miércoles, 29 de abril de 2015

La importancia de llamarse Expósito

Desde que hace apenas dos semanas -con relación al estreno de la serie Acacias 38- RTVE.es publicó un reportaje sobre los niños expósitos en el que yo les asesoraba al respecto, las visitas a mi blog, al enlace del artículo que edité en su día en la revista Cambio16 y al link de mi novela Mi planeta de chocolate se han disparado. También en estos días he podido constatar el cariño que los lectores siguen mostrando a Benito Expósito Expósito, el pequeño protagonista de la misma, agotando los ejemplares de los que dispusimos en el Día del Libro, en Zaragoza. Y además, acabamos de estrenar una sesión de cuentacuentos en la que hacemos nuestra su máxima de vida: "cuando debas elegir entre dos opciones, toma siempre la que tenga chocolate".
Con el optimismo que a pesar de las adversidades nos transmite Benito en cada vivencia, comparto las preguntas y respuestas originales de aquel reportaje que ha abordado, más si cabe, la importancia de apellidarse como él: Expósito.

¿Hay alguna estimación sobre cuántos niños eran abandonados a finales del siglo XIX-principios del siglo XX en España?
Los abandonos de niños en hospicios eran habituales por aquel  entonces, estando incluso regulados por  ley. Solo para la provincia de León, se ha estimado que los tres hospicios que había llegaron a albergar a 50.000 chiquillos, muchos de los cuales eran “hijos de padres incógnitos”, esto es, niños expósito. Aun sin disponer de datos concretos, si extrapolamos esa cantidad para el resto de España, podemos deducir la importancia de este hecho en la sociedad de su momento.
¿Era habitual que en los conventos hubiera un cesto y lápiz y papel para que las madres pudieran dejar allí a los niños?
En todas las ciudades de renombre existía al menos una “casa cuna” o “casa de expósitos”, estableciendo las leyes vigentes que “haya en cada distrito una de estas casas con torno para los muchos niños que se exponen, a fin de tener la mujer la libertad de depositar en él a su hijo sin ser vista por la persona que lo reciba (habitualmente una monja)”. El torno disponía de un plato inferior a modo de cesto, junto a una campanilla que la madre hacía sonar al depositar sobre él a su retoño. Y aun cuando no fuera norma (hemos de considerar también las tasas de analfabetismo de la época), es cierto que algunas disponían de lápices y papel por si hubiera algún detalle que anotar.
¿Solían las madres dejar a los niños con algún tipo de identificación (una medalla, una manta, un pañuelo…) para tratar de recuperarlos?
La mayoría de esos abandonos por sus madres respondían al deseo de no ser juzgadas por una sociedad excesivamente cruel con quien tenía descendencia siendo soltera, viuda o en circunstancias que pudieran suponer una deshonra. En otros  casos, eran padres extremadamente pobres que consideraban que no podían atender debidamente las necesidades de sus hijos, entendiendo que al menos en los hospicios conseguirían sobrevivir.
En unos y otros casos, los registros de ingreso dispuestos en el torno desvelan que –en efecto- muchos chiquillos eran dejados con alguna señal que los pudiese identificar (pañuelos, mantillas o medallas, apuntes escritos en papel, etc.), en la esperanza de poder rescatarlos cuando la situación de las madres mejorase.
¿Cómo funcionaban los Conventos y las Casas de Expósitos?
Dependientes básicamente de rentas públicas y donaciones para la beneficencia, las "Casas de Expósito" pretendían cubrir las necesidades fundamentales de aquellos niños proporcionándoles un hogar, una educación y en lo posible unas aptitudes profesionales que les permitieran en el futuro valerse por sí mismos. De una plantilla vinculada con frecuencia a alguna orden religiosa, destacan su administrador, los celadores, las llamadas "amas de leche" encargadas de amamantar a los lactantes, las "amas de cría" responsables de su crianza, el médico a quien por ley se le exige "reconocer, vacunar… y hasta colocar en aislamiento a los que padezcan coqueluche, garrotillo, sarampión o sífilis", los "maestros de oficio" pendientes de la formación de los chavales… Y es que este, precisamente, era otro de sus objetivos añadidos: la capacitación laboral.
¿De dónde viene el término 'expósito'? 
De entre las mil interpretaciones que se han dado al término Expósito hay una que nos remite al Imperio romano. Allí el paterfamilias, amo absoluto de su casa, podía ejercer el derecho ius exponendi de la potestas patria consistente en sacar de su hogar al hijo no deseado, dejándolo fuera para que muriese o hasta que alguien finalmente lo acogiera. De ahí el origen probable de un término (Ex pósitus, puesto fuera), que como describiera Tertuliano "es ciertamente más cruel que matar... abandonando a los críos a la intemperie y al hambre de los perros". 

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