sábado, 6 de noviembre de 2010

El alquimista de las emociones I

Hubo un aprendiz de dios llamado Cupido que tenía una creatividad prodigiosa. Su primer empleo, nada más dejar la escuela, fue en la factoría de animales. Apenas duró tres meses:
- ¿Cómo se te ocurre diseñar un bicho con un cuello así de largo, otro con una trompa defectuosa o ese gusano con tantos dedos? -le gritaba el capataz en el momento de firmar su despido, señalando a la jirafa, el elefante o el ciempiés-. Estas especies no tienen futuro. Nadie se fijará en ellas.
Un amigo consiguió colocarle en una empresa de hacer peces aunque tampoco aguantó demasiado.
- ¿Dónde se ha visto un pescado con el morro de espada o de martillo? -se encaró su jefe al ver las maquetas de los seres homónimos que le había presentado-. Son experimentos condenados al fracaso.
Por suerte no tardó en suplir una baja en la fábrica de colores. Lejos de conformarse con seguir las instrucciones, decidió mezclar.
- ¿Y a esta combinación de azul y amarillo le llamas verde?, ¿y violeta al rojo con azul? -chillaba el empresario estimando las pérdidas que tal osadía generaban-. Son tonalidades ridículas. Nadie las comprará.
Sumido de nuevo en el subsidio del paro recibió una oferta de la academia de la Lengua. Su labor se limitaría a clasificar cada término por orden alfabético: “Abad, Abadía, Abedul…”. No conforme con eso, improvisó nuevos vocablos.
- ¿Quién en su sano juicio compondría una palabra como amargura desde la misma raíz que el verbo amar? -se exaltaba el rector al saber de la licencia de su aprendiz-. ¡Estás acabado!
En su lista de contratos siguió el almacén de las notas musicales, la cofradía de luces, el arsenal de las Matemáticas. Mas en todos aquella divinidad gustaba de insertar un toque personal, saltándose la norma establecida y soñando composiciones que desquiciaban a sus patronos...

Nota: Fragmento del cuento El alquimista de las emociones incluido en mi libro El amor azul marino, que completaré con las próximas dos entradas.

5 comentarios:

Mercedes Pinto dijo...

Como siempre, un placer leer un texto escrito con tanta inteligencia y ternura. Me asombras.
Tres abrazos para tu familia, amigo Manuel.

Cristina dijo...

Este y el amor azul marino son mis cuentos preferidos de tu libro.A mi me gusta mucho

Ángeles Hernández dijo...

Ay Cupido, ese dios niño que parece de juguete y que tantas trastadas nos juega con los amores, alquimista de emociones que dispara su flecha con los ojos vendados. Pero a veces acierta ¿a que sí?.

Un abrazo y otros dos para repartir por casa Á.

Anónimo dijo...

Qué bien me ha venido tener tu libro a mano, para volver a leer este cuento, si no me hubiera quedado con las ganas...

Una preciosidad.

Ana

Manuel Cortés Blanco dijo...

Hola Mercedes, Cristina, Ángeles y Ana:
¡Qué bien volver a casa el domingo por la tarde y encontrar unos comentarios tan cercanos! Me alegra que os guste este cuento de Cupido quien, en efecto, a veces acierta. También es uno de mis favoritos.
Mil gracias, mil y una sonrisas, y por supuesto nos seguimos contando.