Mi abuela Concha era una devota del refranero y el santoral. “Por San Miguel, los higos son miel”, “de San Pablo en adelante no hay niebla que no levante”, “por Santa Margarita, la lluvia más que dar quita”. Conocía cada refrán de cada santo, a quien se encomendaba a diario desde su devoción. A todos menos a uno: San Valentín; aquel mártir romano que según la tradición fue ejecutado un catorce de febrero por no renunciar al cristianismo y seguir casando parejas en secreto cuando el matrimonio había sido prohibido por el emperador.
Aun siendo presentando como icono del amor, San Valentín nunca obtuvo el beneplácito de Concha. Primero, porque su existencia se ha discutido hasta tal punto que su propia festividad fue borrada del calendario eclesiástico al tratarse probablemente de un santo legendario. Segundo, porque su imagen había sido acaparada por los centros comerciales a fin de aumentar las ventas tras la cuesta de enero. Y tercero, muy importante, porque carecía de refranes.
Mi abuela acostumbraba a contarme miles de cosas que yo necesitaría cuando me hiciera mayor. De su mano aprendí a qué saben los besos (“a uvas con queso”), el lenguaje de las flores (rojo significa amor pasional, sin espinas quiere decir sin dudas) y algo de primera importancia: que cada cual administra sus sentimientos como quiere.
En su infancia tenía dos amigas: Carmen y María. La primera conservaba un tarro de cristal del Nescafé lleno de canicas; cada una de un color, recordando al de los ojos de algún familiar cercano. La segunda escondía en una caja metálica del Cola Cao cientos de mechones; cada cual de una tonalidad, simulando a la del cabello de cuantos muchachos le atraían. Y por fin, mi abuela, poseía una caja de bombones de Nestlé en la que guardaba todos los relatos, llenos de amor, humor y mar, que le escribiera ese novio llamado Ildefonso. En sus costumbres respectivas, Carmen, María y Concha convirtieron en reliquia un simple envase. Vidrio, latón y cartón elevados a la categoría de tesoro. Quizá por ello, yo acostumbre a guardar mis afectos entre las páginas de los libros que escribo.
lunes, 27 de octubre de 2008
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6 comentarios:
Hola Manuel y transi!!!!!
Espero que les haya ido genial en su viaje por Argentina, ME IMAGINO QUE A ESTAS ALTURAS, HOY 29/10/2008, ya estarán en León, te volveré a escribir Manuel, ya que lo que he visto corriendo, me ha parecido muy interesante, una vez regrese a España ahora a mediados del mes de Noviembre, porsupuesto que buscare tu libro, a ver si en el futuro mi hija y yo, soñamos con tus relatos.
Otra cosa, me gustaría que me contases más de tu lado andaluz, con respecto a lo musical y también en lo literario.
Felicidades matrimonio!!!
Un gran saludo.
Marcelo González. Desde Chile.
marcelogv123@hotmail.es
Me encanta lo que escribes de tu familia Manuel. Cuando publicas Mi planeta de chocolate? que lo tengo que regalar para navidad.Besos.
Hola Marcelo:
¡Qué alegría vernos por aquí! Aun cuando escribiré a tu e-mail, te adelanto que allá en la Argentina lo pasamos fenomenal. Por supuesto que compartiré contigo ese lado andaluz de mi familia, y te mantendré informado de la marcha de mis libros. Deseo que hagas lo mismo con nosotros respecto a tu música.
Seguimos en contacto. Un abrazo mío y de Transi, extensivo a tu pequeña.
Manuel.
Y hola también a ti, Cristina:
Gracias por tus comentarios, pues siempre alegra que guste lo que escribes.
Según el editor, "Mi planeta de chocolate" estará disponible en las librerías a primeros de diciembre. Me da que ha quedado bonito. Deseo que te guste.
Nos seguimos leyendo.
Manuel.
Estupendooooooooooooooo!!!!!!!!!!!
Hola Sr. Manuel
Soy Clara, nada mas enterarme de la existencia de su página, me falto tiempo para entrar a "cotillear".
La verdad que solamente he leido tres entradas, pero me parecieron muy interesantes. "Engancha" mucho su lectura y me he quedado con ganas de leer mas, asi que pronto me volvera a ver por aqui.
Un saludo
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