Leía hace unos días al filósofo Byung-Chul Han que el secreto de que a Oriente le vaya significativamente mejor que a Occidente en esta pandemia asienta en el civismo de su población. En ese mindo que literalmente significa nivel de las personas, haciendo referencia a la responsabilidad ciudadana a la hora de cumplir con las medidas preventivas establecidas.
Tristemente, aun cuando las tasas de incidencia estén disminuyendo, me da que de este mindo no andamos muy sobrados. Para sostener tal afirmación, me baso en la historia de esa obra de arte titulada El recolector de estrellas, del artista Amancio González, que adorna un pasaje ubicado muy cerca de mi casa. En su conjunto incluye dos esculturas realmente emotivas, junto a unos versos escritos y varios cubos metálicos adheridos a la pared, que fueron inaugurados hace menos de dos años.
Durante este tiempo ha sufrido distintos altercados, pues desde el principio hubo quien se subía encima sin advertir su verdadero valor. Por ello, apenas seis meses después, tuvo ya que pasar por el taller de restauración.
En la última quincena -coincidiendo con la ausencia de terrazas- he sido testigo de que esos cubos han servido reiteradamente de mesas improvisadas a los vasos del bar cercano, hasta el punto de que sobre una de las piezas (la niña) se acabó vertiendo el contenido completo de una taza de café. Sin embargo, lo peor aún estaba por llegar, dado que alguien usó como asiento la pieza mayor (el recolector), rompiéndole de nuevo su pie. Así que otra vez a pasar por el taller.
El tratamiento que damos a nuestro entorno es, sin duda, un buen indicador de nuestro nivel de civismo. Mas mientras no respetemos cualquier mobiliario urbano, su Arte o la mismísima Naturaleza, me da que en ese mindo que citan los orientales poco podremos confiar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario