Cuarenta días después, retomo las entradas en mi blog reseñando sin duda el acontecimiento familiar más duro que en este tiempo nos ha tocado vivir: el adiós de mi tía Consuelo. Hermana de mi madre, fue siempre una persona encantadora. Amable, cariñosa, positiva, disponible y dispuesta a hacer lo que fuera en favor de los demás... Agradecía muchísimo cada foto que le enviaba de nuestros pequeños, mientras compartía conmigo -y me consta que también con sus amigas- lo que le habían parecido mis cuentos. Y cuando camino de nuestra Zaragoza parábamos en su Tudela para estar un tiempo con ella y con mi tío, no había anfitrión que les ganase en generosidad.
Sinceramente, todos la queríamos... Sencillamente porque se hacía querer.
Tal y como compartí con mis primas, de seguro que allá arriba en el Cielo la habrá recibido mi madre.
Mil gracias, tía, por habernos dado tanto. Nunca te olvidaremos.
Descanse en Paz.
miércoles, 15 de julio de 2020
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