martes, 7 de abril de 2015

En el Día Internacional de Reflexión sobre el Genocidio cometido en Ruanda

En este siete de abril conmemoramos el Día Internacional de Reflexión sobre el Genocidio cometido en Ruanda. Sin duda, aquellos hechos de 1994 son unos de los más aberrantes de la historia de la Humanidad, estimándose en cerca de 800.000 los muertos habidos en apenas cinco meses.
Además de por su monstruosidad, quedé especialmente sensibilizado con lo ocurrido pues tan solo dos años antes estuve trabajando como médico en la zona. Y de ahí que, como escritor, lo reflejara en mi libro Siete paraguas al sol.
Desde su recuerdo y la reflexión a la que obliga, comparto en este Día unas líneas del mismo.

"La matanza hace meses de millares de tutsis a manos de milicias hutus sigue viva en su recuerdo. Con tales antecedentes, la desgracia se veía venir. El odio echa raíces, crece y florece. Nunca una herida cerrada quedó tan abierta.
A muchos les asediaron en las iglesias para luego incendiarlas. A otros les arrojaron al río, pues la prensa animaba a llenar de cadáveres el lago. Hubo abatidos como presas de cacería. Se sabe que una horda de sicarios, bajo amenaza de acabar con su familia, obligó a un hombre hutu a decapitar a su esposa tutsi. Alguno, en la vorágine del genocidio, llegó a comprar la bala con la que le asesinasen para no fallecer a machetazos. La mayor de las atrocidades: pagar por cómo morir.
- ¿Ya has eliminado a tu tutsi?  -podía leerse en los panfletos.
- Se nos pueden esconder, pero no se nos pueden escapar –promulgaba la Radio Televisión Libre de las Mil Colinas, dirigida por las facciones más extremistas.
Los locutores encumbran héroes, magnificando sus hazañas bélicas y empequeñeciendo sus crímenes. Hombres antes oprimidos se visten de verdugo, al tiempo que convierten en víctima al peor de los tiranos. Su supuesta justicia deriva en venganza, en ajusticiamiento. El pueblo es un león dormido, recita el refranero africano. Y parece evidente que aquí le han despertado.
Muchos de los ultrajados fueron hutus torturados por otros hutus al negarse a matar a familiares o amigos. Algunos eran vecinos denunciados por otros vecinos al aflorar rencillas personales previas a la contienda. Los nombres de las interaharnwes o milicias que recorrían las calles, preferentemente de noche y sin aviso, constituyen por sí mismo una amenaza: Los destructoresLos que saben golpear hasta la muerteLos exterminadores sin compasión… Los tutsis eran solo cucarachas. Donde al atardecer había una casa, al amanecer había escombros, muebles quemados, ropa rasgada… juguetes rotos. Todavía guardamos un minuto de tristeza. Allí apenas hubo cámaras, fotografías, ni siquiera el más humilde reportero que pudiera ser testigo de la barbarie. Tan solo una cámara, temblorosa y lejana, captó la imagen de un inocente ajusticiado, poniendo a prueba la humanidad de sus autores y la de aquellos que la contemplan. A veces la verdad no importa todo lo que debería. Porque en esta dictadura informativa en que vivimos, aquello que no alcanza un objetivo, sencillamente no existe". 

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