por humanos. Fabricaban cajones y cavaban fosas para esos hermanos y hermanas. Eran una variopinta colectividad donde se mezclaban razas, lugares, oficios. Había entre ellos encuerados que habían vivido arreando el ganado de los coroneles hacendados; caboclos de pieles rojizas cuyos tatarabuelos indios vivían semidesnudos, comiéndose los corazones de sus enemigos; mamelucos que fueron capataces, hojalateros, herreros, zapateros o carpinteros y mulatos y negros cimarrones huidos de los cañaverales del litoral y del potro, los cepos, los vergazos con salmuera y demás castigos inventados en los ingenios para los esclavos. Y había las mujeres, viejas y jóvenes, sanas o tullidas, que eran siempre las primeras en conmoverse cuando el Consejero, durante el alto nocturno, les hablaba del pecado, de las vilezas del Can o de la bondad de la Virgen.

6 comentarios:

Mercedes Pinto dijo...

Es curioso, estaba en un almuerzo de "trabajo" (nos reuníamos para ultimar los trámites de "La caja mágica", cuando me llegó un correo: Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura 2010. Me dio un vuelco el corazón, me alegré por él y por nuestra lengua. Tal vez fue premonitorio que me llegara la noticia en ese justo momento en el que diez personas hablábamos de literatura, de un cuento para niños.
Un abrazo para los tres.

Mercedes Pinto dijo...

Perdón, me comí un paréntesis.

LA CAJA DE ANBAIRO dijo...

Amigo Manuel:
Me sumo a esa alegría generalizada por el premio tan merecido "Nobel de Literatura" otorgado sin duda alguna con todo merecimiento a tan ilustre personaje MARIO VARGAS LLOSA.
Mis felicitaciones en esta espacio para él y agradecimiento para ti por traernos este bonito comentario.-

Un abrazopoeta amigo

Cristina dijo...

Me gusta el comentario.Felicidades para Mario Vargas Llosa!!!

Ángeles Hernández dijo...

¡Jo, qué alegría !. Escuchaba la radio en el coche y oi su nombre. Empecé a inquietarme porque no acababan de decir qué premio era -probablemente ya estaba dicho- y cuando por fin sonó NOBEL, aplaudí yo solita durante un rato y casi lloro de emoción.

Leo a Vargas Llosa desde mi adolescencia y revisando estos días sus novelas me he dado cuenta de que han caido casi todas...

Pue a releer tocan que tengo mucho que aprender

Un abrazo Manuel y un besito para en chiquitín de Á.

Manuel Cortés Blanco dijo...

Hola Mercedes, Cristina, Ángeles y Anbairo: Como siempre me alegra leeros en este espacio y que compartáis el entusiasmo por este galardón, que a la postre premia también a la Literatura en español.
Mercedes: ¡Qué bien que estés ultimando un proyecto tan bonito como el de "La caja mágica"! Ya nos contarás...
Anbairo: Me asomo a tu blog que es una delicia. Otro abrazopoeta.
Cristina: Más sonrisas para ti.
Ángeles: En efecto, a releer toca aunque seguro que compensa. Y le doy ese besico al pequeñín.
Mil gracias a todos y, como siempre, nos seguimos contando.