A mi familia de músicos -con una pianista apasionada, ese trombonista en ciernes y aquella bailarina desbordando ilusión- le encanta asistir a conciertos, incluyendo los que suenan a ritmo de jazz. Por eso no es de extrañar que seamos seguidores de algunas de sus bandas, ya sea en persona como la Big Band Burgos o en redes como la Potato Head Jazz Band.
En semejante contexto, nuestra asistencia al Festival de Jazz Cuna del Parlamentarismo que se celebra en nuestra ciudad resulta casi obligada. Por algo no hemos faltado a una sola de sus ediciones.
Esta tarde se alzaba su telón con un espectáculo de lo más recomendable: El Show de Dodó (músicos Mastretta); otra propuesta -según costa literalmente en el programa- dedicada a la familia y en especial a los niños, donde los infantes acompañados de sus familias disfrutarán de una aproximación al jazz de manera divertida y participativa. Ciertamente ha sido así. Nos ha encantado. Y eso que casi no podemos acceder, pues el Ayuntamiento de León como entidad organizadora ha dispuesto que solo se entregaran dos invitaciones por persona. Entiendo que tal decisión sería acertada para un espectáculo de mayores... pero, ¿para uno familiar?
En fin... Hace tiempo que decidí quedarme con lo bueno que nos pasa y en este día lo haré con el Show de Dodó, con algunas naranjas mágicas sobre el piano, con su derroche de buena música y simpatía, con ese instrumento a medio camino entre violín y trompeta, con tantos directores imprevistos entre el público... Y es que, como advirtiera aquel compositor llamado George Gershwin, en cierto modo la vida es como el jazz... A menudo sale mejor cuando improvisas.
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