Dicha disposición se ha contagiado también a mi literatura, como si de una manera figurada procurase eso mismo ante mis lectores. Por ello comparto estas líneas del relato titulado La batalla de la Luna -recordando aquel viaje a Auckland-, incluido en mi libro Catorce lunas llenas.
"Ciertamente, en las sociedades occidentales resulta
más fácil tirar las cosas que arreglarlas. Por suerte, los ciudadanos de Nueva
Zelanda han asumido ese reciclaje como una norma básica de convivencia y una
forma de preservar su territorio para futuras generaciones. Por poner solo un
ejemplo, se estima que por cada tonelada de papel que se recicla se
ahorran dos metros cúbicos de vertedero, 140 litros de petróleo, 50.000 litros
de agua, y la emisión de casi otra tonelada de dióxido de carbono, uno de los
gases de efecto invernadero, causante de ese cambio climático al que se le
atribuyen nueve de cada diez desastres naturales… Porque puede que tengamos
otros planes, pero no tenemos ningún otro planeta. Sin olvidar la importancia
del consumo responsable, pues nadie recicla mejor que quien no gasta más de lo
que necesita.
Dichos habitantes saben que vivimos en un mundo en
el que millones de especies comparten espacio, si bien solo una –precisamente
la humana- puede destruirlo. De hecho, una de cada seis que conocemos no se las
podremos enseñar a nuestros nietos más que en fotos... Saben que existe una
relación directa entre el aumento global de la temperatura y esa extinción, de
manera que si se mantienen los niveles de emisión de gases nocivos habrá una
pérdida notoria e irreparable de tal biodiversidad… Saben que al ritmo de
deforestación actual, los árboles desaparecerán de su superficie en apenas tres
siglos, esto es, en unas doce generaciones… Saben que en menos de diez años los
océanos estarán tan sucios que albergarán un kilo de plásticos por cada tres de
pescado… Saben que esperar sentado nunca será solución, con el añadido de que
el medio ambiente no distingue entre el agresor o el indiferente... Y saben que
ese respeto hacia su entorno debe inculcarse desde la infancia, pues nunca
podrás proteger algo que no has aprendido a amar...".
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