Como médico especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública, integrante de una Sección de Epidemiología, responsable de la gestión de vacunas en mi provincia y de su Centro de Vacunación Internacional, no tengo ninguna duda respecto al lema V de Vacuna, V de Vida de la reciente campaña promovida por el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, a sabiendas de que -efectivamente- las vacunas salvan vidas.
La difusión de dicha realidad constituye uno de los objetivos previstos en esta Semana Mundial de la Vacunación, que celebramos del 24 al 30 de abril, pretendiéndose resaltar en ella los beneficios incuestionables de las vacunas y el calendario común de vacunación a lo largo de toda la vida.
Tristemente, los bulos existentes en torno a ellas, la falsa sensación de que no se necesitan y la consecuente no vacunación están permitiendo el resurgimiento de determinadas enfermedades infecciosas que considerábamos prácticamente extinguidas. Solo así se explican por ejemplo las tasas alarmantes de Sarampión en determinados países de Occidente, con las graves consecuencias que -especialmente entre los no vacunados- el mismo podría ocasionar.
Y es que, como ya advirtiera en mi libro Catorce lunas llenas, siguiendo las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, a excepción del agua limpia, ningún otro factor -ni siquiera los antibióticos- han ejercido un efecto tan importante en la reducción de la mortalidad de la Humanidad como las vacunas.
jueves, 25 de abril de 2019
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