Hoy celebramos también el Día Mundial del Teatro. En nuestra familia, nos encanta... Y hasta cada cual posee su favorito: el del Principito es el Teatro Arbolé, en Zaragoza; el de la Sirenita, el Teatro San Francisco, de León. En ellos prende la magia, pues de magos es dibujar sonrisas y lograr conmover el alma.
Quisiera en este día compartir que hubo un tiempo en el que fui aprendiz de actor. Sucedió en aquellos meses que siguieron al percance de mis padres, apuntándome a aquella escuela de interpretación como válvula de distracción. Sin embargo, aquel proyecto no acabó de resultar. Quizá por las circunstancias, yo estaba demasiado serio como para darle vida a según qué papeles y acabé sustituyéndolo por la intimidad de mi Literatura. De manera que cambié los escenarios por la pluma y el papel. En cualquiera de los casos, sé que ambas actividades me ayudarían a ser y estar sencillamente mejor.
Vaya por eso desde aquí mi felicitación a todos cuantos componen esta gran familia llamada Teatro; en cualquiera de sus formas, de sus géneros, de sus escuelas. A fin de cuentas, como sentenciara Federico García Lorca, ese Teatro es poesía que se sale del libro para hacerse simplemente humana.
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