lunes, 16 de enero de 2012

Esa palabra llamada frontera...

¡Fuera de cobertura! Ciertamente así estaré durante los próximos diez días, pues por motivos personales voy a viajar lejos de España. Disculpad por ello si no respondiera. Entre tanto os dejo con un fragmento de mi relato Esa palabra llamada frontera, en el que describo el primero de esos viajes, y que también está incluido en mi libro Cartas para un país sin magia.
Mil sonrisas y, como siempre decimos los cuentistas, nos seguiremos contando.

Nunca olvidaré aquella excursión a Andorra. La primera vez que salimos de España; quizá por ello estoy más nervioso de lo habitual.
Se lo decimos a todos los del pueblo, e incluso doña Matilde hace un listado de cosas por si las podemos traer. Nos solicita un barreño para lavar la ropa, pues desconfía de las lavadoras. No le extraña que las camisas acaben volviéndose locas dentro una máquina que les da tantas vueltas.
El alguacil del Ayuntamiento me pide otra foto para el salón de plenos. De paisaje y sin señoritas, que a nadie se le escapan los celos de su esposa.
Don Prudencio, que estuvo allí hace mil años, recomienda una carretera secundaria por la que se ataja una barbaridad. Doña Hilaria insiste en que de haberlo sabido antes hubiera venido con nosotros. Y el cura, el más campechano de la parroquia, nos despide con su bendición.
En mi pueblo existen dos tipos de familias: las que tienen un SEAT-600 y las del SIMCA-1000. También está el alcalde con su Gordini, aunque ese no cuenta: solo conduce cuando lo dispone la autoridad. No hay más; tampoco hacen falta. Quien nunca ha tenido limusina, difícilmente la echará de menos...

2 comentarios:

Mercedes Pinto dijo...

Sabes que te espero a la vuelta.
Me gusta el texto que me has traído, y mucho.
Un abrazo.

Manuel Cortés Blanco dijo...

Bien hallada, Mercedes. Me alegra reencontrarte en este espacio y que te guste el párrafo que he propuesto.
Por supuesto que nos vamos a seguir contando.
Otro abrazo, mil sonrisas.