Recuerdo haber escuchado en campaña electoral a cierto candidato a la alcaldía de mi municipio que su apuesta política era en favor de una ciudad moderna -al estilo de otras ciudades europeas-, innovadora y con un equilibrio ecológico. Aquel candidato acabaría siendo elegido. Y viviendo yo tan cerca del consistorio, en alguna ocasión incluso me he cruzado con él.
A veces en ese pasaje al lado del Ayuntamiento, con otra terraza de bar en la que todos los días -desde que abren hasta que cierran- prenden encendidos al menos cuatro calefactores que por estas fechas acostumbran a descansar solo cuando cambian sus bombonas. A menudo, como puede verse en la foto, sin nadie a su alrededor.
Eso ocurre hasta en jornadas tan apacibles y soleadas como hoy, rozando los 20º C al mediodía.
Mi amigo Nicasio asegura que los prenden porque desde tiempos ancestrales el fuego ha atraído a los humanos. Además, la propia clientela los reclama. Tenemos derecho a estar calentitos, que me diría uno de ellos aquella tarde de verano en la que también los encendieron. Y como a fin de cuentas se trata de un negocio, ¡cuantos más clientes vengan, muchísimo mejor!
Yo le insisto en el poder contaminante que tienen tales estufas, en su emisión de gases con efecto invernadero... En la necesidad de su regulación. ¿Acaso nadie es consciente del cambio climático que estamos generando? ¿Es normal que el 6 de febrero de este mismo año se superaran en la Antártida los 18º C cuando deberían estar a 0º C? O que este verano Siberia batiera sus registros históricos de temperaturas máximas. Entonces Nicasio responde: Y eso, ¿realmente a quién le importa?
Desde mi condición de médico especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública, pocas veces he creído en las prohibiciones totales -y más en estos tiempos tan restrictivos para determinados sectores económicos-, pero sí en su ordenación. Como afirmara la alcaldesa de Rennes -primera ciudad europea que procedió a la regulación de estos aparatos-, si nadie pone la calefacción en el exterior de su casa, ¿por qué hacerlo en cualquier espacio público?
Desde luego en Europa, con dicha alcaldesa y su propio sindicato de hosteleros a la cabeza, cada vez lo tienen más claro. Ante el desafío climático que nos viene, han optado por regular. Saben que no tiene sentido poner un calefactor a cielo abierto. Y saben también lo que en su conjunto contaminan.
Entre tanto, nosotros -como tantas otras veces- marchamos a la inversa. Prometemos incluso incentivar su uso.
Ojalá alguna mañana quienes se cruzaran en ese pasaje que pilla tan cerca del Ayuntamiento fuesen la alcaldesa de Rennes y el alcalde de mi municipio. Más que nada para que de cara a las próximas elecciones aclarasen entre ellos lo que entienden por ciudad europea, innovación y equilibrio ecológico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario