Esta misma mañana, un amigo ha reenviado a mi móvil un vídeo en el que supuestamente cierto alumno acosado se venga de sus compañeros de instituto añadiendo un laxante de caballo a los alimentos del comedor. Las escenas resultan tan escatológicas que parecen inverosímiles... Al investigar al respecto en la red, descubro que se trata de una grabación ficticia realizada por una Universidad para demostrar el gran alcance que tienen estas noticias falsas.
Ya metido en materia, constato también que España es el país de Europa donde más proliferan las Fake news, que más del 85% de la población no sabe reconocerlas y que muchas de ellas abordan dos ámbitos que me preocupan especialmente: el de la salud y el de los menores de edad. Por ello en demasiados dominios superan de largo a las noticias verdaderas al llegar a tener, dada su morbosidad, hasta un 70% más de probabilidades de ser replicadas.
En esta era de la información que nos toca vivir cabe la posibilidad de que acabemos muriendo de éxito. La confusión nos seduce, nos manipula. Y es que tenemos tantas novedades y tan pocos filtros que a lo que realmente estamos en riesgo es a estar completamente desinformados.
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