jueves, 16 de abril de 2015

Decálogo para un voluntariado responsable

El boletín Bioética Complutense correspondiente al mes de marzo de 2015 (número 21, páginas 15 y 16) publica mi última propuesta en el ámbito de la colaboración social: Decálogo para un voluntariado responsable. Concebido desde nuestra experiencia como miembros del Proyecto Solidario "Los Argonautas", sus puntos pretenden establecer las bases para el mejor ejercicio de dicha acción. Y es que, como sentenciara la escritora Sally Koch, "las grandes oportunidades para ayudar a los demás rara vez vienen, pero las pequeñas nos rodean todos los días".

1. Ser voluntario es una elección libre, consecuente, altruista, responsable y reversible (evidentemente, uno puede dejarlo cuando quiera o las circunstancias así lo indiquen)… Si bien quien la elije, tiene muchas posibilidades de serlo por mucho tiempo.
2. En el desempeño de ese voluntariado, el agente más importante es siempre quien recibe la acción solidaria. De ahí que merezca nuestro máximo respeto, confidencialidad y consideración.
3. Para ejercer el voluntariado no existe límite de edad (más allá del que para los menores establezca la Ley). Atendiendo a su experiencia, las personas mayores pueden ser y son excelentes voluntarios, incluso ante sus iguales. 
4. Para desarrollar dicho voluntariado de manera eficiente no basta con improvisar ni con tener buenas intenciones. No podemos conformarnos con hacerlo bien, sino exigirnos que se haga cuanto mejor. La formación es por ello un derecho del voluntario y una responsabilidad para la institución que le ampara.
5. Aun cuando la mayoría de las veces sea una intervención gratificante, en ocasiones ese ejercicio puede resultar difícil, e incluso duro. En cualquier caso, la mayor recompensa que tiene un voluntario es saber que su acción repercute positivamente en los beneficiarios de la misma.
6. El voluntariado no es una energía individual, sino de equipo. Si bien debe haber una dirección, en él no caben egoísmos ni protagonismos injustificados. La comunicación y complicidad entre sus miembros resultarán fundamentales para alcanzar ese objetivo común.
7. La capacidad de empatizar con el otro, el positivismo, la flexibilidad, la creatividad y cierta dosis de simpatía son herramientas que facilitan significativamente esa labor. La capacidad de entrega ante los demás es también importante. Al fin y al cabo, la solidaridad no solo consiste en dar… La mayoría de las veces es también devolver.
8. El compromiso resulta siempre exigible, tanto para sí mismo como para la institución en la que desarrolle su labor. No vale ser voluntario solo cuando me apetece, con quien me parece o como me guste. Incluso con frecuencia no basta con dar; hay que darse.
9. Salvo circunstancias excepcionales, el voluntario no es ni debe ser el sustituto de un agente social que debería existir. Eso sí, puede ser su complemento, la persona que facilite su tarea, esa ayuda inestimable para alcanzar el mejor fin.
10. Ser voluntario es optar por un estilo de vida que, sin duda, merece la pena. De un modo u otro, su acción positiva tiene efectos de ida y vuelta. Porque a quien es generoso con la vida, la vida acaba siendo más generosa con él.

1 comentario:

Manuel Cortés Blanco dijo...

Adjunto el enlace al artículo completo en el Boletín, por si a alguien le pudiera interesar. Mil sonrisas.
https://www.ucm.es/data/cont/docs/137-2015-04-15-Bolet%C3%ADn%2021%20Marzo%202015.pdf