martes, 21 de octubre de 2014

El sustantivo "tarjeta" y el adjetivo "opaca"

Mientras se ponían sueldos sin medida de hasta tres millones y medio de euros, nos decían que debíamos trabajar más y cobrar menos. Mientras derrocharon sin vergüenza casi dieciséis millones de euros, nos culpaban de que hubo un tiempo en que habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades. Mientras saciaban en barra libre tantos caprichos, el Estado rescataba a sus entidades con miles de millones del erario público. Mientras pagaban como gastos personales bebidas alcohólicas, masajes filipinos, fiestas en discotecas o viajes paradisíacos, nos cobraban comisiones desmedidas, vendían dudosas preferentes o desahuciaban a quien no pudiera correr con sus debes…
A veces, cuando escribo, cuesta mucho encontrar ese adjetivo que describa perfectamente lo que sientes, lo que en verdad quisieras decir. Ante el asunto de las tarjetas opacas de Caja Madrid, lo que me sobran es precisamente eso: calificativos para los implicados. Sin embargo, no les concederé ninguno. Reservaré mis palabras para exigir responsabilidades, que devuelvan el dinero usurpado, que sean expulsados de aquellas instituciones a las que representaban y que –con o sin adjetivos- cuenten sin reparos con todo nuestro repudio.

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