Si la Nomofobia es un cuadro de ansiedad por miedo a quedarnos sin teléfono, queda claro que no lo padezco. De hecho, estoy deseando que lleguen las ocho de la mañana de este lunes para apagar el que llevo de guardia y tomarme unos días de descanso. No serán muchos, si bien son necesarios. A veces pienso que imprescindibles. Quisiera viajar a mi Zaragoza de origen, pues llevo demasiado sin compartir con esa familia mañica... pero resulta evidente que la situación epidemiológica tampoco lo permite.
Sumaré otra semana de vacaciones de lo más singular: acompañando al colegio al Principito y la Sirenita, ordenando tanto libro en nuestra biblioteca, imaginando mil cuentos para que sean contados, portando siempre un lápiz por si lo pudiera necesitar... Y parafraseando al trovador Fito Páez, probando cualquier tarde cuando llegue a casa, no haya nadie y el teléfono calle, ¡a ver qué pasa!
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