lunes, 17 de enero de 2011

Entrevista en Diario Médico

En su edición del pasado jueves 13 de enero, Diario Médico publicó una entrevista a mi amigo Antonio Piñeyroa y a mí con motivo del trabajo que ambos desarrollamos sobre el uso problemático de Internet en adolescentes (recientemente galardonado con uno de los Premios Nacionales Ulysses a la Investigación). Aun cuando hubo algunas variaciones en el formato final, os presentamos el extracto íntegro de esa entrevista.

Pregunta (P): ¿Cuál es la conclusión principal del estudio?
Respuesta (R):
En torno al 10% de nuestros estudiantes de enseñanzas medias presenta algún tipo de conducta adictiva durante el uso que hace de Internet, con el agravante de que en la mayoría de los casos ni ellos ni su familia son conscientes de dicho problema.
(P): ¿Qué consideran como una conducta adictiva en internet? ¿Qué importancia pueden tener las redes sociales en su desarrollo? ¿O el juego on-line?
(R):
Esa conducta adictiva o uso problemático de Internet responde a la pérdida de control de la persona frente al uso racional de la red, a la que convierten en parte fundamental de su vida.
Ciertamente se ve fortalecida por las posibilidades que las redes sociales brindan en términos de intimidad, variedad en su oferta, independencia del tiempo real y ausencia de inhibición, amparado por sus características conocidas en el mundo anglosajón como la “triple A”: accessibility (accesibilidad), affordability (bajo coste) y anonymity (anonimato).
La adicción al juego on-line es más propia de jóvenes apasionados por los juegos informáticos que hacen del entretenimiento virtual una necesidad. A diferencia de los anteriores, no tratan de establecer relaciones interpersonales salvo las estrictamente necesarias para lograr sus objetivos.
(P): ¿Cómo se puede detectar esa adicción a internet?
(R):
El proceso se desarrolla de manera progresiva, habiéndose descrito tres fases. En una primera el sujeto aprende a usar Internet, las redes sociales, y se fascina con ellos. En una segunda fase va integrándose en las comunidades virtuales más acordes con su personalidad. En una tercera, ya específicamente relacionada con ese uso problemático, la persona huye de su mundo real para refugiarse en un ciberespacio que le acoge sin reservas. Como signos iniciales de alerta ante esta última fase destacan: comprobación reiterada y compulsiva del correo electrónico (en vacaciones, durante la noche, etc.), apertura de numerosas cuentas e-mail en distintos servidores, tendencia manifiesta a pensar en una próxima conexión (la cual realizan en cuanto tienen oportunidad), demanda creciente en la red a costa de cambios en sus hábitos de vida (privación o modificación en los patrones de sueño, disminución de la actividad física, descuidos en su salud), secretismo ante los demás sobre el tiempo que se pasa conectado, quejas de terceros (pareja, familia) por el excesivo tiempo que pasa ante la pantalla, relativización de dicho uso, e inversión injustificada de tiempo y dinero en servicios de la red. A consecuencia de sus largas estancias ante el ordenador pueden presentar también síntomas físicos: cefaleas, fatiga visual, dolores de espalda, mialgias, síndrome del túnel carpiano, insomnio, etc.
(P): ¿Existe un nuevo perfil de riesgo?
(R):
Si bien en un principio se intentó establecer un perfil de ese usuario problemático (hombre joven, profesión liberal, clase media-alta, etc.), en la actualidad se considera más adecuado referirse a un tipo de personalidad con ciertos rasgos predisponentes para el desarrollo de una adicción: alteración en el control de impulsos, introversión, narcisismo, disforia, intolerancia a estímulos displacenteros, hipocondría, fobia social, baja autoestima, búsqueda exagerada de sensaciones, persistencia de un pensamiento mágico y fantasioso, carencia de habilidades o del temperamento para alcanzar sus objetivos, personalidades border-line, etc.
(P): ¿Cuáles son las consecuencias -familiares, sociales o formativas- de esa adicción?
(R): Navegar sin medida por el ciberespacio puede ser una pauta de comportamiento normal que en ocasiones se convierte en adictiva, pero también puede ser una conducta sustitutiva de otras adicciones primarias, un síntoma más de diferentes procesos psiquiátricos o la consecuencia de un trastorno previo de la personalidad.
En cualquier caso estas personas suelen acabar teniendo un empobrecimiento de las relaciones interpersonales con los otros miembros de la familia, una reducción significativa de su círculo de amistades y un incremento de los sentimientos de soledad.
(P): ¿El joven enganchado es propenso a desarrollar otras adicciones como complemento o como sustituto de internet?
(R):
En efecto. Así existe una alta comorbilidad del uso abusivo de Internet con otras adicciones y trastornos psiquiátricos, especialmente de tipo afectivo: abusos de fármacos, alcohol y otras drogas, productos relacionados con el sexo (a este respecto la adicción cibersexual es una de las más prevalentes), depresiones, trastornos bipolares, ansiedad, alteraciones en la conducta alimentaria, etc.
(P): ¿Cuál es la mejor vía de tratamiento en un caso normal? ¿Atención por profesionales o un control paterno eficaz?
(R): La principal medida preventiva es el empleo racional de Internet y el control de su exposición. En un principio deberían procurarlo los padres, si bien en función de la evolución, de ser especialmente problemático y/o haber otros trastornos adicionales se podría requerir la atención por profesionales especializados.
En cualquier caso, y con independencia del que pudiera precisarse por motivos laborales, se recomienda que el tiempo de conexión no exceda de las dos horas diarias, sin interferir con el sueño, con otras necesidades básicas, ni con las obligaciones que como persona el internauta pudiera tener. Y es que existe un consenso prácticamente generalizado de que la persona que utilice Internet debe conseguir un equilibrio entre las horas dedicadas a su uso y el resto de las actividades cotidianas.

2 comentarios:

Mercedes Pinto dijo...

En definitiva, querido Manuel, internet es como todo, bueno en su justa medida, y nefasto traspasado el límite. Naturalmente, los padres tenemos toda la responsabilidad para controlar estas conductas, y la mejor manera de evitar los excesos de nuestros hijos es controlando los nuestros.
Buena entrevista.
Un abrazo a los tres.

Manuel Cortés Blanco dijo...

Así es, amiga Mercedes.
Me alegra mucho que te gustara la entrevista. Ciertamente el trabajo ha despertado más interés del que podíamos imaginar.
Otro abrazo grande de parte de los tres.