miércoles, 9 de mayo de 2012

En El Faro Astorgano...

Acabar la lectura de un libro que te deja un sabor dulce y un cuerpo calmado, como cuando has logrado algo ansiado y justo, es un placer y un beneficio para el físico y para el psíquico de cualquier persona. Con ese sabor de calma y una sonrisa, finalicé la lectura del libro de Manuel Cortés Blanco, titulado Mi planeta de chocolate.
A Manuel Cortés Blanco, tuve el gusto y la suerte de conocerle -hace unas semanas- en Bembibre, en un cuentacuentos, organizado por la concejalía de cultura de esa ciudad, donde también participó mi querida y buena amiga-escritora, Mercedes González Rojo. Ni una ni otra conocíamos a este médico escritor, que nos cautivó con sus cuentos y con su cordial y amigable persona. Cuando el acto terminó, intercambiamos pareceres sobre nuestras respectivas historias y las de los otros, y nos conocimos un poco mejor. A la hora de despedirnos, Manuel nos regaló un ejemplar de su libro Mi planeta de chocolate, que ya va por la tercera o cuarta edición y que fue finalista del II Premio Internacional Vivendia de Relato.
Una vez en casa, no pude contener las ganas de darle un vistazo al tomo, aunque era tarde, las frases se fueron deslizando bajo mi vista, y las páginas sucediéndose con avidez. Me cené Mi planeta de chocolate de una sentada, y no tuve ni gota de indigestión, todo lo contrario, las sábanas me acogieron calmada y con ese calorcito marrón y dulce de aquella tableta mágica que me había metido entre pecho y espalda. Pensé en decirle a Manuel que recomiende su libro, a modo de medicina, a sus pacientes. No es broma, personalmente creo, que la lectura es sanadora, además de instructiva, constructiva y un extraordinario ejercicio para nuestras neuronas.
No he leído más libros de Manuel, pero ahora que conozco al escritor además de a la persona, no dudo en merendarme sus otros libros. Este médico, psicólogo y escritor, que ha viajado por todo el mundo, tiene una forma calmada e inteligente de poetizar la dura realidad. Sabe manejar el lenguaje con una soltura exquisita para llegar a la fibra del lector, que acaba por ser un personaje activo del relato. A Manuel Cortés Blanco, le auguro una dilatada y extensa carrera literaria, para su bien, pero también para los que leyendo sus creaciones, crecemos en empatía, en conocimientos y en las bondades de sus personajes.
Si quieres compartir la calma y el dulce sabor que me dejó Mi planeta de chocolate, de Manuel Cortés Blanco, acércate a cualquier librería y hazte con este precioso tesoro marrón. Es una magnífica manera de aislarte, durante sus páginas, de la realidad o de cualquier situación que atenace tu bienestar. Es un antídoto perfecto contra la crisis, una magnífica manera de curar el hígado ante tanta mala bilis deambulando por la tierra.

Nota: Reseña de la escritora Manuela Bodas Puente, publicada bajo el título Manuel Cortés Blanco, médico en letras en El Faro Astorgano, en su edición del pasado 3 de abril.

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