
La vida está plagada de crisis. Existen en el mundo financiero, a escala mundial, a nivel político aunque siempre se niegan, de apellido noble (vital, espiritual, energética, de pensamiento). Con frecuencia parece una palabra maldita e inventamos eufemismos para no citarla. Y así, llamamos “crecimiento económico adverso” cuando no cuadra el balance; o tan sólo “mala suerte”, si el destino no se ajusta a nuestros intereses.
También las hay médicas, como las cardíacas, las epilépticas o las ansiosas. Psicológicas, como las crisis de personalidad. Cotidianas, como las de esa pareja cuyo amor crece al reconciliarse. Y sin duda, una de las más crueles: la crisis de oportunidades. Saberte poseedor de aptitudes, habilidades o capacidades y que nadie permita que las puedas mostrar.
En el universo literario, como en tantos otros universos, esta diferencia de oportunidades resulta aberrante. A los centros comerciales sólo le interesan las grandes editoriales; los libreros de siempre encuentran refugio en los bestsellers; la concesión de muchos premios obedece a favores debidos. Así, en un pastel tan chico para tantos comensales, al escritor que empieza se le agotan los recursos. A nadie le interesan sus historias, su talento. Y por ello, la falta de oportunidades acaba convirtiéndose en una de las crisis más demoledoras.
Con este preámbulo llega a mis manos el libro
Los caracoles no saben que son caracoles, segunda obra de la escritora y conocida presentadora de televisión Nuria Roca. En ella nos narra la historia de Clara, una mujer de 35 años, separada y con dos hijos, sumida precisamente en una sucesión de crisis con todo cuanto le rodea. Se trata de una protagonista cercana con cuyas vivencias he sonreído, me he entretenido e incluso en algunos aspectos de la trama he acabado identificándome con ella. De entre sus virtudes destacan esa búsqueda incesante de sí misma, su sencillez para encontrar el humor en lo cotidiano y la naturalidad con la que convierte cada una de sus crisis en nuevas oportunidades para crecer.
No comparto la opinión leída en algún foro de que
Los caracoles no saben que son caracoles sea una novela para mujeres. A mí me ha gustado, resultándome simpática, con un lenguaje sencillo, directo, salpicado de ironía y máximas reflexivas, en la que todo sucede deprisa, fácil de leer e ideal para desconectar de la monotonía.
Sin embargo en mi opinión la autora se recrea en exceso en los tópicos, especialmente en el ámbito de la sexualidad y las relaciones humanas, confundiendo en ocasiones lo sencillo con lo banal. Y quizá por eso, a falta de una mayor exigencia en el argumento o en los diálogos, pueda parecer que la novela vaya de más a menos.
Aun admitiendo las cualidades de este libro y el buen sabor de boca que ofrece en distintos párrafos, tengo la impresión de que, conociendo como conozco el panorama literario actual, si no llega a escribirlo una persona previamente famosa habría tenido dificultades para ser editado. De hecho, es seguro que su publicidad hubiera sido infinitamente menor y cuando menos sería arriesgado hablar de “consagración”. La propia novela, como la vida, se empecina en demostrarlo: nada más importante para superar cualquier crisis que disponer de oportunidades para hacerlo. Y evidentemente, en estos tiempos que corren, tanto la autora (Nuria Roca) como su personaje (Clara, sin que desvelemos el final) han sabido aprovechar las suyas. Me alegro por ambas.