Quien me conoce, sabe que confieso tener siete manías a la hora de escribir. La segunda de ellas: haber empezado cada una de mis obras en una Noche de Reyes. En casa, las vísperas del seis de enero se vivieron siempre de manera especial. Junto al sofá del salón -además de unos zapatos con sus nombres respectivos-, dejábamos un mensaje repleto de dibujos dando la bienvenida a esos magos, algún vasito de tinto para los pajes, agua y pan para sus camellos, turrón por si tienen hambre, guantes de lana por si pasan frío. Hubo un año en que con las prisas derramaron el vino sobre la alfombra… Pero si han sido los reyes, ¿por qué se enfada tanto mamá con papá? La puesta en escena desbordaba tal realismo que aún sigo convencido de que aquellos señores que vienen de Oriente solo podían ser de verdad.
Desde los retazos de aquel recuerdo y aun a riesgo de que nos traigan carbón, he escrito siempre ese día la primera página de mis libros… Hoy no ha sido una excepción. Y es que, en cierto modo, no dejo de percibirlos como un auténtico regalo.
viernes, 6 de enero de 2012
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2 comentarios:
Para mí también la noche de Reyes es muy especial, particularmente este año, en el que los niños de la casa le han dado todo el sentido. Pusimos de comer y beber a los camellos y todos nos acostamos muy nerviosos. La mañana siguiente fue una fiesta.
Ya ves que he vuelto a la blogosfera y esta visita se ha hecho imprescindible, nunca me decepcionas.
Feliz 2012.
Un abrazo.
Bienvenida de nuevo a la blogosfera, Mercedes. Y por supuesto, bienvenida a este blog.
Mil gracias por esos comentarios que me parecen geniales.
También feliz 2012 para ti. Y como siempre decimos los cuentistas, nos seguiremos contando.
Otro abrazo, otra sonrisa.
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