Una de las características del centenar largo de rebrotes COVID19 que actualmente se reparten por decenas de provincias españolas es la alta tasa de casos entre personas jóvenes. Así, el 70% de ellos tienen menos de 40 años, siendo mayoritariamente asintomáticos o de menor gravedad.
Otra de las características que define la actitud de muchos de ellos es su aparente irresponsabilidad ante la situación de pandemia que estamos viviendo. Por poner algún ejemplo de primera mano, cuesta entender que un adolescente sometido a cuarentena por ser contacto estrecho, escape de tal medida para acudir a una fiesta... que sigan organizándose botellones sin mascarilla ni distancias mínimas... que en los bancos de la ribera, descubra a varios muchachos que juegan a toserse.
Uno de esos jóvenes a los que pasé la encuesta epidemiológica -por cierto, como caso confirmado- me respondía al preguntarle sobre su actitud que tenemos derecho a divertirnos... A fin de cuentas, estando tan sano, ¿qué me puede pasar? Curiosamente, en esa sensación de fortaleza asienta su mayor debilidad.
Sin pretender focalizar sobre ningún grupo y asumiendo que -como diría para las casas el refranero de mi abuela- en todos cuecen habas, quisiera manifestar públicamente que yo también tengo, ya no solo derecho, sino necesidad de descansar. Y mi familia, y mis compañeros... Y tantos más que estuvimos, ya no en la trinchera, sino en las fosas. Llevamos casi cinco meses sin parar y dentro de una semana, por fin, podré tomarme mis primeros diez días de vacaciones. Siempre, eso sí, que no haya contratiempos. No importa que no vaya a ir muy lejos, que deba estar pendiente del teléfono por si hubiese cualquier alerta o incluso que prevea volver en caso de rebrotes... Será poco más de una semana para sopesar si personalmente tanto esfuerzo ha merecido la pena. Si compensan o no tales desvelos, no haber visto a tus hijos por si acaso, pasar una cuarentena pendiente de los resultados -y por extensión, de las actitudes- de algún tercero... Si merece la pena dormir con tapones porque hay que madrugar para hacer cualquier inspección, mientras en la terraza abarrotada de debajo de mi casa la gente se sigue divirtiendo como si nada hubiera sucedido. Es su derecho al ocio nocturno, que diría aquel. Y lo respeto. Aunque yo, demasiado agotado a estas alturas, empiezo a reservarme el mío de abandonar.
viernes, 17 de julio de 2020
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