jueves, 17 de febrero de 2011

Hölderlin y yo

Hace unos días leía una reseña sobre la vida de Friedrich Hölderlin, uno de los grandes, si no el que más, de la poesía lírica alemana. Hölderlin escribió a finales del siglo XVIII su célebre novela Hyperion antes de volverse loco y ser recluido en un manicomio. Tras unas gestiones no exentas de controversia, pudo salir de allí bajo el amparo de un maestro carpintero llamado Zimmer, quien le acogió en su casa y le dio algo tan sencillo como un hogar. Un hogar a un perturbado, a un desecho humano, solo por agradecimiento al poeta que había sido capaz de emocionarle.
¿Por qué escribo esta historia? En primer lugar, porque con frecuencia olvidamos el niño que llevamos en nosotros renunciando por sistema a un panorama tan entrañable como el de los cuentos. Aprender a ser libre es aprender a imaginar.
Segundo, porque comparto la idea de que quien da, recibe. No quiero sino estar en sintonía con aquel bello verso de Mario Benedetti: quien siembra muros no recoge nada.
Tercero, para reafirmar que lo que a veces uno hace va más allá del hecho simple de hacerlo, y que quizás algún día deba escribir mi propio Hyperion por si alguna persona en forma de Zimmer lo pudiera precisar.
Y finalmente para constatar que aunque nada en la vida es fácil -solo hay que ver cómo le fue al bueno de Hölderlin-, esa propia dificultad dignifica nuestros actos. Recuerdo el ejemplo del artista Eduardo Chillida, quien dejó de dibujar con su mano derecha porque aquello era demasiado fácil para ser considerado arte.

Nota: Fragmento incluido en mi libro Cartas para un país sin magia.

4 comentarios:

Silvia66 dijo...

Qué interesante y qué bien narrado.
!Gracias por compartir!

El Caminante dijo...

Hola Manuel un saludo. Hay aspectos que me gustan en esta entrada. Sobre todo uno que me sirvió como piedra de toque para intentar cambiar muchas cosas. Se trata del niño, es cierto que yo tomé ese niño del concepto de superhombre de Nietzsche, pero lo tomé porque el niño juega y juega, no vive ni en el pasado ni en futuro, vive en el presente. A partir de ahí he ido recopilando múltiples aspectos para dar un giro hacia un enfoque empático y altruista como forma de vida, lo que coincide con tu segundo punto.
Me surgen numerosos puntos que igual seguiré comentando en función de tus escritos. Un nuevo enfoque de la vida, la felicidad no como una secuencia de placeres, sino como una actitud ante la vida.
Un placer saludarte.
Javier.

Manuel Cortés Blanco dijo...

Querida Silvia:
¡Qué alegría leerte aquí! Compartir también que estamos contentos, con el Principito cada vez más sonriente. Seguimos en contacto, muchos recuerdos y un abrazo grande de los tres.

Manuel Cortés Blanco dijo...

Hola Javier:
Bienvenido a este blog y mil gracias por tu comentario. Me alegra que te hayan gustado esos aspectos de esta entrada y leer tu reflexión; por supuesto que puedes añadir más puntos cuando quieras.
Otro placer saludarte, un abrazo.